El seis de abril de 2017 el Senado de la República ratificó el nombramiento de Edgar Elías Azar como embajador extraordinario, plenipotenciario y etc., ante el reino de los Países Bajos, Holanda, pues.
El presidente de entonces, Enrique Peña Nieto, lo designó en tan impensada posición (todos le auguraban un asiento en la Suprema Corte de Justicia); porque necesitaba de sus posibles habilidades ante un tribunal especializado, con sede en La Haya; lo mandaba a conocer el terreno, a tantear las circunstancias y si se diera el caso, prever la operación –o de plano su defensa–, en la Corte Penal Internacional.
En los círculos cercanos al ahora expresidente, existía la preocupación –alentada por los vividores del GIEI–, de una posible acusación contra Peña ante ese tribunal y ya lo miraban como si fuera Milosevic, acusado por crímenes contra la humanidad por el caso Iguala, debidamente utilizado por la izquierda nacional, como ariete contra el sistema cuya política regeneradora quería demoler; como lo hizo a final de cuentas. Y si no demolió, lo desplazó. Lo mismo para fines prácticos.
Sin embargo, no se sabe si por intervención del actual gobierno o por una extraña coincidencia, el ya dicho tribunal internacional nunca recibió el caso.
Enrique Peña Nieto se fue del país y esta administración nada más lo ha colmado de elogios (algunos inmerecidos). Y para justificar su actitud de agradecimiento, fingió una consulta cuyo resultado indujo desde su concepción: el pueblo no quiere enjuiciar a los expresidentes. Ni a este, ni a Fox, ni a Salinas, ni a Calderón, ni a López Portillo o Santa Anna. A fin de cuentas, la Casa Blanca y la Estafa Maestra juntas, no son juntas ni una parte del saqueo de Segalmex, conocido y tolerado. Como dijo el tango del “Negro” Celedonio Flores: los favores recibidos creo habértelos pagado…
Pero lo anterior podría ser visto nada más como una especulación. excepto por una insólita declaración presidencial cuyo contenido pone en apuros a los promotores de la otra versión. y no digo la “otra verdad”, porque no existe tal.
De un plumazo el presidente les dijo a quienes han hecho del crimen de Estado una bandera, tomen su trapo, háganlo rollito y con él en mano vayan a visitar al proctólogo de su confianza.
“…”Si por razones políticas o ideológicas, la consigna es: ‘fue el Estado, fue el Ejército’, y de ahí no salimos, pues yo les puedo decir en primer lugar: De que fue el Estado, claro que fue el Estado, sin duda porque el Estado pudo en su momento aclarar las cosas y no fabricar mentiras, de eso no hay duda, y AUNQUE HAYAN PARTICIPADO AUTORIDADES LOCALES Y POLICÍAS MUNICIPALES, ES EL ESTADO, de eso no hay duda”.
Pero una cosa es el Estado y otra el jefe del Estado.
“…(Dicen): el Ejército, a ver, pudieron haber participado algunos elementos del Ejército, pero lo que sucedió en Ayotzinapa tuvo que ver más con decisiones de autoridades locales y con la delincuencia, con el contubernio, con la asociación delictuosa entre autoridades locales, policías municipales; esa es mi hipótesis…
“…Que esa delincuencia tuviese vínculos con algunos militares, o que los militares de la región se hayan enterado y no hayan evitado que desaparecieran los jóvenes y que hubiesen cometido el delito de omisión, es otra cosa.
“QUE, DESDE EL GOBIERNO, DESDE ARRIBA, PEÑA HUBIESE ORDENADO, O EL GENERAL SECRETARIO DE ENTONCES (SALVADOR CIENFUEGOS), (HAYAN ORDENADO) LA DESAPARICIÓN DE LOS JÓVENES, NO” (dos veces no).
Así pues, las razones políticas o ideológicas sobre las cuales se sustentan las mentiras de la “verdad histérica “de Encinas, se le han venido abajo.
Y llama la atención el nombre del demoledor, Andrés Manuel López Obrador, quien habló con toda claridad en declaraciones sin versión estenográfica en la página web del gobierno.
Ante esa exoneración cupular uno se pregunta ¿Y Murillo en la cárcel?