Uno de los altos momentos de la poesía en lengua española, “Poema de los dones*”, comienza así, con las palabras iniciales de líneas arriba. Obviamente la palabra lágrima alude a sufrimiento, queja o dolor. Y reproche, al origen de tales condiciones.
Y así, sin lamentos o jeremiadas ni auto reproches, el señor presidente, Don Andrés Manuel L.O., comienza un largo camino reflexivo cuyo punto final debería ser la sinceridad ante el futuro, cosa extraña y difícil por no decir imposible en alguien cuyo dogma personal inamovible, no lo salva del dilema entre la realidad y las intenciones.
En días recientes, cosa rara, ha reconocido errores e incumplimientos, y si bien lo ha hecho en el tono comedido de la auto indulgencia, vale la pena registrar esta mínima y novedosa faceta de su comportamiento público en el eterno monólogo mañanero cuya extravagante denominación de “diálogo circular” a pocos satisface. Gravita sobre sí mismo.
Uno de los grandes fracasos de esta administración, envuelto en el terciopelo del combate a la corrupción, el dispendio y todos los demás delitos del neoliberalismo, ha sido el paquete de salud, amasijo inservible cuya categoría de sistema le viene holgada, pero de algún modo se le debe llamar.
Dos fueron los cataclismos en este campo.
El primero, la fundación del Insabi, cuya teratológica condición, muy alejada del bienestar pretendido, fue advertida desde el principio por muchos, con las consecuencias permanentes de toda palabra alejada del halago requerido: la desatención y el ninguneo de cualquier voz crítica, analítica o disidente.
El segundo desastre fue la reacción ante la pandemia de COVID 19, cuyas deficiencias son tan evidentes como para ni siquiera insistir en ellas. Sobre esto no ha habido ni una lágrima a pesar de los muchos reproches ajenos.
Ya casi al llegar las completas* de este gobierno, el señor presidente, por fin, reconoce algo: si el Insabi no funcionó, si la primera opción para un verdadero sistema de salud universal y eficiente, demorada y mal avenida con la estructura actual era el IMSS-Coplamar del lopezportillismo (vaya con el “aggiornamento” fosilizado), por olvidarla no pudimos llegar a las excelencias de Escandinavia y nos quedamos en los fracasos tropicales de Macuspana para retomar el modelo, a la mitad del camino.
Le preguntan al líder de la Revolución de las Conciencias:
“…tenemos el caso del Insabi, que tanto que se discutió a principios de sexenio; qué era lo que iba a pasar (sic), qué iba a funcionar (tesis); las expectativas que tenía y, bueno, finalmente, fue una institución bastante gris (su grisura ser llama extinción, colega). No solucionó los problemas, tuvo que llegar el IMSS-Bienestar y ¿que se resolvió?”
Y responde solícito:
“…En el caso de la salud, lo que me planteas, que tienes toda la razón, ahí no funcionó lo que teníamos pensado. Desde el principio, ¿eh?, teníamos pensado lo del IMSS-Bienestar porque yo traía la experiencia, yo fui director del Instituto Nacional Indigenista, en Tabasco… yo era director del INI y era también a la vez director de Coplamar; entonces, me toca montar todo el sistema de salud del IMSS-Coplamar en Tabasco…
“…Y funcionó. Para empezar, se construyeron miles de unidades médicas y muchos, muchos hospitales en todo el país, en seis meses, en un año. Fue una decisión así. Hasta en las comunidades más apartadas, en helicópteros se llevaban los materiales de construcción. Y médicos, que no habían (sic) “.
Aquí hay un misterio insondable: si alguien tiene la experiencia de un modelo en el cual empeñó sus esfuerzos de juventud, ¿por qué al momento de la decisión incontestable, con todo el poder se va de bruces en contra de su propia experiencia y emprende otro ca mino sólo para regresar, cuando el daño ya se hizo y el tiempo se perdió miserablemente, al camino original?
Nadie lo sabe ni lo sabrá.
Y otra reflexión presidencial tardía, como suele suceder cuando se balancean la culpa ajena y la confesión personal: la triste historia del trenecito más largo (en años de construcción), del mundo cuyos miserables 70 kilómetros han superado en tiempo al Ferrocarril Transiberiano cuya primera ruta (9 mil 878 kilómetros) fue inaugurada en 1904, en las peores condiciones imaginables de clima y tecnología rudimentaria.
Aquí no han sido capaces en los últimos doce años de poner en servicio un tren (ya no digamos bala, ni siquiera cerbatana), de pocos kilómetros. Digamos 70.
“…el tren ‘Insurgente’, ‘El Insurgente’, que es de Toluca a la Ciudad de México.
“…Ese tren (no) lo vamos a inaugurar –explicó el señor presidente en tono de la tardanza– a finales de agosto, principios de septiembre, hasta la estación Santa Fe, porque de Santa Fe a Tacubaya…”, lo cual transforma milagrosamente un tren CDMX-Toluca, en una vía Santa Fe, no a Toluca, hermosa ciudad cuya ubicación, como todos sabemos, está un poco más adelantito.
“…Hemos tenido algunas dificultades (confirma el SP), también por cuestiones políticas (¿?). Y es compleja la obra, es bastante compleja (ahora resulta, ¿doce años después nos venimos (¿vinimos?) a dar cuenta de la complejidad de una obra?), lleva puentes atirantados (será atarantados), pero es una obra de ingeniería también importantísima. Entonces, ese también se va a terminar hasta Santa Fe y yo espero que a Tacubaya… a Observatorio, perdón.
“…Va a estar yo creo que en diciembre a más tardar. Y ya se termina con el tren, ya se está trabajando. Vamos este fin de semana a hacer una supervisión con la presidenta electa precisamente…”
Gran ejemplo este tren de la improvisación en un país dominado por todos los defectos de la mala calidad de una obra pública. Sobrecostos, pérdida de tiempo, demoras inexplicables, dilaciones, accidentes. Subió de 30 mil millones a 100 mil… y contando.
Y lo peor en el lenguaje de la inoportunidad: mientras se mal explica a tropezones la demora del trenecito, chiquito, la señora candidata ganadora y futura presidenta de la República, la doctora Claudia Sheinbaum, nos da el anuncio de su ambicioso proyecto ferroviario, continuación, obviamente, del camino modernizador emprendido por don Sebastián Lerdo de Tejada cuando inauguró en 1873 el tren entre México y Veracruz.
Uno de los ramales anunciados ahora, dejará enana la proeza tecnológica de todos los tiempos: un servicio entre Pachuca y Santa Lucía, en el municipio mexiquense de Tecámac: aproximadamente 63 kilómetros.
Pero en este sentido de continuidad ferroviaria el SP comenta los anuncios previos de la futura Señora Presidenta:
“…Entonces, ella decide (…) de México hacia el norte, y son dos o tres líneas. Una es la del Pacífico que es Guadalajara, que es Michoacán, Guadalajara, Nayarit, Sinaloa y Sonora y Baja California, sí, es Mexicali, sí, y Nogales en Sonora. Esa es… Entonces, ella tiene pensado utilizar el mismo derecho de vía de los trenes de carga (para el servicio de pasajeros…)”
Obviamente ahí falta el tramo hacia la frontera, a Nuevo Laredo.
Pero si Luis Buñuel nos dijo, “La ilusión viaja en tranvía”, la Revolución Mexicana, del siglo XX –con todo y sus soldaderas, artilleros y caballos– se hizo sobre los rieles del porfiriato, hoy la Revolución de las Conciencias, del siglo XXI, circula sobre ruedas, administradas por el Ejército Nacional.
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* “Completas”: antes del descanso nocturno, a las 21:00 en el horario canónico.