Es casi un lugar común decir que se tiene una gran deuda con las mujeres, generalmente refiriéndose a la lentitud con la que se han generado los cambios que posibiliten su inclusión en términos de igualdad, no solo en la legislación sino también en la sociedad y en nuestra cultura.
Sin embargo no es cosa menor, cuando volteamos la mirada hacia el pasado y notamos lo insistencia de las luchas reivindicatorias y la larga, muy larga presencia de la discriminación en la historia de las civilizaciones.
Preceptos religiosos contenidos en los textos sagrados tanto del catolicismo como en el islamismo pervivieron siglos con sentencias como estas: “…vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, también como la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación.” 1 Corintios 14:34-35. O esta otra “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.” Timoteo 2:11-12.
Pese a la influencia religiosa, las mujeres se han hecho presentes a lo largo de la historia cuestionando el rol impuesto y las convenciones de su época. Guillermina de Bohemia en pleno siglo VIII, propuso crear una iglesia de mujeres y Christine de Pizan en 1405, escribió el libro “La Ciudad y las damas” en contra de la misoginia.
La lucha del feminismo, entendido como una corriente emergente parte en el siglo XVIII aunque con no muy buenos resultados. Olimpe de Gouges, escritora y filosofa francesa fue la primera mujer que alzó la voz publicando en 1791 la “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana” reivindicando que las mujeres tuvieran los mismo derechos civiles que los hombres… pero fue guillotinada en 1793. Así en pleno siglo de la ilustración las mujeres fueron excluidas de los derechos políticos, se les negó el derecho de reunión y para completar, el Código Napoleónico planteó el matrimonio como un contrato en el que la mujer estaba obligada a obedecer al marido, y este código se extendió por toda Europa y otras latitudes.
Una segunda ola surgió en el siglo XIX cuando de las manifestaciones intelectuales las mujeres pasaron a las de acción social y empezaron a agruparse para defender sus derechos. En 1848 en la Convención de Seneca Falls se lograba el primer programa político feminista reivindicando la igualdad de derechos civiles, incluyendo el derecho al voto.
El primer país en aprobar el voto para las mujeres fue Nueva Zelanda en 1893, seguida de Australia en 1902, Finlandia en 1906 y Rusia en 1917. En 1920 EUA aprobó el voto para las mujeres blancas, y en México fue hasta 1953.
Un largo trecho histórico de luchas y aún no termina por vencerse la resistencia que significan tantos años de asignarle a la mujer papeles secundarios y negarle incluso el derecho a decidir por sí misma respecto a su cuerpo. En México la primera legislación sobre el aborto se dio en 1871 como parte del primer código penal solo para proteger la vida del producto, más no la de la mujer.
El feminismo es ahora una corriente de acción social efervescente que ocupa espacios en todos los tonos, incluso el de la violencia, para seguir haciendo notar la persistente desigualdad y en estos días, la creciente inseguridad de las mujeres.
Hay inconformidad y coraje pues han visto el derrumbe de logros como la desaparición de estancias infantiles y escuelas de tiempo completo, los apoyos a las organizaciones civiles que apoyaban a las mujeres contra el cáncer de mama y cervico uterino. Por la disminución del presupuesto para los refugios de mujeres violentadas y las casas de atención a mujeres indígenas en situación de violencia entre otras conquistas.
Pero también hay indignación ante la aparente sordera y misoginia de un presidente que, como a tantos otros, se niega a escucharlas y a reconocer que las mujeres en este país siguen recibiendo trato desigual sino que además, crece impune la violencia machista en su contra.
La estadística indica que hay once mujeres al día que ya no estarán más y que son miles las que sufren violencia de todo tipo. Ante sus gritos y demandas se erigen barreras físicas en Palacio Nacional y mentales en el criterio presidencial.
Independientemente de la miopía gubernamental mexicana, la lucha de las mujeres sigue con fuerza en el siglo XXI, por la persistente desigualdad entre géneros. La violencia de género, la brecha salarial, los techos de cristal son ahora blancos, lo mismo para el feminismo radical que ve en el patriarcado la causa de la desigualdad, que en las corrientes liberales que son menos radicales. Lo cierto es que el androcentrismo va en retroceso ante las mujeres que quieren independencia, salarios justos, controlar su maternidad y librarse del yugo varonil.
Fuera roles y como dijera Simone de Beauvoir, hoy no hay nada que justifique los roles de género… “no se nace mujer, se llega a serlo.”