Hace dos días, en los límites entre Querétaro y Guanajuato, la realidad perforó los discursos del “pañuelito blanco”. Un elemento de seguridad pública de Corregidora fue asesinado y otro resultó herido mientras participaban en diligencias, justo en una zona conocida por su actividad criminal relacionada con tomas clandestinas de hidrocarburo. No fue una emboscada fortuita: fue un mensaje directo. Un recordatorio brutal de que, en la frontera con Guanajuato —ese estado ahogado en sangre— Querétaro puede blindarse, pero no aislarse.
El atentado desató una reacción inmediata.
Se realizaron cateos en un parque industrial del Libramiento Surponiente. El saldo: dos bodegas aseguradas y una pipa cargada con huachicol. No es la primera vez. Desde 2021, esa zona ha sido epicentro de hallazgos turbios, cadáveres sin identidad, bodegas sospechosas y vehículos con combustible robado.
La diferencia entre ambos estados no es geográfica, es institucional. Querétaro actúa con inteligencia, estrategia y contención.
Guanajuato —aunque gobierne el PAN— es tierra de discursos huecos, balazos diarios y autoridades rebasadas.
Mientras unos apuestan por el orden, otros negocian con el caos.
Por eso resulta patética la narrativa oportunista de Morena, que convierte cada tragedia en propaganda política.
Estos delitos son de competencia federal —conforme a la Ley de Seguridad Nacional— y, sin embargo, ni Gilberto Herrera ni Luis Humberto Fernández han exigido a la Guardia Nacional intervenir en los límites. Uno prefiere hacerse la víctima, el otro cobra por callar.
Aquí no hay estrategia nacional.
Lo que existe es una línea muerta entre la capacidad operativa de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de Querétaro y el estorbo administrativo que representan la SEDENA y la Guardia Nacional. La inteligencia local trabaja. Lo demás, estorba.
¿Será por los negocios en San Juan del Río?
Lo que preocupa no es que Querétaro tenga incidentes, sino que ya está importando los males estructurales del Bajío: crimen organizado, huachicoleo, corrupción federalizada.
Donde hay huachicol, hay complicidad. Donde hay silencio, hay pacto.
¿Otro mitin?
Y mientras en Palacio Nacional se acumulan los muertos, en Morena ya ensayan otro mitin en el Zócalo. Esta vez, para distraer de las declaraciones de Jeffrey Lichtman, abogado de Ovidio Guzmán, ahora testigo colaborador del Departamento de Justicia de Estados Unidos. Frente al miedo, el régimen responde con lo mismo: tarima, batucada y gritos de “soberanía”.
¿Y los muertos? Bien, gracias.
¿El combate al crimen? Pura coreografía electoral.
En paralelo, Adán Augusto López, el senador ausente, calla. Su pasado lo alcanza: su exsecretario de Seguridad en Tabasco, Hernán Bermúdez Requena, es señalado como líder de la banda criminal “La Barredora”. Aquí en Querétaro, esa misma organización intentó colarse. La ejecución en Los Laureles fue su tarjeta de presentación. Pero aquí se toparon con Estado de derecho.
En este escenario, la lucha interna del gabinete de seguridad raya en lo absurdo. Todos compiten por decomisos, detenidos y titulares. Pero cada operativo que presume Omar García Harfuch es también un reproche silencioso al desastre heredado por López Obrador. Porque cada tonelada incautada revela lo que se toleró durante años desde Palacio.
Mientras unos cargan féretros, otros cargan pancartas. Mientras unos enfrentan al crimen, otros organizan conciertos. Este país se mueve entre zonas blindadas y territorios capturados.
Colofón.
Y mientras tanto, en Querétaro, el ridículo institucional se concentra en una oficina: la del regidor Fernando Flores Pérez, mejor conocido como AVSE, quien se dedica a recortar nuestros editoriales y a lloriquear en redes sociales.
¿Qué hará cuando se acaben las lluvias? Sin trabajo, sin gestión, sin resultados. Su miedo no es el agua: es que este sea su primer y último cargo público. No le alcanza ni para regidor, y eso ya es decir mucho.
Ahora exige auditorías a Paseo 5 de Febrero, como si no supiera que Querétaro se inunda desde hace décadas, con gobiernos del PRI, del PAN o incluso si un día llegara Morena. Pero de la UAQ, bajo el mando de su patrón Gilberto Herrera, no dice ni pío. Se hace el ciego.
¿Y por qué calla?
Tal vez porque hay versiones de pasillo que lo vinculan con Luis Antonio Yépez Cervantes, alias “El Monedas”. Tal vez porque tiene más de 200 cuentas bloqueadas por escándalos. O porque, según se dice, intoxicó al hijo de una exdiputada de Morena, quien buscaba demandarlo penalmente… hasta que Gilberto lo rescató, le dio un puesto de fotógrafo, y desde ahí saltó a regidor.
Esa es la historia que corre por los pasillos del Congreso local.
Cópiala y pégala, AVSE.
Y si tienes pantalones, responde esta opinión.
A chambear.
@GildoGarzaMx
