SERGIO A. VENEGAS ALARCÓN
Con todos los honores fue despedido el comandante del IV Regimiento Blindado de Querétaro, teniente coronel DEM Javier Calderón Becerril, muerto de un infarto el martes, a los 41 años y a sólo cuatro días de haber asumido el cargo.
La misa de cuerpo presente se efectuó en el Templo de Santo Domingo, en cuya explanada se efectuó una imponente ceremonia militar encabezada por el jefe de la XVII Zona Militar, Daniel Elpidio Nicolás Camacho, que entregó a la viuda María Elena Becerra Nieto la bandera que cubría el ataúd, mientras el batallón lanzaba descargas de fusilería y la banda de guerra los toques propios del arma blindada.
Calderón Becerril, recién llegado a Querétaro, falleció antier en sus aposentos cuando se disponía a ejercitarse en las pistas del campo militar, como los hizo en los días anteriores.
Sin embargo el deceso se conoció un par de horas después cuando el General de Brigada Elpidio Nicolás Camacho, sorprendido de su ausencia en el pase de lista matutino, mandó a buscarlo.
Así lo comentó el propio comandante militar al periódico PLAZA DE ARMAS luego del homenaje rendido a Calderón Becerril, algo que ni los más antiguos oficiales habían presenciado antes, porque según explicaron es el primer jefe muerto en funciones en Querétaro.
En el acto se leyó una carta del secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, dirigido a la esposa del teniente coronel, exaltando su trayectoria en las fuerzas armadas, en donde supo ganarse el respeto y reconocimiento de sus compañeros y subordinados.
El documento fue leído por el comandante Elpidio Nicolás Camacho, que apenas el viernes 2 le dio posesión del cargo y ayer entregó su bandera a la señora María Elena Becerra Nieto, que sin poder contener el llanto exclamó “¡era todo su orgullo!”
Finalmente hizo uso de la palabra, en nombre de los hijos del militar desaparecido, Minerva Calderón Becerra para recordar a Javier Calderón Becerril como una gran persona, fuerte e increíble, que fue el motor, guía y luz de la familia, que siempre se sentirá orgullo de haberlo tenido como padre.
Cientos de personas llenaron y rodearon el templo de Santo Domingo, en las calles de Guerrero y Pino Suárez, atraídos por el espectacular despliegue de tanquetas ligeras y camiones militares, así como por la inédita ceremonia, a la que asistieron además de los jefes y familiares, funcionarios federales, estatales y municipales.