El que muere ya no sabrá lo que quedó a deber, sus deudos se convertirán en deudores, quizá de algo subjetivo como una disculpa o de algo objetivo como pagos o hipotecas. Ante el fallecimiento de una persona, suele decirse que le sobreviven sus deudos, refiriéndose a que deben al difunto la vida y se puede extender al bienestar que estos les proporcionaron, sin embargo, cuando de dinero se trata, generalmente el deudo pasa a ser deudor de compromisos ajenos.
La pandemia del COVID 19-20-21 ha puesto a descubierto algo de lo escondido debajo de la alfombra, como la rapiña de las empresas de salud privadas. Es rapiña porque sorprenden a los probables deudos y deudores en uno de los momentos más vulnerables de la vida: el imprevisto infarto, el evento cerebro – vascular, el dolor agudo, el accidente casero, laboral o de tránsito, sin descontar la más reciente fuente de ingresos que se encuentra en el virus de moda.
Casi siempre movidos por la emergencia, es decir, sin tiempo de reflexionar o informarse, los familiares o amigos del afectado, eligen el hospital más cercano, el de moda o en el que atiende su médico y desde que le abren la puerta, comienza a funcionar la calculadora que suma los gastos: oxígeno, camilla, silla de ruedas, vendas, alcohol, algodón, jeringas, gasas, medicamentos, estudios para descartar y así hasta sumar miles, cientos de miles y hasta millones.
En estos días, el vicepresidente de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros informó que, en nuestro país, el caso más caro de atención médica en hospital privado a un enfermo de COVID -19 aún en tratamiento, es de 46 millones trescientos mil pesos. Otro paciente internado por la misma causa, costó, antes de fallecer, a su aseguradora personal 40 millones seiscientos mil pesos por su hospitalización. El funcionario señala que en general el costo de la atención médica en hospitales privados por causa del mentado COVID es de unos 503 mil pesos y que en el 70% de los casos ha rebasado esta cifra, alcanzando un promedio de 567 mil pesos. Informó también que la atención ambulatoria cuesta en promedio 26 mil 456 pesos y en caso de requerir intubación el costo llega hasta 3 millones 500 mil pesos; resume el funcionario que la atención a enfermedades se ha encarecido tremendamente y que la inflación médica es relevante.
Estas cifras estratosféricas evidencian lo que una persona sin seguro de gastos médicos pagaría si vive, y si fallece sus deudos lo harán, porque esa actitud ventajosa del sector privado, incluye firmas de aceptación de todos los que puedan pagar, tarjetas de crédito con “voucher” o comprobante de la tarjeta abierto y hasta hipotecas de bienes por si no pudieran; esta forma de avaricia afecta también a los que tienen seguro de gastos médicos limitados, porque lo más probable es que la burocracia hospitalaria se encargue de hacérsela de tos y al detenerlo más tiempo hospitalizado rebasará sus topes asegurados y deberá pagar los excedentes tenga o no tenga.
La razón por la que alguien rellena el cochinito de las aseguradoras previendo gastos médicos, suele ser anticipándose a lo imprevisto, lo urgente y porque prefiere un trato mejor que el de las instituciones de salud pública, ya ve usted a los familiares de enfermos internados en el IMSS, esperando informes o la alta del mismo, a la intemperie, a pleno sol, bajo la lluvia, soportando el frío con un atolito y la noche con una cobija, en el camellón divisor de una avenida, pero en muchos casos la mayoría de los asegurados ven rebasados sus límites porque siempre habrá un petate del muerto con el cual asustarles para atarlos a la cama. Las consecuencias son terribles Al tiempo.