Las muertes causadas por la velocidad, ineptitud y arrogancia con que se conduce un vehículo aumentan día con día. Sin dar tregua para reponerse, los noticieros nacionales y locales dejan ver, a veces sin pudor, la parte irracional del ser humano que sale a calles y carreteras a jugarse la vida, así nomás porque sí.
Serán digno de análisis psicológico las razones del por qué este comportamiento autodestructivo y destructivo se ha extendido. Algunos son meros accidentes, una persona, un animal u otro vehículo se atraviesa; un bache, socavón o boca de drenaje sin tapadera lo desequilibra; agua, aceite, arena o lodo en la cinta asfáltica lo hace patinar, muchas son las causas de verdaderos accidentes, es decir, de un suceso imprevisto. Los que no lo son, aunque así se les clasifique, son lo originados por la velocidad, impericia y arrogancia del conductor. Es frecuente padecer a uno que a fuerza se quiere colar por la derecha, por la izquierda y hasta por arriba o abajo si pudiera, pegándose al de enfrente lámina con lámina, acosándolo con cambio de luces, y cómo dijera el filósofo “y todo para qué” para detenerse en el semáforo con todos los que venía atormentando.
En las carreteras se les ve serpenteando, pasar del carril de alta al de media y luego al de baja y de ahí aventarse otra vez al de alta o sacar polvo del acotamiento en busca de un espacio para rebasar. Si los espectadores de ese arrebato de estupidez salen bien librados, lo volverán a encontrar en la caseta, en la gasolinera o en la tiendita, o sea, el energúmeno que puso en peligro muchas vidas con sus alocadas maniobras no obtuvo más de cinco minutos de ventaja.
Es inepto aquel que se queda sin frenos o que por alguna falla mecánica ocasiona una desgracia, porque pudo haberlo previsto. Es irresponsable el que va viendo su celular, mal de todos y consuelo de nadie; y como si el mundo se detuviera, revisan sus redes y chatean y hablan por teléfono y se van video grabando, esto y más mientras manejan apenas viendo de reojo, si es que algo de reojo les queda, los altos, sigas, topes, bocacalles, gente que se cruza o autos de su alrededor, nada, su atención va inmersa en el celular y a veces en la pantalla puesta para que los niños vean películas que al conductor le gustan. Igual de irresponsablemente distraídas van las mamás regañando y hasta vistiendo a sus niños mientras conducen; los que van tomando bebidas alcohólicas, las parejas que se van peleando o adelantando la reconciliación. Irresponsables y arrogantes son quienes se creen inmunes a la muerte o impunes a la justicia, sólo porque van trepados en sendas camionetas, o en autos bajitos de colores chillantes, de esos que les dicen deportivos, será porque juegan con la suerte de los demás.
Morir de prisa en calles y carreteras se está volviendo epidemia. La autoridad deja ver su impotencia, más bien incompetencia para controlar esto. A las empresas dueñas de trailers y todo tipo de transporte de carga, de pasajeros y reparto de personal, a su servicio, se les debe infringir fuerte multa y aún quitarles la concesión cuando sus unidades choquen, atropellen o causen accidentes por falta de mantenimiento o pericia de sus choferes. A quienes violan reglamentos de tránsito en las ciudades, la autoridad debe realmente aplicar multas. Por andar en la comodidad de quitar placas, ya no multan a los que se pasan altos, a quienes van viendo el celular o toman avenidas y calles como pista de carreras o a los que impiden el paso de carros de bomberos y ambulancias, que por ello pierden valioso tiempo y hasta vidas. A quienes corresponde poner orden en carreteras, deben detener y multar a los que infringen la máxima velocidad y van jugando al paso de la muerte pero en coche. Pero igual que en zonas urbanas, los vigilantes de carreteras se van por la fácil esperando a los clientes en los llamados retenes para exprimir algo, lo que sea. Las consecuencias, morir de prisa y Al tiempo.