Norberto Alvarado Alegría
Terminó el cuarto sexenio del siglo XXI, las cifras finales del crecimiento económico son reveladoras del avance del país y del bolsillo de las y los mexicanos. De los cuatro sexenios el de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es el de manera crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), que es la manera de calcular cuanta riqueza producimos en un año a nivel nacional y luego distribuirla entre todos y cada uno de los habitantes. Este avance apenas superará el 5.2% en seis años, cuando en el 2018 con Enrique Peña Nieto llegaba a más del doble con casi 12.3%. No había habido una caída tan fuerte en la economía mexicana desde principios de la década de 1930, casi cien años. Las tasas de inflación fueron de entre el 7% y el 8% entre 2021 y 2022, las más altas del siglo, y eso significa que el valor de nuestro dinero disminuyó una tercera parte en el sexenio de AMLO. Un ejemplo claro en este sexenio se refleja en la dificultad para adquirir una casa habitación que enfrentan las nuevas generaciones de mexicanos, pues hubo un aumento adicional de casi 17% del valor de mercado, además de la inflación general, de conformidad con los datos del Banco de México y del INEGI.
Si bien es cierto que según el CONEVAL en estos seis años se redujo la pobreza 52.43 millones a 46.8 millones de mexicanos, y este es uno de los logros que presume la Cuarta Transformación, hay que señalar que ese rubro es engañoso, pues no se refiere a la pobreza extrema, sino al Índice de la Tendencia Laboral de la Pobreza (ITLP), que es un indicador que da seguimiento trimestral a la evolución del ingreso laboral y su relación con el costo de la canasta alimentaria, es decir, el porcentaje de personas en pobreza laboral.
El mejoramiento no se debió a los esfuerzos del gobierno federal, sino a las reformas laborales que implementaron un aumentó en los salarios mínimos y en algunas condiciones de trabajo como el aumentó del período vacacional. En 27 de las 32 entidades federativas se presentó una reducción de la pobreza laboral en 2024. Destacan Durango, Querétaro, Yucatán, Chihuahua y Tlaxcala. En contraste, las tres entidades con mayor aumento de pobreza laboral fueron Guanajuato, Tabasco y San Luis Potosí. No son los programas del Bienestar de AMLO los que ha dado resultados en este rubro, al contrario de los propios datos del CONEVAL se advierte que la pobreza extrema creció en más de 2 millones de personas en nuestro país, al pasar de 7 a 9 millones en dicha situación.
En el rubro del valor del peso frente al dólar americano si bien hubo un fortalecimiento de la moneda nacional, que sólo benefició a los grandes importadores, esto se debe a factores externos y al manejo (todavía) neoliberal, del que tanto reniega pero hizo uso AMLO-, de la política fiscal y en particular de la recaudatoria, por parte del Sistema de Administración Tributaria (SAT) y que no sólo seguirá, sino que aumentará en su agresividad con la pronta incorporación de los delitos fiscales, al catálogo constitucional de la prisión oficiosa preventiva. Este sistema no aumenta su base de recaudación, los programas del Bienestar han desalentado el incremento de contribuyentes, pues en vez de establecerse un sistema de renta básica universal, se han generado programas de apoyos económicos clientelares, que falsamente mitigaron un descontento social, pero abrieron otros.
A esto se suma una crisis política que se vive en México. Los partidos políticos a nivel nacional y en lo local, se muestran incapaces de entender la situación que se vive en la actualidad, en una época en la que los ideales democráticos flaquean, no sólo en México sino en el resto del mundo, o mejor dicho, de los mundos en que hemos decidido organizarnos para (sobre) vivir los seres humanos.
A nivel nacional el PRI y el PAN son cuestionados sobre la legitimidad de sus dirigencias nacionales, y en lo local simplemente dichas dirigencias no existen en Querétaro, al igual que tampoco existe la de Morena, ni mucho menos liderazgos de unos ni de otros. Sin duda esto ha generado que por primera vez haya un Poder Legislativo estatal instalado el pasado 26 de septiembre, pero sin una representación legal ni política, pues no hubo elección de mesa directiva, y el diputado decano no puede ejercer dicha facultad por más que intenten los diputados panistas torcer la ley.
La falta de acuerdos políticos como éste, son la muestra de la gran incapacidad de la que los partidos políticos adolecen desde el 2018. No ha habido un esfuerzo plausible de las instituciones políticas tradicionales ni de los actores políticos, que se han visto rebasados. Primero, porque no les interesa, esa en una verdad innegable; segundo, porque han sido rebasados por una realidad o un cambio de época que los tomó por sorpresa. La política económica de la ciudadanía fue ignorada; el oficio político tildado de anticuado fue sustituido por un pragmatismo que convirtió la política de una profesión de buen vivir, en una prostitución mercadológica para bien vivir en la que todos han caído.
Los principales temas del debate nacional y a la vez local, siguen siendo los mismos que nacieron en la democracia liberal y republicana el siglo XIX: ¿cuál debe ser el grado adecuado de injerencia pública de nuestras vidas? ¿hasta dónde debe extenderse el estado social? ¿qué temas dejamos en manos de los políticos y hasta dónde? ¿qué derechos reconocemos y cómo los hacemos valer efectivamente?
Y además hoy estamos inmersos en los temores de siempre. La pérdida del autogobierno, con un movimiento político y un líder mesiánico rodeado de partidos políticos inservibles como tales; y segundo, con la descomposición del tejido social más profunda que hemos tenido en los poco más de dos siglos de existencia como país.
La política mexicana no está preparada para mitigar este grave descontento social con que inicia el nuevo sexenio, ni cientos de gobiernos locales y municipales en todo el país. Es evidente que hace falta volver a plantearnos una filosofía política desde la ciudadanía para reconstruir las instituciones y sobre todo fijar las metas sobre las que podamos converger los mexicanos del norte y del sur; del Pacífico y del Golfo; hombres y mujeres; niños, jóvenes y adultos; creyentes, conversos y ateos; demócratas, liberales y conservadores. El tamiz es muy amplio, nos han hecho creer falsamente que es un juego dicotómico de blanco y negro.
La respuesta sin duda se encuentra más allá de los debates actuales, que a la gran mayoría de las personas no les interesan. Por eso la filosofía política a la que apelo debe ser práctica y entendible, un conjunto básico de los supuestos mínimos que den forma a la ciudadanía y las libertades de todos y de nuestra vida pública. Obviamente no es fácil de concretar, de entrada, pasa inadvertida cuando la tenemos y funciona regularmente, pero se resiente cuando se reduce a menos del mínimo.
Llevamos décadas socavándola, la crisis política y la descomposición del tejido social son los síntomas de la enfermedad. Nos toca ahora encontrar la medicina adecuada.