En relación a las tendencias migratorias de varios países de América Latina, no podemos pasar por alto el papel que líderes como Daniel Ortega, Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y de alguna forma López Obrador, han jugado en este fenómeno. La migración, lejos de ser un mero acto de desesperación individual, se ha convertido en una herramienta política y económica para estos gobiernos. Es importante destacar que de estos 4 países provienen más del 50 porciento de los migrantes hacia los Estados Unidos.
La migración puede ser una estrategia política calculada para disminuir la oposición interna. Al emigrar, los ciudadanos descontentos dejan de ser una voz activa en contra de sus gobiernos. Desde el punto de vista económico, la emigración alivia la presión sobre los servicios como la salud y la educación. Sin embargo, el aspecto más importante, son las remesas. Las remesas en México representan más del 4% del PIB, en Venezuela más del 5% mientras que, en Nicaragua, constituyen alrededor del 25%. Estas cifras no solo hablan de la dependencia económica de estos países hacia sus diásporas, sino también de una estrategia gubernamental deliberada para mantener la estabilidad económica.
Ortega ha encontrado además otra fuente de ingresos multimillonaria: la recepción de vuelos provenientes de diversos países de Asia, África, Cuba y Haití. Estos vuelos, llenos de migrantes ansiosos por llegar a Estados Unidos, se han convertido en un negocio lucrativo para el régimen. Nicaragua cobra entre 150 y 200 dólares por migrante, además de las tarifas impuestas a las aerolíneas por los aterrizajes. Esta práctica no solo refleja una explotación económica de la crisis migratoria, también pone de manifiesto cómo los gobiernos pueden beneficiarse directamente de los flujos migratorios.
La postura de López Obrador en México resulta contradictoria. Aunque insiste en que la gente migra por necesidad y no por gusto, su gobierno no ha implementado estrategias efectivas para evitar esta necesidad. Más bien, promueve la migración como una forma de aumentar las remesas. En repetidas ocasiones ha solicitado facilitar el flujo migratorio hacia los EU, mediante visas de trabajo temporales para obreros, técnicos y profesionales de distintas disciplinas, para mexicanos y centroamericanos. De hecho, la migración mexicana neta estaba en cero en 2018 cuando tomó posesión, y desde entonces ha venido aumentando año tras año.
La migración también se puede utilizar como instrumento de política exterior para obtener concesiones. El primer gobernante de América Latina que la uso fue Fidel Castro con el éxodo de Mariel. El politólogo Manuel Orozco, director del programa de Migración, Remesas y Desarrollo de Diálogo Interamericano dice que Daniel Ortega está haciendo uso de la migración como un arma de política exterior facilitando la migración irregular hacia los EU. La dictadura de Nicaragua ha expulsado a más de 800,000 nicaragüenses desde el 2018, a cientos también ha desterrado sin justificación. La migración nicaragüense está impulsada más por razones políticas que económicas. En el caso de México, como bien lo dice Arturo Sarukhan, AMLO está utilizando la migración como chantaje al abrir y cerrar la llave de los flujos migratorios a través de territorio mexicano a la frontera con EU.
Aunque es innegable que factores como la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades impulsan a las personas a migrar, no se puede ignorar el papel de los gobiernos, que en el caso de América Latina han sido el principal factor expulsor de su propia gente. Si queremos hablar de las causas, hablemos de las dictaduras en Venezuela, Cuba y Nicaragua, y del crimen organizado en México. López Obrador insiste que se tienen que combatir las razones de la migración. Tiene razón. Están clarísimas: los regímenes autoritarios y la falta de democracia. La migración no es solo una respuesta a las circunstancias, en muchos casos es un reflejo de decisiones político-gubernamentales.