Miedo es la palabra de mayor uso en estos días de retorno de niños y adolescentes a clases presenciales, ubicando la mayor fuente de temor en el contagio del voluble y camaleónico virus. Es comprensible que nadie quiera ver a su hijo enfermo, pero el coronavirus no es lo único que enferma, decenas de factores más lo hacen, y deberían causar también miedo.
La pandemia ha evidenciado que este virus y todos los patógenos causantes de enfermedades leves y graves, encuentran su hábitat en cuerpos vulnerables y entre los menores escolares la malnutrición es el mayor de los males.
Unos obesos y otros flaquitos, unos lánguidos y otros rollizos, todos irán a la escuela, y a reencontrarse con la rutina de la alimentación callejera. Al menos en las escuelas públicas o de medio pelo, ya sea en su puerta, en tienditas cercanas, en puestos improvisados en las cajuelas de coches o de plano en el suelo, los padres de familia que llegan patinando, abastecen a su retoño con una o dos cosas del menú: vasito de gelatina, sándwich de raquítica rebanada de jamón del barato, jugo de naranja que de naranja solo tiene el color, yogurt de harinas y almidón o un postrecito que contiene azúcar para toda la semana. Al interior de las escuelas las llamadas cooperativas ofrecen lo mismo, y agregan alimentos disque naturales como gorditas de maíz, untaditas de chicharrón prensado y copeteadas de tres hebras de lechuga y crema que no proviene de leche alguna.
Pero si la malnutrición no causara miedo a los padres de familia, los precios infladísimos con que los comerciantes quieren recuperar lo perdido en año y medio de pandemia, sí los aterroriza. Las colegiaturas, cuotas voluntarias, uniformes y útiles escolares, zapatos y hasta calcetas y calcetines subieron de precio. Fruta, verdura, carne, huevo y pollo con precios de caviar. Como siempre, los comerciantes pretextan sequía o lluvias o ya ni se excusan. Cuatro o cinco manzanas cuarenta pesos, cuatro o cinco naranjas veinte, un kilo de carne entre ciento setenta y doscientos, el huevo fluye entre los 26 y cuarenta pesos y todo de dudosa calidad, sí hasta el huevo ya viene raro, cascarón transparente, clara acuosa y a veces con ojito.
A propósito de alimentos preparados, antes de comprarlos pregunte, porque esos millones de los que hablan los comerciantes que se perdieron en este ramo en la pandemia, los quieren recuperar en un día. Por ejemplo, en un restaurante, doscientos cincuenta pesos una hamburguesa, cincuenta pesos un vaso de agua disque de fruta aminorado con fuerte dotación de hielos. Los tacos callejeros, gordos de tanta cebolla húmeda de grasa, quince y veinte pesos; gorditas, así de chiquitas, de maíz con salsa martajada hasta veinte o treinta pesos según él hambre y según se deje.
Indefensión es el estado en que se encuentra cualquier ciudadano común. Se expone en las carcachas usadas para transporte público, (los camiones chinos se reservan para cruzar zonas visibles de la ciudad); se arriesga en la calle anegada de aguas puras e impuras y de registros y coladeras abiertas; sale a jugársela entre coches correlones, choferes intolerantes, prepotentes y de pilón quedan en manos de comerciantes abusivos, grandes, chicos y más chicos. Las autoridades si andan por ahí, pero como es el mes de hidalgo….Las consecuencias de la omisión de orden Al tiempo.