No se trata de un partido de fútbol, sino de algo mucho más serio como es la relación entre dos países hermanos, que se ha visto empañada debido a la designación de un historiador acusado de acoso sexual a sus alumnas del ITAM y a sus compañeras de Morena.
¿Quién es Pedro Salmerón? Es un historiador veracruzano, avecindado en Celaya desde niño, con Maestría y Doctorado en Historia en la UNAM, con investigaciones principalmente orientadas al estudio de la Revolución Mexicana.
No es, a mi manera de ver, uno de los más grandes historiadores, como lo han calificado sus allegados. Ha seguido una orientación de izquierda, ingresó al Partido Revolucionario de los Trabajadores en 2008 y de después a Morena (2012). De hecho tuvo que dejar el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, por haber caracterizado al comando de la Liga 23 de septiembre que asesinó a Eugenio Garza Sada, en 1973, como un “comando de jóvenes valientes”, lo que originó una polémica y una gran molestia en algunos sectores que se sintieron ofendidos. Un historiador, como muchos, que ve la historia desde una sola perspectiva. Pero su principal virtud para ser propuesto embajador en Panamá es ser amigo personal de la esposa del presidente. Esa es su virtud, pero también su debilidad.
El presidente, con toda seguridad, dio la orden de que se anunciaran los nombres de los embajadores propuestos para distintos países, tal vez con el ánimo de hacer notar que iban entre ellos algunos exgobernadores del PRI, Quirino Ordaz Coppel, Claudia Pavlovich y Carlos Miguel Aysa González, cosa que molestaba a la dirigencia de este partido, o para realzar el apoyo a su protegida, ya que en la lista figuraba Alfonso Suárez del Real, Jefe del gabinete de Claudia Sheinbaum.
Sin embargo, esta instrucción, emitida por razones de política interna, tiene consecuencias externas. Existe una regulación internacional obligatoria para México en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, firmada en 1961 que entró en vigor en abril de 1964. Tiene como propósito, entre otros, el fomento de las relaciones de amistad entre las naciones. En el Artículo 4 establece con claridad meridiana: “1. El Estado acreditante deberá asegurarse de que la persona que se proponga acreditar como jefe de la misión ante el Estado receptor ha obtenido el asentimiento de ese Estado” y 2. “El Estado receptor no está obligado a expresar al Estado acreditante los motivos de su negativa a otorgar el asentimiento”.
La secretaria de Relaciones Exteriores de Panamá, Erika Mouynes, conocida por apoyar las causas de la mujer, con toda razón se sintió obligada a escuchar las protestas surgidas a raíz de que se supo la propuesta de Salmerón. El lema fue “No es embajador un Acosador”. La narrativa que se fraguó en Palacio Nacional fue que se trataba de un “linchamiento” porque no se hicieron denuncias formales del acoso en la fiscalía, pero lo cierto es que numerosos analistas aseguran que sí hubo denuncias formales en el ITAM y se hacía en estos momentos ante la opinión pública. La Canciller panameña tomó nota de la carta firmada por más de 400 personas de colectivos mexicanos enviada al presidente de su país y envió una nota con discreción al canciller mexicano en la que advirtió a Marcelo Ebrard que en caso de que solicitase el beneplácito habría “un silencio diplomático”, es decir, no se aceptaría. Éste tomó nota y se lo informó al presidente López Obrador. Éste explotó en una mañanera contra la Canciller panameña, acusándola de que se trataba de un linchamiento y que la Canciller panameña actuaba como la Santa Inquisición. Obviamente el presidente de Panamá defendió a su canciller y exigió respeto.
Muchos han atacado a Marcelo Ebrard por esa falta en la diplomacia mexicana. No se puede acreditar a Marcelo esa falta, sino al presidente. Desde luego que el canciller mexicano conoce la Convención de Viena, el presidente no. El problema es que no escucha razones cuando se trata de política. Marcelo no había enviado la solicitud de beneplácito porque la respuesta de las organizaciones de feministas mexicanas fue inmediata al conocerse la propuesta de nombramiento de Salmerón para embajador. Esperó con prudencia el tiempo necesario para ver cómo se desarrollaba el caso. Esto lo confirma la nota de la canciller panameña.
La falta es atribuible al presidente mexicano ya que, en su arrebato contra Panamá, anunció a la senadora suplente de Olga Sánchez Cordero, Jesusa Rodríguez, que ella sería la embajadora. Nuevamente, sin dar oportunidad a Marcelo Ebrard a que enviara la solicitud de beneplácito y cometiendo, por segunda ocasión, la descortesía y evadiendo la obligación de solicitar previamente el beneplácito de Panamá. Como diría el Divo de Juárez “¿Pero qué necesidad?” O peor, qué necedad.
Para la historia, Pedro Salmerón ha salido muy caro a la política exterior mexicana. Por defenderlo, el presidente trató de hacer menos a la canciller panameña, que no tenía por qué tragarse la narrativa del linchamiento. El acoso sexual es una práctica degradante, que expresa uno de los rasgos más despreciables de la cultura machista. No cualquiera se atreve a denunciarlo, por eso hay que prestar oídos a las víctimas que lo denuncien por cualquier medio, y ante cualquier autoridad, porque el acoso se da como parte de un abuso de autoridad o de fuerza. No reconocerlo es parte de la cultura machista de quien dice no serlo, pero en sus palabras está implícito, re victimiza a las víctimas. No es un linchamiento, es una realidad.
México ha contado con una diplomacia profesional reconocida por la mayoría de los países del área, incluyendo Panamá. Marcelo Ebrard ha seguido los pasos de los secretarios de relaciones exteriores vinculados con El Colegio de México: Bernardo Sepúlveda Amor, Rosario Green y Manuel Camacho Solís, que conocían el contenido de las reglas de relación vigentes en la comunidad internacional. Pero los anteriores secretarios obedecían a presidentes que los respetaban y conocían los cánones y las reglas de las relaciones internacionales. Marcelo no tiene tanta suerte, tiene quien le eche tierra a la política exterior feminista.