Hasta ahora los “fierreros” como les llaman a los ladrones de metales se habían conformado con mutilar estatuas y robar tapas de los drenajes de nuestras ciudades, pero ahora se atrevieron a llevarse campanas de la capilla del Barrio de La Cruz en San Juan del Río y joyas del Santo Entierro para vender el metal por kilo. Puede que no haya una fiscalía eficaz, pero ¡hay un Dios!
Agua puerca ni de lejos ni de cerca.

