Sin disimular su contrariedad por la derrota de la izquierda “peronista-kirchnerista- -populista” en las elecciones presidenciales de Argentina, cuyos votantes quizá lo superen en conocimiento de su realidad, nuestro presidente se puso deportivo –como Cuauhtémoc Blanco, quien jugaba a la pelota mientras Cuernavaca chapaleaba en sangre– y resumió su enfado con un diagnóstico futbolero:
“…Fue un autogol…”
Y no se trata –en manera alguna– de ofrecerle una lección sobre fútbol al señor presidente. Ni yo tengo edad para ofrecerla, ni él para aprenderla, y seguramente le tiene sin cuidado el soccer y sus historias, pero yo le diría, si algún argentino se metió el autogol más famoso del mundo no fue el pueblo bueno de aquellos pagos, sino el más grande arquero del futbol mexicano de todos los tiempos, Miguel Marín, quien como si fuera el discóbolo de Mirón (Mirón de Eléuteras; no Díaz Mirón) en extrañísima pifia dejó caer el balón y lo mandó a sus propias piolas.
Eso fue en mayo de 1976, cosa de la cual nuestro beisbolero señor presidente no debe tener registro ni interés, pero a mi se me hace casi obvio el reporte de sus asesores quienes le deben haber dicho del pasado de Milei como portero del equipo Chacarita (en Chacarita está la tumba de Gardel, por cierto), donde jugaba la posición de portero.
No tengo registro de ningún autogol cometido por el actual presidente de esa enorme nación austral donde lo mejor es la carne, las pieles (en varios sentidos), el fútbol y los libros de Borges; Lugones, Bioy Casares, Sabato y otros muchos cuya enumeración no prosigo porque no me da la gana.
Pero bueno, en eso de los goles y los autogoles, como decía el célebre Tomás Fonseca, jugador y periodista deportivo bonaerense, el balón es el protagonista.
Así pues me parece una mala frase esa de ayer. Hija del mohín.
“…respetamos esa decisión (pues eso tenía muy preocupados a los argentinos, yo creo), aunque es algo que, consideramos, no les va a ayudar; pero el pueblo es soberano (gracias), aun con todos los elementos antidemocráticos que utiliza la mafia del poder económico y del poder político en todos lados (¡zaz!)…
“…Para decirlo en una palabra, con todo respeto, fue un autogol.
“Y yo no estoy de acuerdo, aunque respeto la decisión de los pueblos (los pueblos siempre agradecen en coro el respeto a sus decisiones), con los gobiernos de derecha, no estoy de acuerdo con los gobiernos clasistas, racistas, no estoy de acuerdo con la hipocresía (¡rezaz!), que es lo que caracteriza a la derecha, en el mundo, la única doctrina de la derecha es la hipocresía…”
Bueno, pues no es muy profundo decir lo del autogol, pero a veces uno quiere ser como Jorge Valdano, Francisco Javier González, Roberto Gómez Junco, o vana aspiración, Manuel Seyde.
Pero por más vueltas y vueltas como se le de a esta desazón izquierdista, uno no entiende lo del autogol.
Entiende el afecto entre populistas y las emocionadas palabras de cariño del fracasado presidente Alberto Fernández hacia don Andrés Manuel a quien embarró de melcocha (yb dulce de leche; no diré cajeta) en una linda carta (9.23):
“…Si algo bueno me ha dejado este tiempo tan difícil fue el haberte conocido…”
Parece canción de Juanga: fue un placer conocerte… aunque esos meses fueran el principio del fin…
Y bueno, esta debería ser una columna seria, sin desvíos futboleros ni epístolas sentimentales.
Total, si los argentinos se metieron un autogol o mil, es cosa suya y no recuerdo a nadie en el mundo condolerse con nosotros cuando en el 2018 metimos en nuestra cabaña treinta millones de balones.
Quizá algún día los argentinos se sacudan al ex portero “León”, Milei.. Es posible.
Como también es posible –pero lejano–, sacudirnos el marcador adverso en este país. Es una simple cuestión de tiempo.