En México, 54 por ciento de la gente que trabaja lo hace en la informalidad.
La tasa de informalidad no ha cambiado en los últimos años por la rigidez del mercado laboral y los requerimientos que las empresas más pequeñas no pueden cumplir para formalizarse.
El nivel más alto de informalidad en México se alcanzó en octubre de 2012, cuando la tasa fue de 60.58 por ciento. Mientras, el más bajo fue en abril de 2020, con 47.89 por ciento, que fue reflejo de que la pandemia afectó a los negocios más vulnerables, los cuales tuvieron que cerrar.
Posteriormente, las tasas se han incrementado hasta llegar a 54.45 por ciento en mayo pasado, es decir, más de 32 millones de personas trabajan en la informalidad, de acuerdo con datos del Inegi.
“Hemos visto un entorno donde la informalidad ha sido el motor de recuperación económica, sobre todo después de la pandemia. Ha sido un camino que han recorrido algunas empresas del sector comercio y servicios por la necesidad de contratos cortos o estacionales”, explicó Víctor Gómez Ayala, director de Analítica y Datos del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco).
Las mujeres son las que más están en la informalidad, pues son las que buscan empleos más flexibles para cumplir con el rol de cuidadoras en el hogar.
Además, no todas las empresas pueden cargar con los costos laborales y las reglas que implica crear empleos formales.
Opinó que será relevante que la próxima Administración desarrolle un sistema de cuidados para dar oportunidad a las mujeres de que se inserten en la formalidad.
“En la medida que hay una red de cuidados para niños y personas mayores, la necesidad de flexibilidad del mercado laboral no tendría que venir del autoempleo o el mercado informal”, opinó Gómez Ayala.
Es una realidad no sólo de México, sino de América Latina, donde las tasas de informalidad son las mismas desde 2016 y está volviendo a aumentar.
“La informalidad laboral está muy vinculada a la presencia de trabajo por cuenta propia. Se relaciona con la existencia del autoempleo de subsistencia (actividades de baja productividad); esto se ve en el pequeño productor rural y el urbano que autogeneran empleo.
“Por ello, la tasa de ocupación informal se relaciona con la proporción de empleo vulnerable”, expone la OIT en “Estrategia de formalización para América Latina y el Caribe 2024-2030”, emitida el 18 de julio pasado.
En México, la tasa de informalidad está entre 50 y 60 por ciento, arriba de países como Chile, Uruguay, Argentina y Brasil. En tanto que Bolivia tiene las tasas más altas, de entre 80 y 90 por ciento.
“La Secretaria del Trabajo debe articularse con la de Economía y el IMSS para incorporar a la formalidad a las personas que están en la informalidad, que trabajan de forma independiente, en los hogares o en actividades agropecuarias, sectores caracterizados por ser informales”, señala México Cómo Vamos?, en el documento “Pendientes urgentes por cartera para la próxima Administración”, emitido el 10 de julio pasado.
La OIT afirma que sin un aumento sostenido de la productividad no habrá una reducción de la informalidad, y sin el cumplimiento de los derechos laborales no hay empleo formal.
El problema central, añade, es la limitada efectividad de las políticas y estrategias de formalización.
Por ello, critica que haya políticas inconexas y/o que no cuentan con un objetivo explícito de impulso a la formalización.
Además de que las políticas no responden a la heterogeneidad de los distintos tipos de unidades económicas y de trabajadores informales.
Aunado a esto, hay instituciones débiles que no actúan de manera coordinada y que cuentan con insuficientes recursos.