ALHAJERO
Cambios en el gabinete han sugerido al Presidente desde muy distintos rumbos. No sólo entre politólogos, comentaristas, líderes sociales, sociedad en general, sino desde los propios colaboradores de Andrés Manuel López Obrador.
Unos, porque se nota a leguas que no están hechos para el cargo que ostentan por más honestos que sean; otros, porque se ve que no les gusta lo que hacen; algunos más, porque lucen cansados; y no faltan quienes son considerados impresentables, sea por su pasado o por su desempeño actual.
El caso es que, por más que se ha insistido –desde mediados del año pasado- en pedirle al tabasqueño realice cambios en su gabinete, nomás no hace caso. Ha dicho incluso, en sus mañaneras, que está muy contento con su equipo de trabajo.
Y si algún señalamiento fuerte hay sobre alguno de ellos, no duda en sacar el pecho por él o ella, según el caso.
Quienes conocen de cerca a López Obrador saben que, efectivamente, el Presidente tiene claro que hay quienes, o no dan la talla, o su posición debería ser otra. Pero…, y éste es el punto central, Andrés Manuel no es dado a hacer cambios. Mucho menos si se lo piden.
¿Cómo resuelve los entuertos entonces?
La respuesta está a la vista: echando mano de aquellos que sí le funcionan. Es decir, con los operadores a los que les tiene mayor confianza y considera realmente aptos.
Y a ese grupo pertenecen muy pocos. Seis personas acaso:
1.-El secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval. Al general, prácticamente lo incluye en todo y le pide apoyo para resolver situaciones de lo más disímbolas (desde la construcción del aeropuerto hasta las sucursales del Banco del Bienestar), además de sus funciones relacionadas con la seguridad.
2.-El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard. El año transcurrido ha dejado ver al canciller moviéndose por encima –a petición del propio Presidente- de los titulares de Gobernación, Seguridad, Hacienda, Economía, para resolver asuntos como migración, el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), renegociación de deuda de Pemex, compra de pipas.
3.-El consejero Jurídico de la Presidencia, Julio Scherer. En su caso habría que destacar no sólo la estructuración de distintas iniciativas de ley que se enviaron al Congreso y la operación (presencial incluso) para sacar adelante las reformas que más le interesan al Ejecutivo, sino la confianza que le tiene el Presidente -a nivel personal- para encargarle asuntos más allá de su cargo.
4.-El secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo. Su caso es sui géneris. Aparece en esta lista, no por su eficacia ni por lo bien que va el área que encabeza, sino porque es él quien opera el gabinete de Seguridad.
5.-El director de Pemex, Octavio Romero. Este ingeniero agrónomo, aunque no parezca, entra entre los principales operadores del Presidente (el área energética, como sabemos, está entre las que más importa a AMLO, sino la que más): lo considera incluso por encima de la titular de Energía.
6.-La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Así como lo leen. Para el Presidente de la República, la CDMX –como centro político y caja de resonancia- es de vital importancia.
La considera no sólo afectivamente –es su consentida-, sino como una operadora leal y eficaz.
Y hasta aquí. Los seis mencionados serían –a decir de quienes conocen las entrañas del poder en Palacio Nacional los principales operadores del Presidente.
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