ALHAJERO
En sus primeros días como coordinador de la bancada de Morena y presidente de la Junta de Coordinación Política en el Senado, Ricardo Monreal fue cauto. No las traía todas consigo. El ala dura de su partido lo quería fuera –completamente fuera– del reparto del pastel de la 4T.
Su principal adversario, Martí Batres, buscaría arrebatarle el liderazgo de la fracción parlamentaria de su partido; posición que le había prometido públicamente AMLO al zacatecano, a cambio de permanecer en las filas morenistas.`
El primer duelo lo ganó Monreal. Su capacidad de negociación con las distintas fuerzas políticas (y amistades sólidas con líderes de otras bancadas, como las de MC y del PT, ayudó a que AMLO sostuviera su promesa y buena parte de la bancada lo eligiera como coordinador.
Pero Batres se no quedó manco. La presidencia del Senado fue un lugar privilegiado para hacer política –ser contrapeso e incluso enfrentar al líder de su bancada– y en términos generales lo haría bastante bien. Hasta que…
Sí, hasta que le tocó el momento de retirarse, de dejar la Mesa Directiva del Senado. Calculó mal sus posibilidades: desestimó la opinión desfavorable que tenían de él en parte de la oposición. O, puesto de otra manera: Monreal halló la manera de ganarle la jugada con otra propuesta.
Hasta ahí, digamos, Martí perdió. Y perdió más aún por la (mala) forma en que se retiró (ni siquiera se quedó a la toma de protesta de sus sucesora). Sin altura, sin elegancia. Y hasta ahí, digamos también, Monreal había ganado. Su principal adversario –después de un año de lucha tanto abierta como soterrada– quedaba reducido a un mero senador raso. Así, hasta hace tres meses.
Triunfante ya, Ricardo levantó la mirada para acelerar otras luchas: en pos del propio partido (vía Alejandro Díaz Durán busca al menos una secretaría por ahora) y en restablecer su posición frente a AMLO:
Ganarse de nueva cuenta el afecto de Andrés Manuel, o cuando menos servirle desde su trinchera tanto o mejor que Marcelo Ebrard, el funcionario del gabinete que mejor ha funcionado y que parece ir ganando desde ahorita –aunque esté tan lejana- la carrera presidencial.
Así que fue tras sus nuevos objetivos, dejando atrás los contrapesos que hicieron de él un buen líder en el Senado (la distancia con López Obrador, el lugar que obsequiaba a la oposición y el cuidado al que lo obligaba Martí). Pero la soberbia, la ambición y la prisa son una mala combinación.
El desenlace de la elección de la presidencia de la CNDH es resultado de ello. La grotesca risotada de Ricardo Monreal al momento en que culmina el proceso, muestra el nivel de inconsciencia en el que se han perdido él y sus legisladores.
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GEMAS: Obsequio de AMLO: “Vamos a cumplir un año. Ya las reformas que ha habido en la Constitución son como una nueva constitución”.