ALHAJERO
Dos cosas extrañas llamaron la atención aquel día en la mañanera en que se anunció el refinanciamiento de la deuda de Pemex: Primero, la presencia del canciller Marcelo Ebrard en un evento eminentemente económico (aunque la negociación fuera con grupos internacionales) y el haber sido designado por el Presidente como el primer orador del acto.
Segundo, la respuesta del secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, cuando le preguntaron cuál era el interés que se iba a pagar de la nueva línea de crédito: “No sé…” .
Contestación que no quedó ahí. Urzúa todavía se volvió hacia Ebrard y los representantes de las tres instituciones financieras con las que se había firmado (HSBC, JP Morgan y Mizuho Security) y preguntó a su vez: “¿Cuál es? ¿Lo sabemos?”.
Felipe García Moreno, presidente y director de JP Morgan, salió al quite: “Una tasa debajo de cinco por ciento”, indicó , y explicó algunos datos al respecto.
La escena era surrealista: ¿El secretario de Hacienda desconocía la tasa de interés que se había acordado en “una de las operaciones más grandes que se ha dado en la historia” (Ebrard dixit)?
Lo que parecía un absurdo tenía una razón de ser : Urzúa no participó en la negociación.
Fue Marcelo Ebrard quien operó todo y prácticamente nada supo —de manera oficial — el titular de la Hacienda Pública , sino hasta el final, con todo resuelto.
Esta operación financiera surgió de charlas informales entre Ebrard y José Antonio Meade. Y sí, mucho antes de que el ex candidato presidencial del PRI ingresara como consejero en HSBC (1 de marzo), como afirma Andrés Manuel López Obrador.
Pero la idea, el cómo y por dónde, es de Meade. Surgió en esas pláticas que mencionamos —comenzaron por ahí de enero —, en las que el canciller amistosamente planteaba: ¿Tú qué harías?
El ex secretario de Hacienda –cuyo conocimiento y generosidad le han permitido trabajar tanto en gabinetes panistas como priistas — se echó a andar.
Lo pensó, lo platicó ampliamente con el canciller y le dio toda una hoja de ruta (para éste y otros casos pendientes) para poder sortear los vendavales financieros internacionales que tiene México en puerta. A partir de ahí, Marcelo comenzó a operar. Y sabido es que suele ser eficaz.
Todo lo anterior —más allá de la renegociación misma — replantea la posición política de Ebrard en el gabinete:
Ha dejado de ser un “simple” canciller, arrinconado —a cuyo Presidente, por añadidura, no le agradan ni le interesan las relaciones internacionales — para convertirse en un operador financiero internacional.
Se llevó a su terreno, a la Secretaría de Relaciones Exteriores, lo más importante del área hacendaria en términos de proyección política y presencia en las grandes ligas: La interlocución con los grandes actores a nivel mundial.
El ex jefe de Gobierno ya no requiere reubicarse en el gabinete para buscar la candidatura presidencial. Al contrario. Ha convertido su trinchera —la cancillería — en el espacio ideal para competir.
Urzúa, en cambio, queda evidenciado, disminuido, relegado a lo nacional, a lo doméstico. Dedicado a buscar “fondos” ocultos para obsequiarle al Presidente más dinero para sus programas.
La posición del titular de Hacienda es triste.Inmerecida en términos humanos y profesionales. Pero ahí sigue…, aguantando.
Atrás de él — a un y cuando ha sido descalificado públicamente por el Presidente un par de veces —, Arturo Herrera aguarda su turno.
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