ALHAJERO
La sombra de José Francisco Ruiz Massieu
Este viernes cumplieron 24 años del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, el guerrerense que vio truncada una carrera política que le tenía asignado, en ese momento, el liderazgo de la Cámara de Diputados y la promesa de la Secretaría de Gobernación en un futuro próximo.
Ocurrió el 28 de septiembre de 1994, seis meses y cinco días después del asesinato del candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional, Luis Donaldo Colosio.
Año infausto que marcó el derrumbe de Carlos Salinas de Gortari –inició con el levantamiento zapatista el 1°de enero- y que se llevó consigo las ansias de permanencia del salinismo (José Francisco era su cuñado).
Etapa en que las cañerías del sistema se desbordaron, que sus oscuros personajes golpearon y manipularon desde las sombras y dejaron tras de sí el hedor a muerte y azufre.
“¡Los demonios andan sueltos y han triunfado!”, advirtió horrorizado Mario Ruiz Massieu al renunciar (el 23 de noviembre de 1994) a seguir con la investigación de la muerte de su hermano que le había encomendado el Presidente de la República dos meses atrás.
Uno de los hilos sueltos en torno a la muerte del ex gobernador de Guerrero llevaba el nombre del diputado federal tamaulipeco Manuel Muñoz Rocha, señalado como uno de los autores intelectuales del asesinato de José Francisco.
Supuestamente presentó una licencia al cargo y se fugó del país.
Después se demostró que la licencia que había presentado era apócrifa, pero fue dada por buena por los líderes de la Cámara y el procurador General de la República.
Pero quien siguió la pista de Muñoz Rocha en su huida fue el entonces cónsul de México en la ciudad de Houston, Texas, Humberto Hernández Haddad.
El diplomático avisó una y otra vez, durante 1994 y 1995, a la Secretaría de Relaciones Exteriores, a los propios cancilleres (Manuel Tello y Manuel Gurría) y a la PGR (encabezada entonces por el mexiquense Humberto Benítez Treviño y el panista Antonio Lozano Gracia).
Las autoridades mexicanas en el sexenio de Ernesto Zedillo no sólo se desentendieron de sus informes, sino que “borraron” todo rastro de Muñoz Rocha, y se dieron a la tarea de hostigar hasta despedir finalmente al cónsul mexicano.
Su libro “El eslabón perdido. Historia secreta de los asesinatos que cambiaron la historia de México”, es un testimonio preciso y documentado de aquel episodio.
La carrera de Humberto Hernández Haddad fue fulgurante en sus inicios (a los 21 años, se convirtió en el legislador más joven en la historia política mexicana), pero concluyó abruptamente con el caso de Muñoz Rocha y sus alertas desde el consulado mexicano.
Lo apartaron como un paria. Ningún priista lo acogió. Ni siquiera Claudia Ruiz Massieu, ex secretaria de Relaciones Exteriores y actualmente presidenta del PRI, le abrió la puerta.
Pero su retorno está en puerta de la mano de Morena, de Andrés Manuel López Obrador directamente.
El abogado y maestro en Políticas Públicas Internacionales (Harvard) fue designado por su paisano, subsecretario de Desarrollo y Regulación Turística, bajo el mando del próximo titular de Turismo, Miguel Torruco.
La sombra del 94-95, para él, comienza a disiparse.
De Muñoz Rocha, en cambio, ni rastro.