ALHAJERO
El más solitario de Los Pinos
La mudanza ha comenzado en Los Pinos.
Los muros interiores de la casa presidencial lucen ya prácticamente desnudos.
Los objetos propios, los de Enrique Peña Nieto y su familia, han tomado camino hacia el Estado de México. Los que pertenecen al Estado, han ido a resguardo a la Secretaría de Hacienda.
La familia misma del Presidente de la República hace tiempo que no reside ahí.
Peña Nieto es, de hecho, su único habitante (más allá de los miembros del Estado Mayor Presidencial que lo resguardan).
-¿Por qué no te mudas de una vez?-, le han preguntado a Peña sus amigos cercanos.
Su respuesta todavía hasta la semana pasada era incierta.
Su intención, más bien, es permanecer ahí, en la residencia oficial de Los Pinos, hasta el último día de su mandato.
El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, ha declarado que no vivirá en Los Pinos, así que el mexiquense no sufre la presión del desalojo, los reacomodos y el remozamiento que solía solicitar cada fin de sexenio la nueva familia presidencial, por lo que los salientes se veían (en ocasiones a regañadientes) obligados a salir de la residencia de estilo francés desde unos meses antes de la entrega del poder.
Nada, pues, apura a Enrique Peña Nieto. Pero su soledad es evidente.
Tanto que, entre quienes han atestiguado traspasos del poder durante al menos las últimas tres décadas, no dudan en reconocer -parodiando al “gran solitario de Palacio”- que él, Enrique Peña Nieto, es hoy en día, “el más solitario de Los Pinos”.
Ahí, sin duda –en esa soledad que atestiguan sus amigos-, está la razón de su asistencia al primer Informe del gobernador de su tierra, Alfredo Del Mazo. Por ello el arropamiento del Grupo Atlacomulco y de buena parte del equipo que lo acompañó. Por ello –y por ellos también, por su propia despedida del poder- los abrazos y los reconocimientos de quienes soñaron en instalarse nuevamente otros 30 años en la Silla Presidencial.
Últimos días con sabor a honor y gloria en compañía del hombre que lo empujó hasta la cima: Arturo Montiel; de los también ex gobernadores priistas Eruviel Ávila, César Camacho, Emilio Chuayffet, Alfredo Baranda, Ignacio Pichardo Pagaza.
De quienes son o fueron parte de su equipo en el gabinete: Alfonso Navarrete y Miguel Osorio Chong (Secretaría de Gobernación), José Narro Robles (Secretaría de Salud), Gerardo Ruiz Esparza (Secretaría de Comunicaciones), Luis Miranda (Secretaría de Desarrollo Social), Aurelio Nuño (Secretaría de Educación); y los gobernadores priistas de Campeche, Guerrero, Oaxaca y Tlaxcala: Alejandro Moreno, Héctor Astudillo, Alejandro Murat y Marco Mena.
Ah, y el de Chiapas (del Partido Verde Ecologista de México), Manuel Velasco, convertido en esta transición en figura central para el acercamiento de los mandatarios estatales con Andrés Manuel López Obrador, y puente entre el PRI y Morena.
Ahí pues, en Toluca, con sus paisanos y amigos, Enrique Peña Nieto anunciaría que, llegado el momento, volverá al terruño que lo vio nacer y en el que forjó su carrera política, la cual ahora está por terminar:
“Señor gobernador, tenga la certeza de que no causaré molestia alguna, sólo vendré a vivir aquí…”, diría con un cierto humor negro que arrancó carcajadas de sus coterráneos.
Razón había para aquellas risas. Nada más lejana su situación –la de Peña Nieto y la de los propios priistas- de la era callista en que en los muros del Castillo de Chapultepec, habitado entonces por Pascual Ortiz Rubio, se escribió: “Aquí vive el presidente, pero el que manda vive enfrente.
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GEMAS: Frase popular que corre entre los priistas: “El 1° de julio no ganó ‘ya saben quién’. Ganó ‘quién sabe quién…’”.