ALHAJERO
Unas tortas y el debate con Meade
Antenoche un grupo de columnistas nos echamos unas tortas con José Antonio Meade y he de contarles que fue de lo más divertido (y sin duda interesante).
Los sitúo: Pasaban de las nueve de la noche y el grupo era pequeño en la discreta terraza: una docena de periodistas, el candidato del PRI y tres miembros de su equipo: Armando Ríos Piter, Julio Di-Bella y Nacho Durán.
Comienzo como se dieron las cosas, por la parte alegre.
Ocurrió así: Entre los primeros escarceos de la charla salió a colación el segundo debate y el clásico reclamo de nuestra parte del por qué insistió en defender la invitación a Donald Trump.
Meade insistió en su posición (de la que nos dio una probada durante el debate) pero luego, inesperadamente, comenzó a divertirse con lo que ocurrió –y le ocurrió- durante el debate. De hecho, comenzó a escenificar toda una sátira:
Yo veía a (Ricardo) Anaya que iba y venía por el escenario…, que sacaba una cosa tras otra y yo me decía que yo no podría hacer eso nunca…En la primera intervención salió con un libro, en la segunda con quien sabe cuántas tarjetas, en la tercera con una revista…, ¡luego hasta con un costal!, entonces me dije ya sólo falta que se meta en él y desaparezca…
Afortunadamente no fue así. Respiré. Pero lo seguí viendo bailar por el escenario y me decía ‘va a sacar un conejo en cualquier momento…’
Pero en una de esas que se va hacia Andrés Manuel y pensé ¡lo va a morder…!, pero Andrés que saca su cartera y se la pone enfrente (a manera de crucifijo ante un vampiro) y que se descompone Anaya…
Las carcajadas, podrán suponer, acompañaron toda la narración. Porque además, déjenme decirles, lo contó con mucha gracia.
Y hasta al mismo López Obrador le tocó su parte. Imitó sus silencios y sus atrancones y platicó de un momento que se dio casi al final del debate. Resulta que al de Morena se le cayó al suelo el texto de su última intervención, con el que iba a cerrar.
Yo veía que estiraba la mano hacia el piso (imagínense a Meade estirando hacia el frente el brazo y la mano como lanzando una fuerza sobrenatural) y entonces sí me dije: ‘Si hace que el papel se levante y vaya hacia él, me doy…’
Pero no, no ocurrió así. El papel siguió pegado al suelo y Andrés no se animó a agacharse a levantarlo. Entonces, cuenta Meade, yo recogí su texto y se lo di.
Un “gracias Pepe Toño” sellaría aquel momento. Valga anotar además, entre los detalles, que esa vez, en Tijuana, fue la primera ocasión en que López Obrador y Meade se estrecharon la mano.
Anteriormente, según platicó el propio ex Secretario de Hacienda durante la velada, habían hablado una vez por teléfono cuando el tabasqueño era Jefe de Gobierno del DF (para una cuestión de un predio).
En fin, anécdotas. Y quedan para mañana otras historias, éstas ya en otro tono: el análisis de las campañas de sus adversarios.
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GEMAS: Reclamo a Ricardo Anaya en Valle de Chalco: “¿Por qué sobre López Obrador hablas y hablas? Se supone que es tu campaña.”