ALHAJERO
Lo que no gustó de López Obrador
Poco después del debate Andrés Manuel López Obrador subió un video a las redes en el que se le veía contento, sonriente y decía que honestamente creía haber ganado el debate.
“No quiero ser fantoche o pretencioso pero nos fue bien…”, apuntó.
Si ganó o no el debate, sería discutible. Pero lo que no checa con el optimismo y buen ánimo que mostró el tabasqueño en el video, fue su propia actitud durante el debate. Sobre todo al finalizar el evento.
Si vieron la transmisión, habrán notado que en cuanto concluyó el debate Andrés Manuel recoge sus papeles y sale rápidamente del foro, sin agradecer o despedirse de los moderadores ni mucho menos de sus cuatro contendientes: Ricardo Anaya, José Antonio Meade, Margarita Zavala y Jaime Rodríguez.
¿Ni siquiera un ‘buenas noches’ ameritaba el momento?¿Temió ser rechazado o exhibido con algún desdén por alguno de ellos? ¿O su disgusto o desprecio hacia ellos es tal que ni siquiera quiso extenderles la mano?
A saber. Sin embargo, la percepción que dejó en quienes miramos la escena última del debate –su salida a manera de graciosa huida mientras los demás permanecían ante los atriles- no fue la mejor. Dejó un sabor a desprecio hacia los otros, hacia sus adversarios.
Tampoco fue de lo más acertada la manera que se manejó Andrés Manuel ante las cámaras. Constantemente se le veía con la cabeza hacia abajo, revisando láminas, mientras sus oponentes hablaban. Poco faltó en un momento dado para que desapareciera de la pantalla como le ocurrió a Francisco Labastida cuando se agachó a recoger unos papeles que se le cayeron.
Y a la hora de participar, o de responder, era claro que no tenía manejo de los tiempos. Su voz fuera de micrófono se escuchó en distintas ocasiones.
En pocas palabras, le faltó preparación para el debate.
En cuanto a su actitud frente a los otros, el de Morena unas veces se cruzó de brazos (actitud poco receptiva, a decir de los psicólogos), otras miraba hacia arriba, dando una impresión de enojo o de fastidio.
Innecesario también. Debería cuidar un poco más su lenguaje corporal.
Por lo que toca a sus respuestas, cierto que fueron las consabidas de siempre. Podrán aburrirnos, o provocar consideraciones al tenor de “no da una”, o es incapaz de responder, pero lo cierto es que evitó engancharse y soltar alguna barbaridad.
Eso fue al final de cuentas lo que permitió mantenerse al frente en la contienda presidencial.
Pero valga decirlo –sobre todo con vistas los próximos debates- podría hacerlo mejor si se prepara técnicamente y si fuera más tolerante (al menos atento) hacia los otros. Es lo que esperaría uno de alguien que podría llegar a convertirse en Presidente de la República.
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