ALHAJERO
Cuando Cárdenas contuvo al tigre (II)
Inminente la calificación presidencial en la Cámara de Diputados; las instalaciones de San Lázaro convertidas en un campamento revolucionario vigilante de la decisión de los legisladores; salinistas y Gobierno advirtiendo de posibles enfrentamientos porque de ninguna manera iban a reconocer un fraude ni a acceder a nuevas elecciones, Manuel J. Clouthier finalmente cedió:
-Miren –les dijo a Luis H. Álvarez y a José Luis Salas Cacho-, a mí me queda muy claro el orden de prioridades para la toma de decisiones: Es primero México, luego el PAN, y luego yo.
Ahí se abrió el camino para la negociación de Acción Nacional con Carlos salinas de Gortari que habría de concretarse, en secreto, con varios compromisos: Adiós al ejido, regreso de la Banca a manos privadas, restablecimiento de relaciones con la Iglesia, un Ombudsman y Reforma Electoral (que habría de traducirse en entrega de varias gubernaturas al PAN a lo largo del sexenio).
Pero faltaba aún lo más difícil: Cuauhtémoc Cárdenas y los cientos de miles de seguidores convencidos de haber ganado la elección presidencial de aquel 6 de julio de 1988. El tigre de la inconformidad y el enojo social.
Tres días después de que Salinas fue declarado Presidente Electo –con la abstención del PAN en el Colegio Electoral-, el ex Gobernador de Michoacán volvió a colmar y a cimbrar el Zócalo. Era miércoles por la tarde, el sol quemaba y al tiempo que la esfinge azteca avanzaba en su discurso y denunciaba el fraude electoral, la multitud respondía a gritos: “¡Muera el PRI!”
El Gobierno se ha puesto fuera de la legalidad –denunciaba Cárdenas- “al cerrar todas las vías legales de defensa de la voluntad popular, nos quieren empujar a auto derrotarnos, a aceptar la imposición…
“Quieren que optemos por la dignidad o la confrontación violenta; quisieran que llamáramos a la confrontación, a sacarlos como sea del poder, de manera desorganizada y no preparada, para ellos responder con un baño de sangre y una ola devastadora de represión…”
Los cohetones resonaban en los viejos muros coloniales. Olía a pólvora. Cárdenas pedía una última salida legal: La renuncia de Salinas al cargo de Presidente Electo.Pero la multitud encendida lo que quería era lanzarse a tomar el Palacio Nacional. Lo demandaban a voz en cuello y puños en alto.
Entonces Cárdenas cambió su discurso. Lo apagó por completo. Contuvo a aquella marea que a punto estuvo de desbordarse frente a las mismísimas puertas de Palacio Nacional – si intentaban ingresar.
Todavía en los días posteriores llegaban hasta la casa del Ingeniero grupos de simpatizantes y campesinos –sobre todo de Michoacán- a ofrecerse para la lucha. Le pedían al hijo del general pelear por su triunfo. Tomar la Presidencia con las armas.
Cuauhtémoc nunca aceptó. Durante el sexenio salinista, los cardenistas fueron perseguidos, asesinados más de 400, según sus cifras.Años después, cuando ya no le significó competencia al priismo, le reconocieron a
Cárdenas su prudencia, su nacionalismo, el haber contenido al tigre en aquellos días aciagos de 1988 y del salinismo.
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GEMAS: Obsequio de Miguel de la Madrid: “Di la orden de disparar si intentaban tomar Palacio. El ejército estaba acuartelado y pendiente”.