Francisco Morales
Hace casi 40 años, en un viaje por las playas de Paracas, en Perú, el periodista Jaime Bayly le preguntó a Mario Vargas Llosa la razón detrás del puñetazo más famoso de la literatura latinoamericana del siglo 20.
A pesar de estar en confianza, el futuro Premio Nobel se rehusó -como lo ha hecho siempre- a explicar por qué ese día de febrero de 1976, en la Ciudad de México, decidió asestar una trompada en el rostro a quien había sido su amigo íntimo, el también gigantesco escritor Gabriel García Márquez.
Un evento que vive en la memoria popular, sobre todo, por la famosa foto del Nobel colombiano, sonriente y con el ojo morado, tomada por Rodrigo Moya, pero sin que jamás fuera aclarado el motivo de semejante hematoma.
“Quizás si él (Vargas Llosa) me hubiera dicho por qué le pegó, yo no habría escrito la novela”, contesta al respecto Bayly, con una copia de su libro Los genios (Galaxia Gutenberg) sobre la mesa, de visita en México el pasado octubre.
“Pero no me lo quiso decir, me dijo: ‘No, de ese tema no voy a hablar, ni ahora ni nunca; que eso lo investiguen mis biógrafos’, y entonces eso me invitó a investigar. Yo sentí que fue una invitación amable, aunque levemente ofuscada”, recuerda.
Una invitación que Bayly (Lima, 1956) se tomó tan seriamente que, desde entonces, comenzó una parsimoniosa labor de reporteo que culminó, décadas después, en su más reciente novela.
Un libro que se presentó el viernes en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, y en el que su autor ofrece su hipótesis final de por qué ocurrió ese desencuentro definitivo entre los dos ‘genios’ del Boom Latinoamericano.
“Cuando se lo pregunté a Gabo, años más tarde, en una fiesta en Washington D.C., Gabo se moría de la risa, a diferencia de Vargas Llosa”, recuerda también.
“Gabo no tenía problemas en hablar del tema, y me decía: ‘Es que yo no me peleé con él, él se peleó conmigo’, y luego me aconsejó: ‘Habla con mis amigos, ellos te van a contar’”.
Bayly, quien es uno de los periodistas televisivos más reconocidos en varios países de Latinoamérica y la comunidad latina de Estados Unidos, se valió entonces de sus programas de entrevistas para seguir el consejo de García Márquez (1927-2014).
Así, una vez que se apagaban las cámaras, con un trago de por medio en algún bar, preguntó sobre el célebre puñetazo a la pléyade de autores del entorno inmediato de los involucrados: Carlos Fuentes (1928-2012), Álvaro Mutis (1923-2013), Jorge Edwards (1931-2023) y Plinio Apuleyo Mendoza (1932).
“Y la versión de los cuatro coincidía con la versión, incluso, de la familia de Gabo. O sea, para decirlo suavemente, que se trataba de un malentendido, que Mario había pensado que habían ocurrido unas cosas que en realidad no habían ocurrido”, asegura, cuidándose de no vender trama de más.
Un dramón, sí, como de novela, que involucra una noche de copas en una discoteca de Barcelona, una traición amorosa que resultó en un despecho justificado y la sospecha de una infidelidad imperdonable.
No obstante, con las fuentes de lujo que consiguió, Bayly se dio cuenta pronto de que ese libro, en el que cada personaje aparece con nombre y apellido, superaba por mucho un mero exabrupto de violencia y celos entre dos amigos.
‘¿Dónde está la genialidad?’”El título es una declaración de amor”, resume Bayly sobre esas dos sencillas, pero contundentes, palabras: Los genios.
“Es un tributo, es un homenaje. Podría haberse titulado ‘El puñetazo’, o ‘El golpe’, o ‘La traición’, pero yo quise llamarlos ‘genios’”, explica.
Y es que uno de los temas subyacentes del libro se refiere a esa división difusa, a menudo incómoda, entre un artista y su obra, ejemplificada aquí por la vida, a veces desparpajada o errática, de los autores de clásicos modernos como Conversación en La Catedral y Cien años de soledad.
“¿Dónde está la genialidad? No cabe duda: no en sus vidas privadas, amorosas; ahí no está. Está en su obra, y yo he leído esas obras, las de Mario y Gabo desde muy jovencito, y soy un escritor porque primero fui un lector de ellos, entre otros, de manera que yo me debo a ellos como escritor”, reflexiona Bayly.
Esta contraposición entre vida y obra, de acuerdo con el periodista peruano, se ve simbolizada poderosamente por el incidente en el que ambos autores se vieron envueltos.
“Yo he humanizado a esos genios, he querido retratarlos en su dimensión más vulnerable, más humorística, más pueril. Quiero decir que el puñetazo no fue genial, el puñetazo fue una tontería, fue una idiotez, un arrebato, un exabrupto de machismo”, apunta.
“Lo que la novela tal vez ha querido ilustrar, desde el puñetazo, es que a menudo los genios artísticos, en sus vidas privadas, son nada geniales”.
Se trata, además, de un recuento biográfico y literario muy preciso de una amistad que nació en el momento crucial en que Vargas Llosa era una ya un escritor estrella, habiendo tenido enorme éxito con su primer libro, La ciudad y los perros (1963), y en el que García Márquez no había corrido con la misma suerte con sus primeros tres libros: La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961) y La mala hora (1962).
Luego, como vecinos en Barcelona, la amistad de ambos comenzó a verse enrarecida cuando el futuro Nobel colombiano despuntó con Cien años de soledad, nacieron las diferencias políticas y Vargas Llosa tropezó con un lío amoroso y un proyecto cinematográfico destinado al fracaso.
Toda una época, dice Bayly, de genios que hacen cosas poco geniales en sus vidas privadas.
“Quizá no lo parece, pero es una novela que no va solamente de Mario y de Gabo, recrea una época, es el fresco de una época, de una década casi, y están otros genios: Pablo Neruda y Pablo Picasso, están Carlos Fuentes y Julio Cortázar, aparece por ahí Joaquín Sabina, Alfredo Bryce Echenique”, enlista.
“Es una novela poblada de genios a los que yo me he permitido la irreverencia, sí, o la insolencia, pero Mario me perdonará, de humanizar”, declara.
Una insolencia que no está exenta, claro, de momentos humorísticos que podrían caer en el terreno del morbo, como deslices románticos, chisme político e, incluso, un cómico episodio de dolor por hemorroides de un escritor famoso, pero que reflejan la vida íntima de quienes definieron a la literatura de su época.
La más genial de todosQuizá la frase que mejor define el abordaje de Jaime Bayly sobre sus protagonistas la dijo Carmen Balcells, agente literaria de ambos: “Vargas Llosa es el primero de la clase, pero Gabo es el genio”.
“Carmen, además, fue también mi agente literaria por muchos años, y me dio información, pero con una sola condición: ‘Esto lo podrás escribir cuando yo no esté’; ella me prohibió escribir esta novela en vida, y yo cumplí”, confiesa Bayly.
Una promesa cumplida que el autor de Los genios acompañó de un retrato elogioso de la artífice de uno de los fenómenos editoriales más significativos del siglo pasado.
“Carmen Balcells fue un genio superior a todos los genios que habitan en esta novela, superior. Ella inventó el circo de los genios, ella montó ese circo, ella lo globalizó y ella los hizo ricos y famosos”, señala.
“¿Tenía razón Carmen? Sí, Mario era y sigue siendo el primero de la clase, el aplicado, el disciplinado, el que hace los deberes, las tareas, el que investiga, el ratón de biblioteca, es decir, alguien que no nació genio, que se hizo genio”, caracteriza.
“Gabo, no. Gabo nació genio. Gabo hacía con las palabras lo que Messi hace con la pelota. Gabo era un genio intuitivo, musical”, define también.
Una diferencia entre ambos que, aunque polémica y abierta siempre a debate para los devotos de ambos escritores, Bayly sostiene junto con Carmen Balcells, la más genial de todos.
Amistades rotasLa amistad que Jaime Bayly cultivó con Mario Vargas Llosa y sus hijos terminó a causa de los desencuentros políticos que tuvieron durante dos elecciones presidenciales en Perú, cuando el Nobel apoyó a Alejandro Toledo y Ollanta Humala, candidatos a los que el periodista se opuso férreamente.
Aun así, al autor de Los genios le encantaría enmendar las cosas.
“Me encantaría, con Vargas Llosa y con Patricia Llosa. Patricia ha dado muy pocas entrevistas en la televisión y una de ellas me la dio a mí. Y yo les tengo mucho cariño y yo espero que se hayan reído leyendo la novela, yo creo que se han reído”, espera.
“Yo creo que no tiene sentido cultivar el rencor como Mario eligió cultivarlo respecto de Gabo, porque Gabo quería un reencuentro. Habían pasado muchos años, el puñetazo fue en el año 76”.
Según se ha enterado por sus fuentes, Vargas Llosa fue visto en una librería de la Gran vía, en Madrid, comprando Los genios.
“Debo presumir que la ha leído y yo lo conozco bastante bien, he sido amigo de él y de sus hijos más de 20 años, entonces yo creo que él es suficientemente inteligente como para entender que ésta es una novela que está escrita sin afán de dañar, o injuriar, o calumniar a nadie”, sostiene.
En cierta forma, un lamento por las amistades rotas atraviesa la novela de Bayly.
“Yo creo, de verdad, que Mario le dio un puñetazo a Gabo y en realidad tendría que haberle dado un abrazo y un beso, tendría que haberle dicho: ‘No pasó lo que yo creo que pasó’, no atacarse de celos”, concluye.
“Eran tan grandes amigos, vecinos y compadres, que a mí me hubiera gustado que Mario, desde la sabiduría de un liberal, no tuviera este arrebato matonesco y le dijera: ‘Vamos a tomar unos tragos y cuéntame qué pasó’”, añora.