VOCES DE MUJERES
Como todos los años desde que era niña al lado de mi abuelo me preparé para ver en la televisión el desfile militar que conmemora la Independencia de México. Aun me sorprende que me emocione ver a miles de personas formadas en contingentes mientras al fondo se escuchan, tambores, trompetas y voces que cantan y marchan a un tiempo. Me encanta ver a las escaramuzas y los charros haciendo suertes con reatas, los caballos militares peinados con la bandera tricolor, las águilas reales posadas en los brazos de cadetes. Este año mi emoción fue más grande porque por primera vez una mujer, Karen Velázquez piloteó un avión super sónico F-5 y su compañera Miriam Martínez comandó un Texan T6C, pero sobre todo porque durante la narración oficial se mencionaron términos como perspectiva de género, igualdad sustantiva, enfoque basado en derechos humanos e inclusión, algo impensable hace algunos años.
Si nos remontamos a 1810, cuando se gestó la lucha de México por independizarse del Imperio Español, la vida de las mujeres mexicanas era muy distinta, vivían en condiciones de pobreza en zonas rurales, dedicadas a labores domésticas y del campo, sujetas a los designios de la iglesia, sus maridos y los señores cuasi feudales que definían el destino de los mexicanos, sin esperanza de recibir ningún tipo de educación, salud y fuera de la vida económica. Solo las mujeres de las clases aristocráticas podían participar, de manera limitada, en la vida pública del país. Tal fue el caso de Josefa Ortíz de Domínguez, Leona Vicario, Rafaela López y María Ignacia Rodríguez. Su participación, lejos de reconocerse por su interés por lograr un cambio en la vida política y social de México, por lo general se asocia a su relación familiar o afectiva con hombres que participaban en el movimiento insurgente. Sin embargo la aportación de las mujeres fue variada y no estuvo limitada a la clase criolla, sino que incorporó a mujeres de todos los niveles sociales como Juana Barragán, “La Barragana” quien comandó un contingente en el ejercito de Morelos, lo que le costó ser ejecutada en la horca; o Gertrudis Bocanegra quien tuvo una participación importante como correo y espía independentista ya que ideó una forma de pasar comunicaciones entre los aliados en la lucha por medio de cigarros especiales que ella misma preparaba. También tenemos a Manuela Medina “La Capitana,” nombrada así por la junta de Zitácuaro por levantarse en armas y participar en por lo menos siete acciones de guerra. Miles más, desde el anonimato confeccionaron uniformes, atendieron heridos, escondieron a soldados, transportaron municiones y sacrificaron sus vidas al lado de los héroes que si fueron reconocidos por la historia.
La historia de México debería narrar las incontables hazañas de miles de mujeres que durante las diferentes luchas armadas que ha padecido nuestro país se sumaron a los movimientos de resistencia. Desafortunadamente no solo sus nombres no son mencionados, sino que, al final de los conflictos bélicos, los derechos que ellas reclamaban no fueron plasmados en los documentos que derivaron de estos movimientos y que conformaron el marco normativo del estado mexicano. Las mujeres quedamos fuera de la Constitución de Apatzingán, se nos incluyó en las Leyes de Reforma como seres débiles que requieren de la protección de un hombre, ya sea su padre o marido a cambio de la subordinación absoluta y en 1917 tampoco fuimos reconocidas como sujetas de derecho en la Constitución, aun cuando nuestra participación en la Revolución Mexicana fue significativa.
No fue sino hasta 1953 que se reconocieron nuestros derechos electorales; la igualdad jurídica entre mujeres y hombres esperó hasta 1975 y la participación militar de las mujeres en trabajos que no fueran como enfermeras, oficinistas, costureras y afanadoras ocurrió finalmente en 1983. En 1994 se otorgó por primera vez el grado de General Brigadier a una mujer y a partir del año 2000, las mujeres podemos realizar el Servicio Militar Nacional de forma voluntaria. En ese año también se creó el Batallón de Tropas de Administración Femenino, con el fin de impartir el segundo nivel de adiestramiento militar a las mujeres de las dependencias de la Secretaría de la Defensa Nacional. En 2007 que se ampliaron las opciones de ingreso para las mujeres a los planteles militares y en consecuencia, en Septiembre del 2010, se graduaron las Primeras Oficiales de la Fuerza Aérea, sin embargo tuvimos que esperar hasta 2016 para ver a las primeras graduadas como Oficiales de Artillería y Zapadores del Heroico Colegio Militar. Un dato sorprendente es que hace apenas dos años, el 1o de Septiembre de 2017, la Escuela Militar de Enfermeras cambio su denominación por Escuela Militar de Enfermería y admitió por primera vez a hombres. Vale la pena mencionar que en Mayo de este año se incluyó la paridad de género en la Constitución Mexicana a fin de garantizar el ejercicio pleno de los derechos políticos de las mujeres. Esta reforma constitucional obliga a todas las instituciones de los tres órdenes y niveles de gobierno a garantizar la participación e inclusión de las mujeres en gabinetes, cuerpos directivos y al frente de las organismos autónomos, incluidas, por supuesto, las fuerzas amadas.
Este año a lo largo de la narración del desfile se hizo un énfasis especial en la participación de la mujeres en nuestras fuerzas armadas, tanto en el Ejercito, en la Marina como en la recién creada Guardia Nacional. Volaron en aviones supersónicos, en helicópteros y en naves abastecedoras. Saltaron en paracaidas, portaron uniformes anti-explosivos y viajaron dentro de tanques de guerra. Desfilaron en grupos mixtos al lado de sus compañeros, formaron parte de las guardias de honor, abrieron el desfile en un contingente de 55 banderas que representaban a las diferentes destacamentos que vendrían detrás de ellas. Fueron nombradas y contadas como parte de la escuela militar de transmisiones, medicina y de ingenieros. Por primera vez la Escuela Nacional de Enfermería cuenta con 57 hombres que marcharon junto a sus compañeras en uniformes blancos.
Las mujeres hemos participado en todos los movimientos bélicos para lograr cambios sociales y políticos en nuestro país; hemos arriesgado nuestras vidas y cerrado filas con nuestros compañeros. También hemos sido indispensables en las reformas pacíficas que se han dado en México, sin embargo, la lucha por el reconocimiento de nuestros derechos ha sido una lucha muy larga y solitaria, que se ha dado sin el apoyo de los hombres que apoyamos durante esos conflictos y muchas veces a pesar de ellos. La lucha por los derechos humanos de las mujeres es una batalla de perseverancia que inició antes de que México fuera independiente; es una lucha que continua a la fecha y que se enfrenta a instituciones poderosas que buscan mantener a las mujeres en un estado de subordinación y sujeción, limitando sus derechos a decidir sobre sus cuerpos y excluyéndolas de la participación política.
Tal vez es por eso que este desfile tuvo un significado especial para mi. A pesar de los señalamientos de abusos por parte de civiles en contra del Ejercito y la Marina y mi preocupación por la incertidumbre que trae la nueva presencia de la Guardia Nacional en nuestras calles, me erizó la piel ver a mujeres mexicanas marchar con la frente en alto en medio de sus compañeros. Me emocionó ver a mujeres mexicanas al frente de batallones, portando uniformes que hace algunos años solo podían confeccionar y siendo nombradas con cargos como capitana y generala. Me emociona saber que tenemos al frente de la Ciudad más grande del país a una gobernadora, que nuestro Congreso de la Unión está conformado por mujeres y hombres en condiciones de paridad, que los títulos de nuestras jóvenes dirán ingeniera, arquitecta, licenciada. Pero más me emociona ver a jóvenes y niñas empoderadas, asertivas, listas para enfrentar el futuro gracias a los derechos ganados para ellas por miles de mujeres durante los últimos 209 años, abrazando su independencia.