Ayer marcharon 20 mil, pero estuvieron todas, incluso las que ya no están, pero siguen estando. Ellas son el corazón de las que ya no laten, la voz de aquellas que ya no pueden gritar, la guerra que ha vencido la paz del silencio.
El 8 de marzo del 2023 sin duda pasará a la historia de Querétaro, un estado diverso, con contrastes, pero que se unificó por ellas, por quienes amalgaman el tejido social para tomar las calles en conmemoración del Día Internacional de la Mujer.
Unos minutos antes de las 16:00 horas, a las puertas de la Alameda Hidalgo comenzó la organización; las que ya sabían a lo que iban daban voces a aquellas que por primera vez acudían a expresar su sentir, a gritar para mostrar mensajes generales y particulares.
A las 16:10 se dio el corte a la circulación vehicular en Avenida Zaragoza, se retiró a un hombre “infiltrado”, esbozado, que al ser descubierto entendió que no era su lugar, que era el de ellas, como muchos que desde la periferia seguimos, acompañamos y escuchamos calladitos, calladitos.
La tradición queretana se hizo presente en la manifestación con el arribo de tambores, plumas y cascabeles de las concheras, danzantes que prepararon un ambiente que era conmemorativo, que mezclaba sentimientos de alegría, ira, tristeza, esperanza, pero sobre todo unión, eran las 16:14 de una tarde en la que el sol marcaba la piel, pero incapaz de detener la convicción movida por una lucha de muchos años.
“Vengo por ella, por mi prima, porque ella ya no está, la mató su pareja”, compartió Laura su historia, que como la de ella, tan sólo era una pieza de un rompecabezas lleno de cartulinas con mensajes ingeniosos, valientes, certeros.
“Calladitas no nos vemos”; “Quiero morir de vieja, no por ser “vieja”; “ Somos un país que grita más fuerte un gol que una injusticia”, eran algunos de los miles de carteles que desde su entraña nos recordaban que han querido callarlas, cuando nacieron gritando.
Zaragoza comenzó a ser insuficiente y a las 17:00 la vanguardia dio los primeros pasos con dirección al Tanque, no sin antes advertir que ellos no son parte de la solución, que somos parte del problema. “¡Fuera hombres! Fuera hombres¡”, mensaje que nos llevó a dar unos pasos atrás, pero a acercar más la consciencia.
“No quiero tu piropo, quiero tu respeto”, Quiero ser libre, no valiente” “Te cansas de oirlo, nosotras de vivirlo”, mensajes que elevaban el tono.
Abuelas, madres, niñas, todas desfilaban con orgullo, con coraje, con ira, pero sin temor, demostraban que son más fuertes que el miedo.
Los micromachismos, esas frases que marcan la cotidianeidad eran parte del mensaje de miles de ellas. “No soy histérica ni estoy menstruando, grito porque nos están matando”.
Mientras marchaban mostraban fotos y lanzaban acusaciones de quienes las acosaron, las violaron, las mataron.
Las mayores, las que callaron por años no lo quieren hacer más, se expresan por ellas, por las que están, por las vienen.
“El recuento de los daños materiales será mínimo comparado con el daño físico, emocional y sicológico”, comparte una madre que es maestra de secundaria mientras con el dedo señala un muro lleno de nombres, de acosadores, de violadores y feminicidas.
Esos papeles y las pintas permanecerán unos días, pero el dolor por la ausencia seguirá presente y marchará año tras año todos los 8 de marzo, pero al menos ayer, Querétaro, desde su corazón latió con ellas.
Así lo ví desde la periferia, de quienes sólo nos tocó ver, escuchar y aprender, así tendría que ser para acompañar, ser solidarios, pero sobre todo respetuosos, de sus tiempos, sus espacios y sus vidas, en una guerra que derrotó la paz del silencio.