Una de las más célebres frases del actual presidente, don Andrés Manuel López. O., fue durante una reunión de banqueros (marzo 2018) a quienes les dijo, como advertencia, pronóstico o amenaza, la consecuencia de un fraude electoral: se soltaría el tigre y no estaría yo para aplacarlo.
Palabras más palabras menos, pero ese fue el sentido.
“A ver quién lo amarra”.
Hoy, casi un lustro después, Lorenzo Córdova, en una amplia entrevista con Francisco Báez, de La Crónica, expone un grave riesgo: el conflicto preelectoral por disfunción de un sistema alterado por una reforma truculenta, mal planteada jurídicamente y peligrosa en lo político.
“…Está tan mal hecha la norma que, al ponerse en riesgo elecciones auténticas, habrá una lluvia de recursos.
“Entonces lo que habría que esperar serían elecciones impugnadas
Reglas impugnadas, más bien. Conflicto preelectoral, por primera vez.
“Reglas del juego democrático que serán dirimidas en tribunales, y no como producto de un consenso político. Es la primera vez que ocurre eso en tres décadas.
“Lo mismo sucede si los árbitros no son producto del consenso. Eso está en la raíz del conflicto de 2006, cuando se excluyó a uno de los tres grandes partidos de la designación de los árbitros electorales. Se abre la puerta para que alguien pueda decir que hubo reglas injustas, porque fueron impuestas. Las reglas requieren de un consenso, que es la base de la legitimidad de todos los procesos electorales democráticos…”
La consecuencia de estas alteraciones a un sistema electoral funcional (si bien no perfecto a todas luces correcto), podrían no soltar al tigre callejero sino al felino mayor agazapado en las fuentes iddeológicas de Morena.
La inestabilidad electoral ( pre y post), podría generar una cantidad tal de conflictos como para anular el proceso y dictar medidas de emergencia, como las impuestas, por ejemplo, en Brasil tras la asonada estúpida de los seguidores de Bolsonaro. Ese ha sido un conflicto post electoral por caminos subversivos.
La dicha entrevista es abundante en advertencias ominosas para el juego democrático. Por ejemplo:
“…Hay cinco grandes pilares que hemos construido y son de los que depende la buena salud de nuestro sistema electoral: uno es la autonomía de los órganos electorales; otro, el servicio profesional electoral, con independencia de quienes encabecen el INE. Gente que entró por concurso y que se evalúa permanentemente
“El tercero es la presencia territorial permanente del INE. Es lo que te permite no sólo operar servicios como las credenciales, sino también el contacto para conocer el terreno.
“Hay elecciones en terrenos con presencia del crimen organizado y eso no ha significado que dejemos de instalar una elección. Esto implica un contacto permanente. Y esa presencia te permite ir construyendo la confianza pública que requieres para poder reclutar a millones de ciudadanos cuando tienes que hacer elecciones.
“El cuarto es el padrón electoral, administrado por un ente autónomo y no por uno gubernamental: es decir, sin intencionalidad política. Recordarás que de ahí venimos: padrón rasurado, muertos presentes, etcétera.
“El quinto punto son condiciones equilibradas de competencia.
“Todos estos cinco puntos están blindados en la Constitución. Y todos se veían dinamitados por la iniciativa de reforma constitucional que presentó el presidente. Al no haber prosperado esa iniciativa, uno pensaría que esos cinco pilares están a salvo.
“El problema es que la reforma legal, el llamado Plan B, altera todos esos cinco puntos”.
Si las circunstancias lesivas de estos cambios –ahora impugnados por controversias constitucionales y en manos de la SCJN–, no fueran producto de la mala fe, se les podría atribuir unan notable ignorancia jurídica. Pero lo primero es más evidente.
Se diría, están hechas para crear un conflicto, no para darle continuidad a un sistema democrático.
Hasta los plazos electorales son un problema. Antes se organizaba todo en nueve meses; ahora en siete.
Una democracia sietemesina… dice Córdova con amargo humor.