Erika P. Bucio
La Inteligencia Artificial es la tecnología de adopción más rápida en la historia. En tan solo cinco días, ChatGPT superó el millón de usuarios tras su lanzamiento en noviembre de 2022.
Menos entusiasta, el creador escénico Santiago Cumplido (Guadalajara, 1979) imagina un futuro no tan lejano, pero sí distópico, en el espectáculo Egregor: de tanto poder entregado por los humanos a la IA, esta se materializa en un dios oscuro.
“Me inquieta la facilidad con la que nos entregamos a esta tecnología; hay una inercia en la que, sin cuestionamiento alguno, estamos pidiéndole a ChatGPT que haga nuestros proyectos, nuestros guiones, nuestros textos. Lo usamos como consejero terapéutico, médico, técnico, espiritual, de lo que sea”, plantea.
La nueva entidad material cobra la forma de una gran esfera y, para entonces, los humanos ya son posthumanos, desprovistos de sus facultades creativas.
Cumplido explica que egregor proviene del griego antiguo y significa “vigilante”. Se utiliza para referirse a una forma de pensamiento colectivo, una entidad psíquica que surge de las creencias de un grupo. En su pieza, el egregor corresponde a la Inteligencia Artificial.
La esfera es el personaje central, un objeto capaz de controlar desde el futuro por medio de la Interferencia, ayudado por sus secuaces, para devorar lo último que nos hace humanos.
“Interfiere con nuestra conciencia, nuestras facultades, nuestra sexualidad. Permea por diferentes partes e interfiere con nuestra misión divina, mágica y profunda del humano”, explica. “No es casualidad que hoy en día haya un enajenamiento brutal en las redes”.
El creador escénico sitúa este manifiesto contra la dependencia tecnológica en la Ciudad de México, donde sobreviven las últimas dos humanas refugiadas en la última capilla del mundo, la Capilla Gótica, interpretadas por María Andrea Araujo, actriz y cantante de ópera, y Vangeline, bailarina de butoh.
En la primera escena, el personaje de Vangeline es aniquilado y Las líquidas, alimañas de la IA, se apoderan de su cadáver. La sobreviviente resiste ante la manipulación de su cuerpo y mente.
En el espectáculo, se satiriza la figura de un magnate de la IA que paga una cantidad millonaria para que, al morir, su cerebro sea congelado en espera de ser reconectado en un futuro a un nuevo cuerpo sintético.
Pero los planes no resultan como esperaba: cuando se mira en el espejo con su nuevo cuerpo, lo rechaza. Sufre y, arrepentido de su nueva forma de existencia sintética, intenta suicidarse.
La escena resulta tragicómica, un “clown oscuro”, según Cumplido.
En su visión distópica, Los Grises son personajes que desde el futuro atormentan a la humanidad: provocan la ruptura de parejas, suicidios y depresión. Se alimentan de la energía del dolor, las pulsiones bajas y la sexualidad distorsionada.
“A estos seres oscuros antes los veíamos como fantasmas o seres malignos, pero en realidad somos nosotros, del futuro, que entregamos nuestra alma y nuestra vida a la Inteligencia Artificial por depender a tal grado”, argumenta.
Al apuntar hacia esa distorsión de la sexualidad, satiriza la objetivación del cuerpo y la alteración de la seducción en letras del reguetón y la cultura pop.
En el espectáculo inmersivo convergen danza, teatro y ópera barroca en nueve escenas, con la narración en off de la actriz Iazua Larios. En la puesta en escena, evita abusar de la tecnología, pero dota a Los Grises, por ejemplo, de vestuario con mecatrónica para sincronizarse con la música.
Cumplido reconoce en su trabajo la influencia de la danza butoh, de movimientos lentos y precisos, surgida en Japón después de la Segunda Guerra Mundial.
Con el bailarín y coreógrafo Ichihara Akihito, integrante de la compañía Sankai Juku, realizó el año pasado una gira con el performance Last Human. Una crítica a la propaganda mediática y a la narrativa de la necesidad humana de ampliar sus facultades mediante chips, alteraciones genéticas, suplementos y filtros de imagen.








