LA APUESTA DE ECALA
Para el cura el recuerdo de sus padres es vago, casi nulo, una simple idea de aquellos descendientes de españoles que le formaron —dentro de una familia apegada al trabajo y lectura— todos sus hermanos fueron grandes pensadores, inclusive aquello de la disertación se le da por su hermano doctor en teología, José Joaquín.
Su otro hermano Mariano, uno de los comerciantes de mayor importancia de la ciudad de Valladolid, se había distinguido por el ingreso de excelentes cárnicos, cuidados, también en presentación ahumados, no se le reconocía porción alguna de poca capacidad.
Aquel maravilloso escritor y poeta José María, con Bachillerato en Artes por la Pontificia Universidad y grado de excelencia en sus obras literarias y llenas de atención, que le llenaban las pupilas al cura, pero que a muchos ibéricos no les hacía en nada agrado, que un criollo con nivel de bachiller critique algunas formas de la relación de trabajo, entre las haciendas que explotan a los indígenas y de aquellos levantamientos en las minas del Potosí.
El benjamín de la familia era Manuel Mariano, abogado egresado de la real escuela de derecho y jurisprudencia, que trabaja en la Real Audiencia de la Nueva España, el tribunal de mayor jerarquía para los casos que se adhieran desde los territorios propios estos anexos a España —que cubre al sur todo el centro del cuello marítimo de Panamá, hasta las tierras del norte, una extensión de más de tres veces todo Europa conocida—.
Pocas veces se llegan a juntar entre ellos, los oficios y calendas les hacen de por sí la manera propia de lograr hacerse de la vista, pero en ocasiones especiales lograban estar dentro de sus querencias.
La reunión convocada por su hermano José Miguel, versaba no solo en reconocerse y saberse con beneméritos, sino el de hacerles saber algunas ideas de aquello que trataba de entender y que versaba en aquellas ideas llegadas de Europa: Igualdad entre los unos, hermandad entre los diferentes y libertad en los sentidos propios de la decisión de saberse gobernar por los iguales.
¡Ideales concretos!
El lugar, el conjunto arquitectónico anexo al templo de San Felipe Neri —en la suntuosa ciudad de Querétaro— una obra colosal recién terminada por parte de la beneficencia de dos grandes promotores: Melchor de Noriega y Cobiedes y la señora María Cornelia Codallos, ambos benefactores de por mucho la última gran obra de arquitectura religiosa de la Nueva España.
El encargado de finalizar y administrar esta obra era el párroco de la misma José Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor, sus hermanos le apodaban “el cura Miguel”
Fue el propio José Joaquín, que estudió en el Colegio Jesuita de esta ciudad, el que primero llegó a la reunión, solicitándole de manera precisa ir a visitar lo que queda de aquellos recintos, debido a que tenían la fama de haber sido abandonados con todo lo que adentro establecía, siendo tapiados inclusive, algunas entradas por los hermanos franciscanos.
Fueron José Miguel y José Joaquín a punto de pie, trasladarse por toda la ciudad para llegar al antiguo recinto jesuita, siendo los altos pastos y grandes frutales lo que atesoraban el descuido de aquellos lugares, la parroquia anexa —dedicada a Nuestro Señor Santiago Apóstol— revelaba los años de descuido y muros quebradizos por el incesante avanzar de la naturaleza.
Al pasar de frente se dieron cuenta que ningún alguacil vigilaba —siendo la orden primera de las matinatas de los oficiales de guardia de síndico— lograron hacerse del paso e ingresar al patio principal —resquebrajado por los troncos de los árboles—.
Al subir por la escalera se dan cuenta que algunos animales ya se habían apropiado del lugar, conejos, ardillas, tlacuaches en los cuartos, roídos catres, por otro lado, en los techos palomas y tecolotes han hecho de las suyas.
La biblioteca del convento está intacta, tomos estrictamente alineados y administrados en orden alfabético, obras gallardas de autores, manuscritos, el orden de las clases, así como los programas de cada una de las materias impartidas, les dan a los dos hermanos, la intención de hacerse de tal botín, sabedores de que no habrá justicia que los acuse, pero si la moral que los exima.
El segundo en llegar al convento del conjunto religioso de San Felipe Neri fue el abogado de la Real Audiencia —el menor de todos los hermanos— el renombrado Manuel Mariano Hidalgo Costilla, es tal vez el magistrado de mayor renombre, sus atenciones en aquellos juicios que no eran solucionados por el cuerpo de colegio, Manuel Mariano los sorprende con una cátedra de versos y narrativas que apoyan el uso y abuso de la querella.
No era de esperarse su llegada en suntuoso carruaje en donde trasladaban algunos poderes de la Real Audiencia —tratados como ibéricos, eran los pocos que gozaban de tal distinción— criollo al fin, aquello sin cuidado, le podría sacar de sus razones cotidianas.
Tanto el cura Miguel como su otro hermano Joaquín le recibieron con alegría y extraña salvedad, verlo vestido en la casaca de ibérico les dejó de verdad sin palabras.
—¡Vamos hermanos! ¿no me reconocen? soy Mariano… ¡venga denme un abrazo!
—¡Hermano! vestido de gachupín no te reconocía…
¡sonaron alegres carcajadas!
Los tres fraternos lograron hacerse de una buena comida, preparados por los hermanos del oratorio de San Felipe Neri —que andaban en el ajetreo porque a unos cuantos días sería abierto el anexo al convento, en propio, el convento mismo— pero se dieron tiempo de preparar habitaciones y viandas.
Ya para entrada la tarde esperaban aún la llegada de José María, el hermano artista, de obras publicadas y poemas prohibidos por el Santo Oficio, mismas catalogadas algunas de heréticas le valió que las más fueran incineradas.
Mientras llegara, borbones, tintos y bebidas del llamado “pulque” —traídos de la Villa Cadereyta— arreciaban con fuerza la plática.
— Anda Miguel dinos, que ha corrido de tus homeléticas algunas frases famosas por toda la Nueva España, acerca de que somos iguales, los unos y los otros, los españoles y los indios, anda dinos ¡que seguro que a nadie le habrá gustado escuchar esto…!
—Vamos es solo cuestión de naturalidad ¿qué acaso entre las bestias de carga se distingues por diferentes? ¡todos son iguales ante la creación del todo poderoso! porqué razón, entre nosotros, ¿debería de ser diferente?
—A más de algún español esto le habrá causado malestares de hígado.
—¡Seguro!
23 de Junio de 1811, torre del conjunto jesuita que servía de cárcel al cura Miguel Hidalgo, San Felipe El Real de Chihuahua.
La visita de un magistrado de la Real Audiencia a la recién improvisada cárcel del acusado antiguo cura Miguel Hidalgo Ignacio Costilla, era cuestión de no verse en tal grado, la insurgencia en contra de la corona se sabía abierta, era menester de dar cobijo a los encargados de hacer nacer tal movimiento que deberían de tener un escarmiento como el que ninguno.
Los territorios de Real de Chihuahua son inhóspitos, los grupos de Apaches son famosos por la región, de cortar los cueros cabelludos de aquellos que se atrevan a cruzar sus territorios, se les han contado por millares en todo el dominio.
La cárcel improvisada no solo se cuida de aquellos insurgentes que traten de rescatar al cura emancipador, sino de los apaches mismos, dragones de la corona han sido masacrados por estos grupos nativos.
La custodiada llegada del magistrado superior de la Real Audiencia cumple un solo fin:
¡Dictar sentencia capital al reo!
La audiencia versa acerca de lograr tener la información suficiente, para lograr capturar a los demás insurgentes, los territorios a invadir y las alianzas con algunos grupos de ingleses o franceses —según fuera el caso—.
En desvencijada celda se encuentra el ya anterior cura Miguel Ignacio, se le notan en sus manos los flagelos de lo que será su degradación pública como sacerdote, mal comido y con posible tifoidea, era momento de hacerle saber que podía ayudar en extremo a la corona, si supiera de verdad la información que le guarda.
El primero en intervenir fue le magistrado de la Real Audiencia.
—Que se le haga saber al prisionero de la magnitud de las acusaciones, que se dé por un hecho que debe y deberá obediencia a la figura que represento y que se le haga de su conocimiento que está acusado en pena de muerte, no solo por la corona, sino por el Santo Oficio.
—¡Que de enterado me dé! —respondió el cura.
—¿Qué profunda razón le hace saber de su forma y conocimiento al llamado reo el de lograr un levantamiento y masacre de magnitudes como las informadas en la ciudad de Guanajuato el día… y que a bien ha sido capturado y levantado en apóstol de cárcel para su aplicación de pena capital?
Un silencio avanzó…
—¡Qué conteste!
—Deseo a su señoría hacerle un arrebato de desobediencia, más no expondré mis alegatos ante un representante del falso Rey José Napoleón I, el “comienzo” como usted le llama de las hordas insurgentes, no es más que lograr el regreso de nuestro amado Rey Fernando VII al trono de España, somos el comienzo de una crianza de héroes que darán regreso a su majestad… ¡viva el Rey Fernando séptimo!
¡El magistrado se molestó!
—Empero y aseguro que su majestad verdadera es José Napoleón I… ¡viva el Rey José Napoleón primero! — todo el batallón que custodiaba la naciente cárcel respondió
¡Qué viva el Rey José Napoleón I!
—Si su señoría me permite, la invasión del usurpador José Napoleón I, es solo el comienzo de la caída de este lúgubre imperio, de esta nación construida en los rincones del soporte de los nativos y los esclavos, es un escarmiento a que España se dejó llevar por la moda de las invasiones y fue presa del hambre de territorio de la llamada Francia, nosotros solo nos levantamos en nombre de la libertad de estas tierras, al ver que nuestro Rey Fernando VII había sido expulsado, a la usanza de la Europa medieval, deseamos todo el grupo insurgente el regreso de su majestad.
—¿Es de saberse como verdad lo que dice? ¿son los mismos sentimientos que acompañan al general José María Morelos?
—Que de cierto no puedo asegurarlo, solo obedezco a los propios.
… En la ciudad de San Felipe El Real de Chihuahua siendo el 23 de junio de 1811, y resolviendo a favor del Rey José Napoleón I, de dependencia al primer imperio francés, en los intereses políticos, militares y económicos, dentro ultramarinos de la España y los territorios de la Nueva España y los que estuvieran, en audiencia a la junta de Cádiz, Castilla y la Suprema Central, y ante la gran Logia Nacional de España, maestro del Gran Oriente de Francia, el gran Oriente de Italia y obtenido de la gran Águila de la Legión de honor, hago de suyo la sentencia a pena capital del reo Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor…
Firma, magistrado del imperio del Rey José Napoleón I en la Nueva España, con los poderes afirmados y adjudicados:
Manuel Mariano Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor…