LA APUESTA DE ECALA
Los dolores que mayormente sufren los varones – sea cualquiera el origen- están relacionados con su estado de ánimo, en donde se manifiesta un conjunto de temores y fobias de sus recónditos lugares, de sus infancias lejanas.
La niñez mal lograda con padres bélicos y violentos, los primeros años como bachiller y el tratar de evitar a toda costa convertirse en sopista – algo así como vagos sin sentido en las universidades de España, eso sí, ¡buenos músicos! – le transformaban a Hernán a sus ayeres.
¡más que nostalgia había sordos recuerdos!
El dolor que sufría su corazón no le dejaba pensar… ¡una derrota por primitivos seres! ¡inclusive impropios de saludo o condecoración alguna! ¡menos que plebeyos!… ¡destrozaron el total de sus ánimos!
En sus momentos de mayor depresión, en aquellas en donde la noche no te ayuda y se convierte en tu propia bestia, que te domina y te llena de temores… ¡la taquicardia y el sudor fluyen en un vaivén!…
– ¿qué hago aquí?… ¿me recordará la historia como el gran caballero o seré la mofa por mis infortunios momentos?…
¡Cortés se sabía desdichado!
Los naturales de Temixtitlán le habían dejado claro al capitán, que estaban de su lado… ¡aunque poco realmente hacían por devolverle el ánimo y la certidumbre!
Unos le proveían de la comida y las curaciones para su rodilla y su ojo – que en mal estado le había propiciado una infección, que le levantaba las fiebres- usando solo hierbas y aromatizantes potajes, le habían ya varias veces elevado el sopor, como una embriaguez llena de recuerdos y nauseas.
¡pero a pesar de ello los miraba como médicos!… ¡y de pronto! al mismo tono… ¡les rechazaba!
-¡perros malditos!
¡les gritaba!
-¡elíxires de satán…! y volteaba de un golpe el brebaje…
Cuando tomaba reflexión del hecho, se levantaba – como podía- y ofrecía disculpas-… ¡que luego enjugaba en su conciencia! el mal sabor del conflicto de lo que veían sus ojos, y sus ancestrales creencias.
¡un intrincado laberinto se abría a su razón!
– ¿por qué Dios permitió la existencia de estos naturales?… ¿porqué nadie los descubrió antes?… ¿porqué se miran dentro de ellos una inocente violencia…? ¡que parecieran felinos! ¡hermosos y peligrosos!
¡noches enteras pasó ensimismado de sus fiebres y su razón!
-¿qué será de estas personas?… ¿su alma salvará? y si la tuvieran… ¿dónde está? ¡infinita la misericordia de nuestro Dios todopoderoso!… ¡seguro los condenará!… ¿o no?
Hernán Cortés no había sido formado por principiantes o neófitos de guerra ¡la especialidad había sido su carácter de formación en las armas!… ¡era arrogante como el que más! ¡y su valentía le hacía sentirse en todo momento y sin chistar en un verdadero dragón del rey!… ¡aunque buscado como fugitivo aún!… ¡gozaba de una luz en sus ojos que pocos explicaban!
¡las mozas en Salamanca caían rendidas a sus pies!… ¡sus melodías con los sopistas en constantes amenizaban la juerga!…
¡pero no cambiaba a ninguna salmantina por una bella y sutil piel de musgo!
¡las mujeres naturales eran de verdad un dolor de cabeza para Cortés! sencillas ¡no había obesidad clasista europea! – a la cual estaba acostumbrado- en su mayoría las mujeres eran limpias, recatadas y cercanas a sus hombres… ¡eran valientes y en ocasiones daban a luz solo amarradas de un árbol!
-¡una europea necesita un séquito para parir!… ¡aquí solo el campo!
El destello de estas y otras más comparaciones que hacía Cortés, aún no le daba el tiempo de escribir al Rey Carlos I y V de Sacro Imperio Romano.
¡es justo el tiempo exacto después de la derrota en la gran ciudad de Tenochtitlán!
¡fueron masacrados!… ¡aún hay pesadillas de lo ocurrido!
El niño Cuauhtémoc perdió a su padre a la edad de siete años, y como dictaba la tradición de la nobleza mexica, debería de pasar a manos del estado – que más que estado era una teocracia- y en ella convergían las costumbres férreas de una nobleza dura, las artes bélicas, pero la obediencia ciega, a los usos y tradiciones.
Siendo que a los quince años ingresa al Calmecac, su materia preferida fue la medicina – que de astronomía y ciencias de la construcción también sabía en demasía- Cuauhtémoc sabía que las enfermedades las hacemos en nuestras mentes, es un estado apropiado.
Quien se sabe enfermo, enfermó será – dictaban sus estudios e hipótesis de su centro de formación- gran conocedor de lograr terminar con enfermedades de su pueblo… ¡por ello se le conocía como gran tlatoani tlacatecólotl – hombre búho- porque no solo dominaba la enfermedad física, sino la espiritual.
Los tlacatecólotl eran médicos que, a través del maíz, lograban profetizar la enfermedad – leían las hierbas y comían cactus para entrar en trance- y la hacer ver al enfermo que existía algo sobrenatural en su enfermedad, lograban sanarlos completamente.
Cuando los españoles vieron esto se quedaron absortos en la efectividad de los tratamientos…
Para lograr sanar bajo este concepto, Cuauhtémoc les recordaba que en cada uno de nosotros habita un ser que nos nutre y nos llena de salud: Teyolía, quien impregnaba a las personas de aromas de energía y sobriedad, y que, al invocarla y generar una comunicación con ella, se lograba acordar la salud del enfermo.
Los tlacatecólotl también hacían creer a las personas que su mal se podía mandar a otra apersona, es decir, si uno tuviera una mancha en la piel, gracias a Teyolía se podía acordar enviarla a cualquier ser vivo que pasara por ahí, desde un ave, hasta un pez… ¡o una persona!
¡así los españoles comprendieron el término de mal de ojo!
Muchos europeos que llegaron a estas tierras vieron las maravillas de la medicina natural, de la herbolaria y de un sinfín de males logrados por el consumo de cactus y potajes de hierbas aromáticas…
¡en ningún momento los frailes franciscanos que llegaron después de Cortés enajenaron esta perspectiva como errónea! los mismos religiosos, se sabían conocedores de la ciencia, y esta era una oportunidad de lograr mayor conocimiento.
¡fueron los soldados creyentes que para satisfacer su hambre de conquista acusaron a los naturales de blasfemos y endemoniados!… ¡con ello lograron grandes matanzas en la región!
¡en nombre de la evangelización!
¡los frailes defendieron a los naturales! ¡los arroparon y aprendieron su lengua! ¡fueron cercanos y llenos de compasión! deseaban la salvación de sus almas, en el sentido estricto de su misión: que recibieran el bautizo.
Cuahtémoc – nuestro tlatoani tlacatecólotl- sabio en los quehaceres de la guerra, estaba seguro de lograr apaciguar los territorios.
Escondido Hernán Cortés con los tlaxcaltecas – una vez regresara a conciliar su captura en La Española- estaba armando un ejercito poderoso con todos a quienes los tenochcas habían logrado dominar y exigirles tributo.
La organización de la cultura mexica era la de un imperio, con su vasto dominio y sistemas financieros – el cacao y el jade- así como el de establecer un equilibrado sistema de agua potable para toda la ciudad, los campos y la agricultura, hacían de esta metrópoli natural, un verdadero deleite a los ojos de los “civilizados” europeos.
Durante más de un año, Cuahtémoc logró reunir también un vasto ejército, sus dotes de orador y buen convencimiento de liderazgo, lograban convencer a unos – los más- de lograr vencer a los europeos -que ya se sabía eran prófugos de su mismo rey-
El tlatoani tlacatecólotl puso precio a la cabeza de Hernán Cortés y lo trató como un perseguido, como un ladrón, como alguien que manchaba con su sola presencia la estirpe tenochca de siglos en esta región.
¡las horas de Hernán Cortés están contadas!… nuevas embarcaciones bajan por la Vera Cruz para apresar al ahora llamado conquistador… ¡los pueblos tlaxcaltecas se asocian con el europeo! Y los ejércitos de Cuauhtémoc están a punto de las grandes batallas, de los encuentros en donde solo uno tiene temor de los demás….
… atormentado por los embates de su niñez mal lograda, Cortés aún sufre delirios y temores nocturnos… ¡su mayor rival es el joven y musculoso hombre de piel de color de la cáscara del árbol!
¡el tlatoani brujo con rostro de águila!