LA APUESTA DE ECALA
En 1987 Miguel de la Madrid Hurtado tenía una entrevista larga y cansada con el neoyorkino Milton Friedman —creador del neoliberalismo y ganador del premio Nobel de economía en 1976— en donde también estaría el secretario de programación y presupuesto Carlos Salinas de Gortari, era de una vez y para todos, la única oportunidad que se tenía para quien alguien les dijera si México iba por buen camino, o de plano le cambiaban el rumbo —después del desastre de la nacionalización de la banca—.
De la Madrid ya había platicado con Salinas y le había dejado claro que le plan que durante más de 55 años habían aplicado el PRI —nacionalismo y populismo revuelto en una batidora política— no tenía manera de caber dentro de la geopolítica actual, solo alguien como Friedman les podría traer luz a este sistema atribulado y lleno de agujeros.
«somos el hazmerreír de las economías mundiales» mencionaba De la Madrid a su gabinete.
La reunión pactada para la casa de gobierno del estado de Puebla, tendría por única ocasión la oportunidad de que economistas de Chicago entrevistaran al presidente de México, acerca de que si era aún correcto seguir con el plan del partido oficial en turno, o era ya tiempo de un cambio en los mandos altos del poder presidencialista —como ya se venía manejando acerca de México, en toda la prensa internacional—.
El día llegó y fueron recibidos por el gobernador de Puebla, el abogado Mariano Piña Olaya, se trasladaron junto con el presidente De la Madrid y Salinas a un recinto cuidado en extremo por guardias presidenciales y parte del ejército, así como policía federal —aquello era una verdadera visita de estado— el propio Friedman se reiría de tanta faramalla, en entrevistas posteriores habló que por eso en México había tanta pobreza.
«se gastan los dineros en cosas superfluas, tratando de construir noblezas políticas, en vez de aplicarlo a mercados internos y economías en donde participe cualquier ciudadano»
Antes de comenzar la consultoría —en la cual ya había más de siete asesores para presidencia aparte de Friedman— el propio Milton fue claro:
«Habrá situaciones que seguramente no les van a gustar, porque ustedes la clase política mexicana gustan de sabores exóticos en el poder, cuando de verdad la proyección para salvar una economía no es un plan de tres años o un sexenio, estamos hablando de aproximadamente más de 25 años de aplicar no políticas económicas, sino de estrategias de economía y para eso deben soltar el dólar y que fluctúe libremente»
Ya desde ahí a Salinas le pareció fascinante el plan.
El principal punto de Friedman fue la escala de crecimiento de ciudades que aún no llegaban al millón de habitantes —Puebla se disparaba para serlo— y demostrar que no es necesario inventar nuevas y poderosas ciudades, como el caso de Brasilia, que se construyó de cero, pero la pobreza acompañó en las calles a esa gran metrópoli.
Sino el de planear que cada ciudad llegue al millón de habitantes de manera controlada, que se cambien los usos de suelo de forma ordenada, que existan garantías como el agua y el crecimiento para acercar el centro de la ciudad con los municipios, así, el modelo de Friedman aseguraba un crecimiento paulatino y controlado, de otra manera, aislar una ciudad para que crezca “sola” impacta en el caos.
«cuando en la Nueva España se construyeron las ciudades, se buscaba que se adaptara la traza original a los abruptos de geografía de la región, ninguna ciudad del nuevo mundo fue creada para no crecer, si ponemos atención —mencionaba el premio Nobel— todas las ciudades capitales de México están rodeadas de espacio y tierras para crecer, las economías locales lo saben y lo aprovechan»
Salinas anotaba todo, era el más entusiasmado con tener a uno de sus maestros como asesor de presidencia.
La consultoría determinaba claramente que el error más grande de México fue cerrarse a las economías mundiales, y solo estar en pequeños sectores de producción, cuanto, por territorio, comunicación y sentido lógico de crecimiento, despegaría como un país propicio para el liderazgo de la región, siempre y cuando se terminaran estos excesos de la clase política —lujos absurdos— y que la economía se libere.
«Deben liberar la carga financiera del estado ¡no son un país socialista! y eso de mantener a la carga burocrática debe ser un lastre que en poco tiempo reventará al país ¡dejen de querer ser dueños de todo! el procedimiento adecuado es liberar al estado de todas las empresas en las que no son expertos —incluyendo la banca— que solo a un idiota se le ocurrió semejante disparate, nacionalizar a los bancos es una dictadura»
El presidente y Salinas de Gortari estaban verdaderamente sorprendidos de las palabras del premio Nobel de economía, sentían que las condiciones reales de operación del país estaban en el sentido contrario a las indicaciones del asesor, no se podía realizar esto en corto tiempo —máxime si De la Madrid estaba a punto de terminar su sexenio— por ello se tenía que ejecutar un plan de desarrollo presidencial, el cual por cuestiones de imagen internacional, sería el de continuar el PRI en el poder, perpetuándose, o de plano, liberar la presidencia a la democracia, misma que corría el riesgo de perder el control total el partido oficial o tal vez, que algunas sorpresas se suscitaran con mandatarios de oposición.
¡Era una jugada por sí misma en extremo peligrosa!
La consultoría se alargó por dos días más —claro con gastos y lujos pagados, mismos criticados por los asesores— pero al fin de ahí salieron varios planes de aplicación en estrategias económicas.
Estas estrategias marcarían para siempre la idea de un México abierto a los cambios internacionales, pegado a mercados productivos y construcción de apoyos y lograr —en la medida de que lo dejaran hacer— que Salinas de Gortari fuera el próximo presidente de la república, y lograr contagiar al país a tener un cambio en la democracia, tal vez ¿por qué no? tener por primera vez un presidente de oposición.
Al ingreso de Salinas a la presidencia su tendencia fue clara: privatizar lo que se requiera como país y lograr impactar en el comercio internacional, con aproximadamente 1157 empresas productivas que controlaba el estado, era necesario deshacerse de la mayoría, no solo por la carga de sueldos y salarios, sino por que se avecinaba una oleada de pensionados que dejarían en la ruina el sistema mexicano —máxime una banca del propio gobierno—.
En las notas que Friedman había dejado, les pedía a los equipos de presidencia que buscaran detonadores de ciudades que, por su diseño, recursos naturales y espacios propios para parques industriales, cumplieran con un crecimiento ordenado, que al hacerlo se acercaran a municipios para formar áreas metropolitanas, las ciudades candidatas fueron: Monterrey, Puebla y Querétaro.
Así que Salinas de Gortari puso atención a estas ciudades bajo un plan de desarrollo nacional, mismo que detonaría bajo la metodología de Friedman, en la cual se basa el crecimiento en las oportunidades de lograr atraer a focos de inversionistas a ciudades limpias, con atractivos fiscales y condonación de prediales y energías.
Modelos como el de Friedman ya habían ocasionado la crisis económica de Chile, pero aquel país se había derrumbado en primera, porque no se siguieron las estrategias del plan económico y en segunda, porque no había condiciones de comunicación terrestre, marítima y áreas, como siempre lo dijo el premio Nobel:
«La ubicación geográfica de México es su real valor, vecinos de los norteamericanos, puertos marítimos hacia las economías de Asia y Europa y control de la zona de Latinoamérica, siendo el cruce mundial del comercio, si invirtieran en aeropuertos, el doble de comercio caería en este país»
Sin más, Milton Friedman le dio la carpeta de los resultados de la auditoría a Miguel De La Madrid, y fue Salinas de Gortari el encargado de lograr llevarlo a cabo, no para el sexenio que ya tenía las horas medidas, sino para realizar un plan nacional presidencial, que les diera continuidad a las estrategias a seguir en el corto, mediano y largo plazo.
Salinas de Gortari siendo ya presidente, su atención la puso en varios rubros, siendo la cámara de diputados por primera vez de 500 legisladores —por la reforma de 1986— tenía de todas las fuerzas dentro de la misma, PRI, PAN, PRD, PPS, PARM y del Frente Cardenista, con los cuales tendría que hacer acuerdos o de lo contrario, las políticas económicas no se podrían aplicar.
Para la privatización Salinas ideó un sistema que de manera inmediata le daría la realidad que vivían las paraestatales, un proceso que le ayudaría a tomar mejores decisiones.
Presidencia de la República, oficina de comunicación y enlace con paraestatales, reunión con el secretario de gobierno.
—Mira Fernando la única manera que tenemos de lograr saber las condiciones del servicio que prestan las paraestatales, es comunicándonos con la Procuraduría de la Defensa del Consumidor, quien nos dará el dato exacto para comenzar la privatización.
—Será un placer lograr trabajar en este proyecto Sr. presidente, si nos permite comenzamos de inmediato.
Se dieron las órdenes adecuadas y en dos semanas se tenía el reporte de aquella paraestatal más lastimada y de peor servicio, con el mayor número de quejas y demandas.
—Sr. presidente TELMEX es aquella paraestatal más demandada en la procuraduría del consumidor, y es tal vez la que menos tiempo tiene con nosotros (16 años) tienen un millón de solicitudes pendientes y tarda 10 meses en entregar una línea
—¿y el sindicato?
—De los más duros.
—De eso me encargo yo.
Desde 1972 el gobierno federal era el dueño de TELMEX —del 51% de las acciones las demás pertenecían a ITT y Ericsson— pero el propio gobierno, a quien contrataba una línea le daba una acción de la empresa.
Salinas de Gortari logró hacer una subasta pública y ofertó la empresa en 1 700 millones de dólares, siendo Carlos Slim el encargado de hacerse de la empresa junto con France Telecom y la empresa norteamericana SBC Co.
Este primer movimiento marcaba el camino para las formas y procesos de privatización de las demás empresas del gobierno, incluyendo la banca.
Oficina de Los Pinos, representantes del sindicato, junto con Fidel Velázquez y el presidente tienen su primer encuentro, 13 de septiembre de 1989.
—¡Vamos a privatizar TELMEX! y no les estoy pidiendo permiso, pero ya la carga hacia el estado es intolerable, el pésimo servicio que dan, las ausencias laborales y las deudas nos tienen hasta el tope, es importante la unión del sindicato y que abiertamente comprendan que no habrá daño a ninguno de sus compañeros.
—¡No lo vamos a permitir! — dijo Don Fidel, quien a ciencia cierta ya estaba molesto con esto de la privatización, porque ya con Mexicana de Aviación habían sucedido problemas con el personal sindicalizado, por el rumor de la privatización.
—Pues lo siento Don Fidel, la atención es a la carga que implica que el estado no puede ser dueña de todo.
—¡Pues nos iremos a la huelga!
—Bueno pues eso lo tendrán que arreglar con los nuevos dueños, desde ahora ya saben, el 51% de las acciones del gobierno en TELEMX serán vendidas y no habrá marcha atrás, la reunión es para avisarles, no para lograr consensuar.
A partir de ese momento el mayor crítico de la privatización de estatales y paraestatales fue la CTM.
Uno de los líderes sindicales de TELMEX, Francisco Hernández Juárez —que luego fundaría nuevos sindicatos de comunicaciones como el FESEBS y después sería miembro activo del PRD— se acercó al presidente Salinas y fue claro.
«yo le acompaño Sr. presidente, pero para que el sindicato este tranquilo debemos saber que la privatización no será la apertura del mercado a competir en comunicaciones, porque entonces sí, ante la pésima situación que vivimos como TELMEX, el que entren competidores de verdad nos haría ir a la quiebra, ese es el principal miedo de los sindicalizados»
A partir de ese momento se cerraron las fronteras a cualquier empresa que compitiera con TELMEX, en el afán de darle respiración a esta misma, esto implicaba el riesgo de monopolio, pero era la única manera de hacer crecer al ya de por sí derrotado servicio de telefonía.
¡Con un millón de líneas por poner en 1 año! siendo una promesa para cumplirle al presidente Salinas, por parte de Carlos Slim.
—¿Sí lo lograrán? — le afrentaba el presidente al empresario.
—¡Me dejo de llamar Carlos si no lo hago!