LA APUESTA DE ECALA
La Nueva Valladolid
¡Mucho que pensar! cuando uno mira los edificios de la Nueva Valladolid y descubrir por que razón no se han caído.
La invasión de los Moros -forma despectiva de los españoles peninsulares a los musulmanes- fue parte fundamental de la ciencia que entró a la península.
El cálculo, la matemática y el uso de números sustituidos por letras, le dio a la dimensión de la construcción civil y religiosa, un matiz de mayor logro.
Se terminaron aquellas grandes paredes anchas, y los contrafuertes, para soportar peso y se estableció una dinámica de estilo y arte, que, al conjugarse, dio como resultado que toda la Nueva España fuera consolidada bajo un espectro de mejora técnica.
Así los estilos, plasmados en las construcciones, dejaron de preocuparse por las estructuras, y se alinearon hacia la sensibilidad, hacia enaltecer los valores del juego de formas y figuras y se logró una excepción – a diferencia de España- construcciones monumentales con estilos artísticos, que de otra manera en Europa – por espacio- hubiese sido imposible lograr.
¡majestuoso y artístico!
Así pensaba el joven Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu, joven empotrado en el corazón de la Nueva Valladolid.
Siendo niño – de los estudiosos- en su cabeza sonaba todo aquello que implicara las construcciones y el arte, no sabía – aún- como al levantar una pared, se lograba tener la fuerza suficiente para sostener a toda una estructura de gran peso, siendo el contenido simples ladrillos de adobe, argamasa, cal y las cubiertas de cantera.
Era tanto su interés que, en ocasiones, dentro del seminario Tridentino de la misma ciudad, rompía algunos rincones para ver las juntas y cómo estaban construidas – situación que le traía como consecuencia la presencia de su señor padre José Joaquín de Iturbide al colegio, nacido en la ciudad de Navarra y que era un próspero hacendado- así que varias veces logró descifrar ese escondrijo.
Sus primeros amores fueron fáciles, un gallardo joven de linaje español puro – aunque él había nacido en la Nueva Valladolid y lo convertía en criollo- situación que constantemente ofertaba como incierta, debido a que fue educado a la usanza española, inclusive en el defecto de “cecear” -que se hereda de la pronunciación del griego y del latín, como en Castilla-
Así el joven Agustín no se andaba con rodeos, sí, era ya rico y pudiente, sería bueno que fuera famoso, o más popular, siendo que todo se le facilitaba, inclusive dentro de la hacienda de su padre, todo le salía -como el decía- a pedir de boca.
¡Deja el seminario Tridentino y se dedica al cien a los negocios!
¿qué piensa un joven criollo que esconde su raíz? ¿en que goza los tiempos de su mente para lograr pasar el tiempo en la ya de por sí sociedad española de la Nueva España?
¡en aventuras! ¡como el Cid Campeador! ¡cómo el Quijote de Cervantes!… ¡y en mujeres!
Las mujeres criollas de los linajes españoles de la Nueva Valladolid eran más bien mujeres no aptas para los manjares -flacas desnutridas y proclives a las enfermedades por casarse entre primeras generaciones o hermanos carnales- a diferencia de las mestizas o las lobas, inclusive, alguna esclava trigueña de ojos negros y cuerpo descomunal, le hacían creer al joven mozalbete Agustín, que su porte alcanzaba para todas.
¡sin excepción!
Al ser Agustín tan interesado de entre las construcciones, logró hacer, migas con el hombre más rico de aquella ciudad – del propio linaje de los arquitectos de ésta- el entonces José Isidro Huarte y Arrivillaga, tal vez el hombre de mayor influencia dentro de los círculos aristocráticos.
Agustín no dejaba de visitarle a sucasa, de preguntarle de que le enseñara aquellos menesteres, de que viera de viva voz y obra, cómo se construían y se sacaban los cálculos para soportar los pesos y la dinámica del terreno de construcción.
¡una ciencia! decía Agustín.
De aquellos menesteres y viandas hasta el sereno de las once, el joven Agustín vio en la hija de Huarte, el seguro futuro de lograr acreditarse como arquitecto – aunque no había estudiado para ello- pero al estar cera de su suegro, lograría hacerse del negocio y ¿por qué no? tal vez hacerse de la propia compañía constructora, de tanto linaje.
¡Se casó con la hija del arquitecto! la joven Ana María Josefa Ramona de Huarte y Muñiz -fea y flaca pensaba el propio Agustín- pero seguro en tiempo, obtendría las carnes como de aquella mulata que servía en la hacienda, en donde múltiples veces fue su encanto y paño, en donde alimentar sus sensaciones viriles.
¡qué noches!
A los 22 años, el joven Agustín sirvió y desposó a la joven, siendo tal vez la fiesta de mayor impacto en la Nueva Valladolid, porque se recibió a toda la península familiar de la joven, y los parientes con título y nobleza de la parte de los De Iturbide.
¡aquello duró dos semanas!…
Cuando Miguel Hidalgo y Costilla sostuvo la reunión con el joven Agustín De Iturbide, la distancia de pensamientos era abismal.
Por un lado, Hidalgo anhelaba un poder civil – o religioso- para que la corona española dejara de mandar en las tierras de la Nueva España, realmente los criollos no le satisfacían del todo, les parecían fuera de lugar ¡no eran peninsulares ni nativos!
Por el otro, el joven Agustín soñaba con recursos nobiliarios, con lujos y lograr aprovechar este polvorín que se estaba gestando, para lograr hacerse de algún poder más…
…¡no todo el dinero te da el poder que buscas…! recordaba el joven, cuando le insistía su padre.
La casa de la hacienda derruida por las afueras de la Nueva Valladolid, había pertenecido a el linaje de los Sánchez de Vidayrrueta, la familia encargada de los frutos y manjares en almíbares de la región.
¡la chusma la había deshecho!
En lo que era un patio arcado con fuertes nervaduras para soportar la bóveda de cada esquina, así como la sólida bóveda de cañón, y los soportes rematados en algunas columnas jónicas -que de primera vista a Agustín le parecieran fuera de estilo- sería el encuentro con el cura insurgente, a algunos días de haber tomado Guanajuato.
El caminar de un joven hacendado rico y presumido, en mucho distaba de el común de los mancebos, la altivez de Iturbide dejaba párpelos a quienes lo veían – decían los más: ¡será gente importante! – cosa contraria amargaba a Hidalgo, ya bautizado en las artes de la guerra.
-¡siéntese Iturbide!
Con mueca de enojo el calvo cura.
-¡dime Hidalgo! ¿cómo se te hace eso de pasar el poder a los criollos odiándolos tanto?
¡contuvo su molestia Hidalgo y le reviró!
-¿te unes a nosotros o no?
-¡solo quieres mi dinero!… ¿ves aquella loma tras la torre destruida cura?… es la región de más prosperidad de nuestras tierras… ¡he visto llover solo allí!…
-¡deseamos que participes…! ¡sí con algo de oro!… pero te daríamos más poder del que ya tienes.
-Me dicen algunos cercanos que deseas que me una a ti, por mi cercanía con las cúspides del clero… ¡a quien sirvo de corazón y lealtad!
-¡algo hay de eso…!
¡La reunión no prosperó! las acusaciones mutuas llevaban a la distancia, más que a la coincidencia.
Cuando De Iturbide visitó a su padrino obispo, en Jalisco, Juan de Ruiz de Cabañas y Crespo, quien le otorgó veinticinco mil piezas de oro a Iturbide con tal de que tomara a Hidalgo como preso…
… fue el mismo obispo que excomulgó a Hidalgo.
Los batallones que seguían fielmente a Irturbide – realmente un gran ejército- no daban crédito de la orden que habían recibido:
… por la mañana a la primera luz del día, capturen a todos los hijos, hijas, naturales o no, junto con las esposas más jóvenes de todos los insurgentes que se pudieran, traerlos al cuartel y encerrarlos en las prisiones, atendiendo en comidas y necesidades propias…
¡El ejército estaba perplejo!
-¡Mi señor!… -dijo el joven Obeso, capitán del ejército realista… ¡al propio encargado de la base de Celaya… Iturbide!
-¡no estoy para explicaciones Obeso!
-¡simplemente que no comprendemos la orden…! por un lado debemos capturar a las jóvenes esposas y a sus hijos… ¿pero como sabremos de los hijos no naturales…?
-¡ah que atajo de pendejos…!… ¡apresen a todos los niños y niñas que vean en la calle…!
-¡sí señor!
Cuando el Virrey Félix María Calleja del Rey Bruder Losada Campaño y Montero de Espinosa se enteró de las acciones de Iturbide lo mandó llamar…
La recepción fue en el salón de fumadores del palacio del Virrey, a un costado de la plaza principal, un edificio hermoso y bien construido, con un estilo que se dijera, centrado en el clásico del barroco temprano, y cubierto de infinidad de tallas en la cantera de Zacatecas, un edificio verdaderamente bien construido… pensó Iturbide.
-¡Su excelencia! mi muy venerado y exquisito Virrey… – hizo la reverencia Iturbide.
-¡capitán tome asiento y ha lugar!
La plática fue clara, los abusos a las violaciones de los códigos a las batallas de España, lo que se hace con prisioneros, estaban de igual manera bajo la jurisdicción en las tierras anexas, incluía no solo la Nueva España, sino todos los territorios del virreinato.
La aclaración, era en sentido de algunas penas capitales aplicadas en Guanajuato – por el propio neovallisoletano- lugar que había mantenido Iturbide en calma insurgente, aunque el movimiento comenzaba a salirse de control.
-¡no desea el Virrey más ejecuciones sin juicio y más prisioneros mujeres…- ¡Félix María Calleja se pronunciaba en tercera persona!, cuando hablaba de él.
-¡si su agraciada excelencia no desea esto! deme el control total del ejército y calmaré las aguas…
-¡Se lo daré si me alcanza una presea que persigo desde hace tiempo…!
-¡solo pida y se le concederá…
El Virrey tomó una copa delicada de un jugoso Jerez, la miró de entre la luz y el reflejo del espejo gigante de la sala… cuidaba que ninguna suciedad de la servidumbre hubiera tocado la fina transparencia – en caso de sí, se tenía que tirar- al cerciorarse acercó la nariz y absorbió el buqué…tiempo después… ¡le dio un profundo trago!
-¡deseo la cabeza del joven general insurgente… José María Teclo Morelos y Pavón…
¡ordenó a Iturbide!
-¡aquí la tendrá!- contestó…
Continuará…