LA APUESTA DE ECALA
¡El Brindis del Bohemio!
No hay, estimado Lector, un mayor regocijo para los literatos y declamadores, que el brindis del finde año, ¡sí!, ese que encumbra la noche, con el “embigotado” tío o el sobrino chiquitín, que nos llevará seguramente a recordar – y en ocasiones a hacernos lagrimar- con su bendecida voz de declamador, que escuchar a ronco pecho:
¡El Brindis del Bohemio!
Una hermosa poesía de entrado el siglo veinte, en donde de la pluma del escritor potosino Guillermo Aguirre y Fierro, que narra tal vez, uno de los recónditos más prolíficos de la “parranda” del México de los años 1910 o 1915, en donde se dejan ver los hilos del romanticismo literario del siglo diecinueve.
Conformado por 28 párrafos, una rítmica envidiable, rematado por versos que se construyen de manera delicada, con una suavidad al ensortijarlos, regalándole al declamador, el tiempo y la pausa, para impresionar a la audiencia.
Es un poema que, si se concentra uno, la propia pluma nos lleva a recordar que el autor, dejó claro que cualquiera pudiera realizar el ejercicio de voz, pero la entonación y la dulzura, solo poco nos podría delatar, como parte de los alegres bohemios que allí departen.
¡por supuesto la vianda y el vino!
Pero que, en estas fechas de culminar el año, deja claro los valores y las condiciones en que cerramos esta alegre velada, la de la previa llegada, la del recuerdo y el sentir, ¡una vez más! que quien partió, no lo volveremos a ver, y que su recuerdo nos llena de profunda nostalgia.
El Brindis del Bohemio del poeta Aguirre, es solo el culmen de lo que será esa noche, en la que Usted amable lector, dará rienda suelta a sus nostalgias, a sus vivencias y a sus planes, por que ¿quién no deja que esta fecha le llene el corazón de entusiasmo?
El autor no creo que haya colocado este poema para la fecha de fin de año -que lo explica en su párrafo 7º – al contrario, pareciera más una declamación pera recordar el 10 de mayo, o una fecha cercana al onomástico de nuestras “cabecitas blancas”
Nuestras “Jechus” adorables.
Se pierde en la inmensidad del tiempo, el momento exacto para la declamación, haciendo nostalgia el fin de año, pero también, cercana la fecha de alguna festividad familiar.
Los ciclos se confunden y nos da la razón de que el tiempo es invento del hombre, aunque venimos de casta Madre.
“… repartidas en la mesa, copas pletóricas de ron, whisky o ajenjo.”
En el quinto párrafo leemos:
“Era curioso ver aquel conjunto, aquel grupo bohemio, del que brotaba la palabra chusca, la que vierte veneno, lo mismo que, melosa y delicada, la música de un verso.”
Aquellos maestros de la literatura de nuestras épocas de secundaria, se llenaban el paladar ensayándonos para que el 10 de mayo, o en cualquier concurso de oratoria, nos volcábamos en apasionados versos, hacia la audiencia, que de mano sabíamos, nos aplaudiría, pero deberíamos hacer más – decía el maestro de declamación – ¡imagina más!
-Imagina que estas en una fiesta con tus mejores amigos, departiendo la bebida predilecta- -yo de 9 años me imaginaba un Sansón, “para los niños de acción”- y están declamando con fuerza y bravío acento.
… Las doce, compañeros; Digamos el “requiescat” por el año que ha pasado a formar entre los muertos. ¡Brindemos por el año que comienza! porque nos traiga ensueños; porque no sea su equipaje un cúmulo de amargos desconsuelos…
Y ahí estaba un servidor, vestido de elegante nylon azul, camisa blanca y sweater heredado de mis hermanos mayores, peinado de raya de lado y un micrófono que apenas alcanzaba.
Y pensaba…
¿Qué se sentirá llegar al año nuevo con amigos y wiskys? ¿por qué tanta desventura en los corazones de los enamorados? ¿qué es la esperanza? ¿qué era una mujer tentadora…?
Pero había que sacudir a la audiencia, con frases y palabras memorizadas, con entonaciones que nos llevaba casi al grito desesperado, y que hacía vibrar a las mamás…
¡No gané el concurso de oratoria…! es más, ¡no recuerdo ni siquiera en qué lugar participé!
Cada cena de fin de año, en la palabra maravillosa del bohemio de nuestra familia, el famoso Tío Trini, escuchaba atentamente sus frases, su ritmo y entonación, dejando ir las rimas de esta poesía, con un logro maravilloso de orador.
El Tío Trini -que seguramente se llamaba Trinidad- me enseñó no solo declamar, también a bailar con una “pulguita” en la espalda, siendo yo apenas un chiquillo travieso, y nos entusiasmaba a ser mejores hijos, mejores personas.
Abrazando su guitarra, entonaba como buen trovador, lo mismo canciones de Agustín Lara y Pedro Infante, que de Javier Solís.
Nos regalaban noches interminables de bohemia, con amigos y familiares, entonces esperar a que llegara la cena de fin de año, nos dejaban sabores inexplicables de como pasar un buen rato, alrededor de gente que construye nuestros días, y que, al paso del tiempo, terminan por diluirse, por ser solo un recuerdo de gente que nos quería, y ¡nos querían bien!
Considero que el vate Guillermo Aguirre y Fierro, no alcanzaba a percibir en tan majestuosa obra literaria, lo que hacía por la familia.
Conozco hoy en día, excelentes abogados que recitan esta obra de pie a cabeza, de memoria, sin faltar a ritmo y verso alguno, con entusiasmo y nitidez, para realzar sus conquistas estudiantiles y ser primeros lugares en oratoria y declamación.
Conozco jueces que atinan y se forjaron, con el tenor de lograr ser buen orador, hábiles declamadores y que utilizan estas competencias para lograr establecer su oralidad, hoy en día, bajo los nuevos sistemas adversariales.
Es cuando el vate no alcanza a ver la trascendencia de su obra, de una poesía de fin de año o de día de las madres, que logra ejercitar la memoria, la tenacidad y el ejercicio de exponer lo que sentimos, de manera de controlar lo que decimos, en un afable ritmo de vida.
¡aún persiste amigo poeta! quienes se adentran en tus líneas y desean declamarla.
El tiempo ha valido la pena, aunque hoy pocos te recuerden o la historia de las letras, no le haya echo honor a tu obra.
¡se acuerdan de Borges! De Paz, de Sor Juana, de todos a quienes la contemporaneidad le han dado brillo, ¡seguro de tu obra amigo Guillermo también! aunque pocos sepan quién eres.
En 1945 apareció tu obra El Brindis del Bohemio, pero falleciste 4 años después y nadie más volvió a saber de ti.
Solo un libro viejo con páginas amarillentas, con la portada de una golondrina negra, un compendio de poemas, y entre el cuarto que se leía, se miraba tu obra, sola y acompasada.
¿qué acaso la obra opaca al autor?
Aún tengo mi disco de vinil negro, que se puede escuchar la voz de tu mejor declamador: Juan Manuel Bernal, a quien cada vez que lo ponía, volvía con cuidado a colocar la aguja del toca discos, en el canalito que separaba de la otra poesía, me sentaba en nuestra sala de sillones grandes y rasposa tela, y soñaba con declamar el poema como él.
Me imaginaba que toda la audiencia me aplaudía, volvían a mi mente las glorias y los pasados concursos, esos del famoso Centro Educativo, en donde el profesor Corona levantaba la mano del declamador estrella.
La vida es como tu poema amigo bohemio, departimos con los amigos, reímos y respiramos a bocanadas los olorosos cigarrillos, nos acordamos de los sin sabores… pero al final, ¡siempre al final!, terminamos por recordar lo que más amamos, lo que más añoramos, lo que más nos ama…
¡Nuestra Madre!
Vaya pues un brindis por ellas, las Mamás, en este fin de año.
… Sólo faltaba un brindis, el de Arturo. El del bohemio puro, de noble corazón y gran cabeza; aquél que sin ambages declaraba que solo ambicionaba, robarle inspiración a la tristeza.
Por la mujer que me enseño de niño, lo que vale el cariño exquisito, profundo y verdadero; por la mujer que me arrulló en sus brazos y que me dio en pedazos, uno por uno, el corazón entero.
¡Por mi Madre! Bohemios, por la anciana que piensa en el mañana como en algo muy dulce y muy deseado, porque sueña tal vez, que mi destino me señala el camino, por el que volveré pronto a su lado…
… El bohemio calló; ningún acento profanó el sentimiento nacido del dolor y la ternura, y pareció que sobre aquel ambiente flotaba inmensamente un poema de amor y de amargura.