LA APUESTA DE ECALA
Reflexión de nuestra mexicanidad
Hoy en día amable lector, en el mero día 15 de septiembre, es importante que hagamos una reflexión de nuestra mexicanidad, de nuestro orgullo patrio, y ¿por qué no? de nuestra herencia como país, lleno de historia y héroes de carne y hueso, personas que vieron una perspectiva a futuro.
Los más apachurrados, dirán: ¿qué celebramos?, los más irrespetuosos, se volcarán en contra de las instituciones, de los organismos, de los corruptos y de los “vende patrias”, otros – ¡los más! – alzaremos nuestras banderas y nuestro confeti, nuestras trompetitas y nuestros silbatos, para con una gran algarabía gritemos:
¡Viva México… hijos de su… bedientes!
Rodeados de un buen guajolote, unas enchiladas de la calle, unas patitas de puerco, unas gorditas, un pozole, un buen tequila y una buena “cheve”, a los aburridos una coca, y todo esto alrededor de la familia y los amigos.
¡y sin hacerle caso al doctor! un buen cigarrito, pero eso sí, unas “alitas” o unos “faros” para no perder lo mexicano, o tal vez uno de carita, unos delicados con filtro, como los que fumaba el abuelo.
¡y sí!, a pesar de todos los caminos ásperos, de todas las calamidades económicas, sociales y políticas, ¡que decir de las naturales que son quienes siempre acaban por unirnos más!, siempre, y lo digo con orgullo, ¡siempre terminamos por ser mexicanos…!
… ¿Qué le vamos a hacer? ¡amamos estas tierras!
Y es que ser mexicano, para explicarle a mis amigos de otros lares, que en los viajes continuamente preguntan, no es solo por nombre, se requiere de toda una gallardía, para lograr tener esta identidad.
Debieron – les cuento a los de “extranjia”- haber vivido lo que los mexicanos hemos visto, para lograr comprendernos, ¡aún más! una extranjera casada con un mexicano tampoco saborearía el sentido.
Tal vez remontarnos a esas tardes, cuando veíamos a nuestros papás preocupados por la crisis, si, esa de que los dejaba en la calle de la noche a la mañana, en donde no alcanzaría para muchas cosas (y eso que no había las de hoy) y terminaba mamá con su alegría y entusiasmo:
¡vámonos de día de campo!… total ¡ni más ricos ni menos pobres!
Y ahí iba toda la pelotera de muchachos y chiquillas, con nuestras aguas frescas en un “toper” tortas de huevo y frijoles, y en bici, hasta algún campo verde que hubiera.
O aquellas veces en donde, ni para cenar había, y con el dinero, para hacerlo rendir, mamá iba por los camotes con miel de piloncillo, que colocaba en platos pozoleros y se servían con leche, como si fueran nuestros “confleis”.
Como olvidar a toda la chiquillada que terminaba uno invitando a comer – nunca supe si por crisis o por compañerismo- y mamá servía el arroz con frijoles, con crema, porque era lo único, con sus buenas tortillas.
Y estos ejemplos, sencillos y de no olvidar, seguramente se repetían por todo México, unos más tristes que otros, inclusive, con finales menos afortunados, que el de llevarse un mendrugo, o leche.
Porque México se ha formado -en esto de salir adelante- de ir contra corriente, de sopesar pena tras pena, y no solo las naturales, como el fallecimiento de un familiar cercano, sino más allá, en la extrema pobreza.
Y el mexicano se la ingenia con su humor tan característico y que lo diferencia, de entre muchos países, por su milenario refrán, creo más allá del mismo Confucio:
¡Al mal tiempo, buena cara!
Y es que ser mexicano tiene como marca, ¡no rajarse! no amedrentarse, no sacarle… ¡ser entrones! y si nos va mal, ¡siempre decir que bien! y si nos va bien ¡también!
Porque nuestra historia nos ha enseñado que somos una raza de valientes, tranquilos, pero luchones, y hay de aquel que se le ocurra ponerse contra México, porque le va mal, llámese en el fútbol, con su grito homofóbico que nunca entendió la FIFA, porque no es mexicana, o en las matemáticas o robótica.
¡siempre ganamos! que luego nos quieran descalificar los jueces en los últimos kilómetros, eso ya es otra cosa.
Porque si hay una maldición que debemos cargar los mexicanos, es la de la envidia
¡ah como son envidiosos los países con México!
¡Que si México tiene playas y hermosos mares!… ¡están matando delfines y vaquitas marinas!, hasta el Di Caprio nos viene a molestar con eso.
¡Si son nuestras vaquitas! y ¡además nosotros hacemos los que nos da nuestra regalada gana!, ¡total! – decimos- si se acaban las vaquitas, ponemos marranitos y ya!
¡Que si México ya van para arriba nuestra selección!… ¡ah no que mexicanos tan fiesteros y relajientos!, ¡metieron muchachas a los vestidores!…
¡ay señor arbitro los mexicanos de la porra de acá atrás de la portería me gritan cosas feas!
Y como decía el rancherito, ¡nada les gusta!
Que, si México tiene “harto” petróleo, ¡ah no que sea para los gringos!
Y ahí está el mentado Trump, ¡dale que dale!, que si el muro, que si lo pagamos, que si no, que si va nuestro presidente, que si no va.
Y lo que no sabe el “peinao” de Trump, es que si realmente quiere que se quede sin mexicanos sus “iunaites” se va a quedar en la ruina total, la fuerza de nuestros “paisas” es tan valiosa, que los gringos tiemblan solo de pensar de quedarse sin nuestra cultura latina, que tanto enriquece su país.
Y que si viene embajadores a México, se quedan pasmados de las maravillas que ofrece nuestro país, que, si llegan los turistas, se quedan absortos del tamaño de Teotihuacán, y del colorido de nuestras tierras, los he visto traficando litros de tequila en los aeropuertos, con tal de llevarse algo de estas tierras.
Por eso, de verdad le pregunto, ¿no le da entusiasmo el grito de independencia? ¿no siente bonito el de ver a toda la gente entusiasmada con la fecha?
¡Si no le gusta el grito de Viva México no es mexicano! Aunque su acta de nacimiento diga lo contrario.
Uno de los grandes miedos de la globalización, hace unos veinte años, era el de perder nuestra identidad como pueblo, como cultura, y se escribían ensayos acerca de que si el tal “macdonals” sustituiría nuestra gordita de maíz quebrado… ¡obvio no!, pero se tenían esos malos pensamientos.
Lo mexicano, en su totalidad, no solo nuestra imagen, sino nuestros científicos en la NASA y en Europa en centros de alta investigación, nuestros estudiantes brillantes en universidades internacionales, nuestra cultura expuesta en sinfín de museos del mundo, nuestra antropología y creencias, son tesoro invaluable del mundo.
Tanto así, que tenemos por la UNESCO infinidad de patrimonios culturales, que valoran y reafirman nuestra identidad, muchos más que cualquier otro país.
Porque lo que toca México, lo cambia, lo transforma, lo hace único.
Así que amable lector, ¡siéntase mexicano! ¡pórtese mal este 15 de septiembre!, demuéstrele a su familia e hijos, que está vivo ¡que respira! que siente.
Porque la vida, ¡su vida! la verdad ¡no vale nada!…
… comienza siempre llorando y así llorando se acaba…
¡Viva México y mi Virgencita de Guadalupe!Luego entonces amigo lector, no nos quejemos del México que estamos viviendo, porque en ello quede claro: ¡Tenemos el País que queremos!? Esa es mi apuesta ¡y la de Usted?…