LA APUESTA DE ECALA
La tristeza que de verdad se adentraba en lo profundo del alma del capitán Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano – en aquella noche- no eran el emular la liberación de Valencia de las manos musulmanas, aquella cuando Jaime I logra reconquistar, en 1238.
-¡Jaime I recuperaba algo que ya se había tenido!… yo en cambio no tengo nada… – se decía.
¡por las armas de España! se habrán propuesto infinidad de capitales, para lograr que estas tierras fueran de la corona… ¡era una inversión!
Esto de la conquista del Dorado no era un proceso de evangelización o de logros aspiracionales del bien y la justicia ¡se pagó en oro la hazaña y ese era el cometido!
¡recuperar la inversión!… ¡y el sustento!
Duques, condes y señores feudales españoles, arremeterán contra Cortés, por haberles hecho pagar fortunas en oro para las expediciones ¡las cartas que enviaba el capitán daban buen augurio!
-¡todo viento en popa!… y la firmaba.
Pero los Duques sabedores del dinero invertido, le insistían constantemente acerca de recuperar la inversión, o en ello iría – no solo el prestigio- sino la vida misma del capitán.
Aquella noche era larga y cansada.
Las preocupaciones estresaban en demasía, los cuerpos sin piel de sus compañeros que yacían en el lago flotando -cercenados y decapitados- le hacían ver su suerte.
Las espadas, los arcabuces, las ballestas, las alabardas y falconetes no sirvieron de nada…
¡la carnicería fue atroz!
Los ojos del capitán Cortés aún tenían una capa de rojo, por el desgarre que una flecha le atravesó y cortó su ceja – la obsidiana de la punta era filosa como tal- su rodilla lastimada por un hachazo le dificultaba caminar…
Los hombres que acompañaban al capitán español en la conquista del mundo Tenochca, en mucho ellos de Extremadura, no eran nuevos en el campo de batalla, y las técnicas usadas en Europa para la guerra, aquí se habían adaptado a la forma de hacer la batalla.
¡nada sencillo!
Cierto es que la pólvora generaba una ventaja, volver a cargar los arcabuces, les llevaba un tiempo.
¡los señores jaguares y águilas insertaban entre las hendiduras de las armaduras filosas dagas de piedra!
¡rompían ligamentos! ¡músculos! Y luego absorbían la sangre del herido… ¡era una guerra de mente más que de fuerza!
¡Los Tenochcas descubrieron que los cascos podías ser lastimados con piedras grandes! así que idearon la forma de apuntar hacia la cabeza con pesadas rocas lanzadas en una serie de tilmas, logran fracturar los cráneos…
¡cierto que las espadas y los esternum romanos atravesaba los escudos de piel y el cuerpo de los nativos!… también se resalta la capacidad de seguir atacando, de aquellos guerreros atravesados ¡debido a su fiereza y el no tener temor por sacrificar la vida por su Emperador!
¡aún traspasado seguía dando con fuerza su hacha de filos de obsidiana y lastimada ferozmente al oponente ibérico!
¡todos salían tocados del encuentro cuerpo a cuerpo!… ¡las dos partes!
En las orillas de la ciudad -una vez vieron los Tenochcas la oportunidad del ataque de los españoles- se dieron a la tarea de tirar a los caballos abriendo grandes zanjas en las ermitas, fracturando los cuartos del animal y haciendo caer al oponente.
¡ya en el suelo una gran roca en la cabeza del europeo bastaba para aniquilarlo!
Se tomaba su cuerpo y se desollaba la piel… ¡algunos aún vivos! luego se partía en cachos y se preparaba un potaje con la carne del soldado… ¡que luego se les daba a los perros!
¡no se merecía rito alguno!… ¡era un enemigo!
Los hombres de Julián Aldrete, duques y condes que vaticinaban una guerra santa, venían de diversión y obtener mujeres, oro y tabaco
¡era una juerga!
¡no habían peleado bajo ningún bautizo de guerra!
¡se enfrentaron de cara a un sistema organizado y sanguinario!… ¡cómo los hunos de Atila! o los bárbaros que terminaron Roma.
¡las expediciones fueron sanguinarias por ambas partes!
Pero con la diferencia, que en estas tierras se ofrece la vida por los dioses, en una verdad absoluta ¡sin medias tintas!
¡ansiaban morir y lastimar al oponente!… ¡como los milenarios troyanos… que para eso nacieron!
El campo de verde valle a la orilla de la zona de las dos lagunas -una de agua dulce y otra salada- le daba alivio a Cortés de saberse protegido – al menos por un tiempo- de aquellos sanguinarios sin sentidos guerreros…
Dentro de la ciudad que flotaba de destellos que con el agua se hacia un espejo interminable, aún respiraba los gritos de sus soldados que se quedaron detrás siendo cruelmente destazados…
En el siglo XV la toma de Granada había dejado como característica principal a todos los nacidos en España ¡que lo hacían para la guerra! eran hechos para llevar en nombre de la corona, la civilización y el lado correcto de la vida.
¡quien los viera en este momento reiría a carcajadas!
¡muertos! ¡heridos! ¡quemados y aún respiraban!… cientos de soldados caídos y una sola conciencia culpable…
¡la del capitán Cortés!
Su llanto se escuchaba por el valle.
Los soldados que alcanzaron la orilla – varios de ellos cercenados, fuera una mano, un brazo o una pierna- desfallecían sangrados.
¡algunos recriminaban a Cortés!
-¡perro maldito tu avaricia nos trajo a este infierno!
Aquellos de Pánfilo de Narvaéz que habían caído en el sueño del oro…
-¡que tu familia sea maldita por todas tus generaciones!
Los otros, aquellos duques y nobles de Julián Aldrete.
Cercano al capitán, un hombre que tenía el hacha aún clavada en su espalda y las piernas quemadas por brea hirviendo se retorcía y convulsionaba de dolor… ¡le alcanzó a decir unas frases…
-¡capitán! ¿qué pecado hemos de haber cometido para sufrir este infierno?… ¡vayan mis hijos y mi esposa que jamás volveré a ver!… ¡he dejado una familia por seguirle…! ¿merezco esto?… ¡apiádese de mi y de el estoque en mi corazón para parar este calvario!…
¡vaya en Dios la súplica!
El capitán solo lloraba y bufaba de gorgorear los esputos de sus tristezas…
Los leones bravos y los tigres furiosos – adjetivos dados por los conquistadores españoles a los Tenochcas- representaban el prólogo de una guerra que se miraba… ¡imposible de ganar!
¡Los Tenochcas los vencieron! ¡los destrozaron!… tomaron a más de setenta de ellos y los sacrificaron de las formas y figuras que ni en sus peores sueños de horror ¡hubieran imaginado!
¡aquello era la verdad del Dante! ¡el poeta se había visto disminuido en sus visiones! ¡aquí estaba el sufrimiento eterno!… ¡aquí se agolpaba el martirio como nadie lo había experimentado!
¡Cortés contaba los heridos y trataba de rescatar las partes de los cuerpos que flotaban en la ya cercana mañana!
Al pegar los primeros rayos del sol en la ciudad que flotaba, Cortés observó que no había rastro alguno de sangre… ¡los templos de un alba impecable!
¡estos nativos habían blanqueado su ciudad!… los primeros rayos del sol y el reflejo de la luz que entraba a la ciudad -de base de un azul profundo- resplandecía… ¡como si volviera a nacer!
A la vista de Cortés – que aún miraba bajo el velo rojo- pudo identificar en la cúspide del gran basamento, como brillaban las armaduras de sus hombres… ¡con ellos dentro!
Tres hombres estaban a punto de ser sacrificados… ¡dos daban batalla a los captores!… ¡uno más solo bajaba la cabeza!
Les quitaron sus armaduras, les descubrieron el pecho…
-¡Capitán!- rugió el que estaba a punto de ser sacrificado, el grito era claro y solo se confundía con el trinar de los pájaros.
Cortés escuchó perfectamente el lamento… y ante los ojos de sus soldados que yacían y se quejaban en la orilla de la gran laguna de agua dulce… ¡volteó la mirada hacia los volcanes!
-¡Capitán!…
… su cabeza rodó por las escaleras dejando en cada nivel, gotas de rojo marrón y sudor…
¡Cortés se desmayó!… pero su armadura – bien ajustada- no le permitió caer de bruces… ¡quedó de hinojos!… ¡no sentía!… un ligero mareó lo precipitó a su niñez
…hijo… ¡hijo…! despierta vamos… – una suave voz le daba la mano- ¡era su Madre!
Un perfume de azahares invadió su nariz… una hermosa mujer vestida de claros tonos sepias, le acercaba un vaso de barro con agua… ¡el niño Hernán tenía un poco de sangre en su frente! se había caído dentro de un pozo y se golpeó el rostro…
-¡hijo mío tu cara está lastimada!
-¡madre mía perdóname… ¡te desobedecí y caí dentro del pozo!…
-vamos Hernán… ¡ven a mis brazos…!
Un cálido abrazo le daba al niño la esperanza de que algún día podría lograr todo lo que se propusiera.
¡le cantó una suave canción!… mientras acariciaba su cabello y tocaba sus mejillas… ¡le mimaba!
… ¡la melodía seguía sonando…! ¡los sepias se suavizaban y un placer profundo hizo del niño Hernán que durmiera… ¡solo un ligero sollozo lo distraía!…
… y es que, en el lecho de una madre, la ternura y el sosiego… ¡dan calma!
Continuará…