LA APUESTA DE ECALA
El último emperador Azteca
En el valle que se observa bajando por entre los volcanes, se alcanza a distinguir dos grandes lagunas, una de ellas de agua dulce y otro más de agua salada, las mareas de ambas levantan vaivenes entre las canoas, y un sistema ingenioso de hidráulica evita que la marea inunde a la gran ciudad.
La ciudad que flota entre la laguna de agua dulce – maciza en sus cimientos y altos templos de color blanco puro- realizan un gran espejo, de la luz del sol, a quien viene bajando por entre las rocosas sierras.
Un cinturón de montañas rodea el valle, que de primera instancia es vasto, ancho y grande como una ciudad enclavada en el centro -como si el azul puro de sus aguas asemejase la boca de un gran volcán- todos se mueven entre canoas largas y afiladas, así como varias varas completas de ancho y largo le dan a la siembra un vaivén – porque flotan en la laguna- ¡es un espejo blanco!
En el centro de la gran ciudad, dos torres se levantan ¡impresionantes monolitos de alba pura! que, en la punta, logran expulsar pequeñas bocanadas de humo.
Al irse acercando, el caminante encontrará que cada calle está especializada en algo, una calle de aves, una de animales, otra de legumbres y más de frutas especiales y exóticas.
Toda la gente va vestida de blanco, fina y pura telas del maguey, con sandalias de cuero, la piel pulcra y aterciopelada no tiene vellosidades, y el vello de sus genitales en las mujeres y los hombres no existe…
…así miraba sus primeros pensamientos de Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano, una vez que observaba la ciudad que flotaba ¡tal cual como se lo habían predicho! una verdadera extensión tan grande como la propia Salamanca de España ¡solo que sobre el azul del lago!
-¡aves! ¡animales! ¡gente! ¡esto es una verdadera ciudad de Babilonia!
-¡es correcto Capitán!
-¿estas personas en que creen Bartolomé Ochaita?
-¡en dioses naturales y una complicada red de ídolos…!
El joven fraile Bartolomé Ochaita -quien había acompañado al capitán Hernán Cortés en esta travesía de conquistar el Dorado- pertenecía a la Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos, una orden de pobreza católica y que tenían como un carisma propio, que las distinguía de las demás órdenes regulares, hacer todo por el prójimo: una acción al otro, sin esperar nada a cambio.
El astuto capitán Cortés –sabedor de esta consigna de orden católica- abusaba constantemente con un juego filosófico al joven fraile mercedario:
-¡debemos hacer algo por esta pobres personas que no conocen a nuestro Señor Jesucristo!…
-¡en efecto capitán! ¡salvaremos sus almas bajo la unción de lograr su bautizo!
-¡pero primero deberíamos conquistarlos tenerlos en mando completo..!
– Capitán eso sería no negociar… ¡sería guerra!
-¡es necesario fraile!
-¡no! ¡así no!
– ¡busque otra salida!
El mercedario le pidió tiempo al capitán – para evitar un confrontamiento- debido a que el rey de estas tierras Moctezozoma… Muntezuma… -difícil lingüística para los ibéricos- estaba siendo amable en la recepción de lo que los mensajeros llamaban ¡cortesía!
Ya Moctezuma sabía el nombre del capitán Cortés, y le dirigía las palabras con sus embajadores de “sean todo con el señor de Cortés”
El capitán Cortés ya había adiestrado a su ejército de 400 hombres, que al ser tan pequeño el ejército – una vez vista los treinta mil hombres del ejército de Moctezuma- le venían a su mente el gran Leónidas y sus trescientos hombres que combatieron a los persas.
Piqueros, caballería, soldados con armadura y la traída de china ¡pólvora! seguramente harían de estas tierras el dominio, debido a que el capitán y sus hombres, no veían cañones, fierros o armas que lograron satisfacer una batalla completa.
A diferencia de lo que se pensaba, el fraile mercedario había investigado que, en las guerras, aquí se apresaban a los contrincantes; mientras que los europeos mataban al enemigo.
¡situación ventajosa!
-¡capitán Cortés! … los nativos de estas tierras piensan que los soldados y sus caballos son ¡un solo animal…! ¡como centauros!
-¡ventaja pronta!… ¡que nadie se baje de día de sus monturas!… ¡ni para comer! ¡ni para evacuar o dejar orina! … ¡ni para ocasión alguna!
¡fue un orden que se cumplió a cabalidad!
El aposento de Moctezuma – desde sus primeras infancias- le era de verdad imposible de recorrer de canto a rabo, las más de veinte entradas custodiadas por caballeros jaguar, le daban la importancia al recinto.
Dos grandes cuadros que sirven de descanso permitían jugar de un lado al otro, el niño pasaba un tiempo importante del día, en el oratorio, invocando a su amigo Tloque Nahuaque – dios de todos los tiempos y único dios- y Moctezuma le rezaba así:
… mi Señor Tloque Nahuaque, mi lengua y mi destino en tus manos, mis hermanos sacerdotes anahuacas te cantan en el dintel de la mañana, mis hermanos del mayab te cantan como Hunab Ku, mi Señor sin figura ni tiempo, sin pies ni boca, pero bajo tu mandato todos se postran a tu rodilla… no te miro, pero te siento; no te abrazo pero te respiro… ¡mi gran Señor!
¡todo lo circular te representa! ¡permite mi señor que siga tu paso del disco de luz! ¡porque sé que estás ahí!… ¡ahí!… ¡lo sé!…
Cuando rezaba el niño Moctezuma, con su mano derecha hacía círculos pequeños, y bailaba dando vueltas, ya que cada vuelta de la danza era ¡un tributo a Tloque Nahuaque!
Un sacerdote observaba el rito… ¡se acercó y dio una palmada fuerte en la espalda del joven príncipe!… ¡con ello lo sustrajo de su trance!
Luego tomó una larga espina de maguey y se la encajó en la oreja – castigo por blasfemia a los niños- dejando que sangrara… ¡obediente Moctezuma se hincó y pidió disculpas!
-¡una pena señor sacerdote! ¡una pena invade mi corazón por haberme dejado ver haciendo esto!
-¡no será la última vez que lo vea haciendo esto mi joven cara de sol!
-¡no!
¡le dijo el niño príncipe encarándolo y viéndolo a los ojos!
La mente de Moctezuma se remontaba a esos días, cuando los sacerdotes abusaban de su candidez, por el amor infinito a su divinidad ¡único señor! ¡dios Tloque Nahuaque! le pedían favores de anuencia con su padre Axayácatl a cambio de no delatarlo ¡nunca se los concedió!
El aceite que esparcía su sirviente por todo el cuerpo delgado y marcado por la autoflagelación, le hacía parecer de mayor fuerza y virilidad.
Su toque de piedras de jade y oro, las plumas de quetzal que adornaban su tocado, una pechera de lapislázuli con incrustaciones de obsidiana, sus muñequeras de oro y sus pectorales cubiertos de una fina lámina del metal del sol – que en ocasiones le estorbaba- así como sus musleras y sandalias de finas tiras de cuero bordadas en dorado, le daban el señorío de Emperador.
Así caminó el Emperador hacia la sala de anuencias, recibiría a unos embajadores que le darían parecer de la llegada de aquellos hombres con casas que flotaban, en las tierras de los totonacas.
La sala del palacio es una explanada que ocupa un espacio mayor del palacio, flanqueada en cada esquina por guerreros jaguar y guerreros águila, así como de la corte del emperador, las concubinas y la gran señora, mesas con frutos de variadas regiones, esclavos obtenidos como prenda de algunas batallas ¡todo escucharían las palabras de los emisarios!
El primero en acercarse – después de una ceremoniosa peregrinación para lograr entrar al recinto, previamente perfumado con incienso y flores- fue el señor del lago Cuitláhuac, quien cantando le tendría que dar las noticias… -así era el rito-
La preocupación del gran Cuitláhuac es que ¡no sabía cantar! fue entronado como joven del Calmécac para ser un gran guerrero ¡pero nunca cantar! delante de Moctezuma ¡lo tendría que hacer!
Se acercó y haciendo la reverencia… ¡comenzó con su pésimo entonar!…
-¡el señor Cortés! que de nombre pareciera salido de lo más oscuro del inframundo, es un apestoso y hediondo ser de características imperdonables, pero sus cercanos ¡le admiran! ¡le temen y respetan!
Cuando cantaba esto a Moctezuma -le quedó claro al emperador, que sus cualidades de entonación no estaban en su mejor momento- así que le pidió que lo dijera a su joven acompañante, quien se decía que su voz era de suave viento.
-¡mi señor Moctezuma! ¡señor de la mañana y del viento! ¡enternecedor canto de agua como su padre! ¡dulce miel del maguey! ¡vida del suspiro de los niños! ¡enternecedor abrazo de joven!… el misterioso señor de rostro con vello es un ser que dispone de sus voluntades, ha sido atento a nuestra visita, ha sido cordial con nuestros obsequios y nos ha dicho de manera directa que desea conocerle…
-¡joven del viento de voz! dile a tu señor Cuitláhuac que los hombres que acompañan al señor del rostro de piel de luz, no viene solo, me han contado que unos más han llegado por la ruta del primer hombre, y que mis escuchas, me dicen que esta persona no es el del bien de ver, ¡del señor de más allá de los horizontes de agua!
¡lo consideran un traidor!
¡Cuitláhuac levantó la vista y vio a los ojos de Moctezuma! – rompiendo con esto el protocolo de anuencia- y se dirigió – sin cantar- al señor Emperador.
-¡mi compañero señor del sol y de la luz! ¡señor de todo lo que vemos y todo lo que tocamos! ¡el señor del rostro de luz me ha dado este signo para que tú lo contemples!
¡sacó de entre sus ropas un crucifijo! que, puesto sobre un círculo, le hacía parecer al emperador el signo infinito de… Tloque Nahuaque… ¡su señor!
¡de manera inmediata aplaudió el Emperador! y toda la corte y quienes allí estuvieran salieran del recinto, sin dejar de hacer la peregrinación…
-¡mi Tloque Nahuaque!… ¡eres tú!…
Cuitláhuac se inclinó y permaneció de rodillas delante del emperador… – solos en el recinto quedaron ellos dos-
-¡mi señor te noto cambiado el tono de tu respiración! ¡vida de nuestro día!
-¡Tloque Nahuaque!… ¡mi señal y mi auxilio! ¡mi respiración y mi aliento!… ¡mi niño que me acompaña…
… soñaba yo que, en tu campo, en tu cuna de agua, tomas mi mano y me dabas de beber, cristalina y fresca fragancia de Tláloc, las deidades se ponen de rodillas ante tu nombre, rescatas del inframundo a tu gente, donas tu corazón por el mendigo, sanas del dolor al enfermo… ¡mi Tloque Nahuaque…
¿por qué te manifiestas así?… ¿por qué en mi campo?… ¿por qué en mis hierbas?…
¡ven señor!…
Continuará….