CONCIENCIA PÚBLICA
Finalmente se realizó la tan comentada visita a Washington del Presidente López Obrador, y fue tan meticulosamente instrumentada, que lograron evadir temas y temores y resultó un pulcro ejercicio de diplomacia con el cual se pudieron conseguir los objetivos de ambas partes, tanto los oficiales, como los particulares de cada Presidente, estos por supuesto, los más importantes.
No se trató de una visita de Estado, no tuvo tales formalidades, ni se puede decir que haya sido una reunión de trabajo, con agenda y temas pre establecidos, salvo la programación de eventos sociales y la charla de amigos entre los presidentes. Fue pues, una visita de cortesía, el pretexto, la puesta en marcha del TMEC como marco para la fotografía escrupulosamente planeada entre los dos.
Era y es evidente, que a Donald Trump le tiene sin cuidado el TMEC, ya introdujo en la negociación todo lo que quiso, como también es claro que la puesta en marcha del tratado no ameritaba la presencia de López Obrador ni la ornamental presencia de la corte de empresarios, esa nueva, y no tanto, mafia del poder. Lo que realmente interesaba al par de mandatarios era y es, el tema electoral.
Donad Trump está urgido del voto hispano, 36 millones de hispanoparlantes (Trump dixit) a los cuales tiene hoy que cortejar, pues la base que lo llevó al poder ha perdido solidez con la población de color y los trabajadores, y sus aspiraciones reeleccionistas peligran.
Por su parte López Obrador, lo que ve tambalearse es su proyecto transformador por los efectos de la pandemia y la ambigüedad de su política de desarrollo económico, gracias a lo cual se pronostica la más grave crisis en cien años, y sabe que necesita recomponer sus niveles de aprobación de cara a la elección de 2021, así como la revocación de mandato en 2022.
El intercambio de favores resultó conveniente para ambas partes y a ello se puede abonar el que no haya estado el tema del muro, ni por asomo en la agenda, y que los aranceles fueran cosa del pasado, Trump necesitaba palabras amables y las recibió. A cambio moderó su talante y entregó una pieza (César Duarte) que ayuda a reforzar la pieza fuerte del gobierno mexicano, la lucha anticorrupción, mientras que López Obrador fue por compromisos más de largo plazo para aminorar los efectos de la crisis que viene. No fue el azar el que puso en la mesa a grandes corporaciones norteamericanas, importantes en las ramas de medios, electrónica, agricultura y energía, entre ellas Sempra Energy con inversiones ya cuantiosas en México, hoy en pausa por las decisiones tomadas por autoridades mexicanas que causan, desconfianza e incertidumbre.
Para López Obrador valió la pena el riesgo de una gira en la que mucha gente no estaba de acuerdo, fue a buscar una salida para una situación que él no puede controlar del todo, mientras no genere la confianza que las inversiones necesitan para sentirse seguras. El TMEC no es la panacea, pero por el momento es la herramienta inmediata para una recuperación al ritmo de la economía estadounidense.
Fue pues una reunión diseñada para ganar ambas partes y decidieron apostar por las coincidencias para lograr los objetivos comunes. Por el momento, al parecer gana más el Presidente mexicano pues su causa es de más largo aliento y su crisis más profunda. Para el norteamericano es un asunto inmediato, oxígeno para su campaña y los compromisos que haya asumido tienen un horizonte definido en la elección de noviembre. Hasta ahí puede esperarse que los cumpla, después y en caso de ganar la reelección volverá a ser el mismo de siempre.
López Obrador tiene ante sí, tal vez los momentos más difíciles de su gobierno, perdiendo el apoyo de amplios segmentos sociales, con una pandemia que no habrá de ceder en el corto plazo y que traerá una cifra de muertos que superará cualquier tragedia que haya sufrido México, con indicadores económicos que registran ya 20 meses de caída, con reducción importante de ingresos a las arcas públicas y un gasto social creciente y demandante por las expectativas generadas en su discurso político electoral y además la más grande elección de su periodo, que él se ha encargado de convertir en un refrendo a su proyecto, claro que valía la pena arriesgarse a tragar sapos con una reunión como la acontecida.
La brillante actuación de la embajadora Bárcenas y el talento de Marcelo Ebrard lograron que se llevara a cabo en la normalidad diplomática y con una civilidad conveniente a los dos personajes. Se acredita el esfuerzo del Presidente por encontrar apoyos en los momentos adversos, sin embargo y desgraciadamente, no es suficiente.
A diferencia de otras crisis, ésta no viene de fuera y tampoco de allá vendrá la solución. Es tiempo de revisar, sin atavismos ideológicos, la estructura y funcionamiento de su gobierno, rectificar no es fracaso ni claudicación, los mexicanos comparten en su mayoría el diagnóstico y al igual que lo hizo con Trump, es necesario que empiece a construir alrededor de las coincidencias, sin anatemizar las diferencias.