CONCIENCIA PÚBLICA
El presente es un año que se veía mal desde su inicio y al terminar el primer semestre uno diría que no puede verse peor, sin embargo, aún podemos esperar dosis fuertes de adversidad. Esta situación no es privativa de México, es difícil que algún país pueda excluirse de los efectos de una pandemia prolongada, la diferencia estribará en cuáles de ellos tienen las condiciones para soportarlos mejor o superarlos en corto plazo y lamentablemente no es el nuestro uno de los mejores.
Las políticas exhibidas hasta hoy, no muestran que el gobierno federal vaya a ser un impulsor del crecimiento para revertir las perspectivas económicas desfavorables. Decrecimiento esperado del 10.5 por ciento del PIB, desempleo, falta de ingresos en el gobierno y en las familias, incertidumbre y desconfianza en las políticas gubernamentales, criminalidad creciente y desafiante, instituciones debilitadas por la austeridad indiscriminada, pandemia persistente, elecciones en medio país y economía internacional también en reconstrucción, es un escenario borrascoso.
El Fondo Monetario Internacional indicó que la incertidumbre en los precios del petróleo y los efectos del COVID, obligarían a realizar ajustes en el gasto público, al igual que la deuda pública y la de las empresas, contraída en moneda extranjera, tendrían un impacto negativo en el crecimiento y prolongar la recesión. Por otra parte, el recurrente apoyo financiero a Pemex, el declive sustancial de los ingresos públicos, más lo que Moody’s llama “un ambiente de políticas menos predecibles” por la implementación de decisiones conflictivas que minan la confianza del inversionista, son factores que inciden en la posibilidad de una muy lenta recuperación.
Es evidente que el gasto público ya se ajustó, como lo predijo el FMI y que el gobierno no tiene los recursos, ni la disponibilidad, para apoyar a las micro, pequeñas y medianas empresas en su recuperación tras la pandemia, así como también que la inversión pública al estar concentrada en proyectos específicos no generará empleos de calidad, con lo que la herramienta gubernamental para mejorar el ingreso radica básicamente en las cuotas de asistencia social a segmentos específicos. En materia de empleo, durante la pandemia hasta abril se habían perdido 2.1 millones de empleos formales y 10.4 millones informales (INEGI), y según CONEVAL 14 millones han caído en pobreza alimentaria. Es natural que debido a esto, los indicadores de consumo hayan caído y que en consecuencia el ingreso del gobierno baje al percibir menos IVA, IEPS e ISR, disminuyendo así las posibilidades de inversión pública productiva.
La desconfianza de los inversionistas no indica que los niveles de empleo se vayan a recuperar prontamente y el acuerdo de libre comercio T-MEC, no implica necesariamente más inversión y cuando mucho restablecerá plazas suspendidas pues el clima de desconfianza persiste.
Esos son los grandes nubarrones, no todos, la inseguridad y la presencia cada vez más desafiante de cárteles y organizaciones criminales, sigue propiciando inestabilidad, así como la impredecible actitud institucional ante la inversión privada. En razón de ello, la inversión de largo plazo no habrá de llegar, pero sí la especulativa que exige un retorno rápido, grandes rendimientos.
El presidente ha anunciado en su reciente informe, que para apoyar la recuperación económica de los más pobres, a las pequeñas empresas y negocios familiares se han entregado un millón 278 mil créditos y que a finales del año estarán llegando a 4 millones, medida insuficiente en monto (25 mil pesos) y en cantidad para la recuperación, y no hay indicios de ninguna otra política específica para la recuperación.
Es tiempo de que el gobierno reconozca estas insuficiencias y que evalúe racionalmente lo que puede y lo que debe hacer. El temporal que estamos viviendo en este año, se verá magnificado el próximo, pues la pandemia no habrá de parar y los recursos que tiene para que este país recupere el dinamismo económico son muy limitados, ya en mayo los ingresos presupuestales están un 23% abajo respecto al año anterior.
No es cuestión solo de recursos económicos, ya insuficientes, sino también de política económica enfocada al crecimiento. Fortalecer las empresas productivas del Estado, CFE y PEMEX, no nos llevará a incrementar el empleo o el nivel de ingreso de los trabajadores, que es la forma de combatir la desigualdad, no a fuerza de dádivas y subsidios.
En las condiciones en que está la economía nacional y con las políticas actuales, lo único que puede ofrecer el gobierno es que seamos felices con lo que nos quede, mientras no piense con seriedad, en la necesidad de desplazar sus viejas convicciones por mejores políticas económicas y financieras. No se trata de liberales vs conservadores, sino de generar las condiciones para que los mexicanos tengan acceso a satisfactores y bienes en la medida de su esfuerzo y trabajo. Ya tendrá ocasión el gobierno de regular la ganancia excesiva y reducir la desigualdad del ingreso, lo importante es que los mexicanos tengan empleo y haya consumo para que la economía prospere, de lo contrario, la irritación social que los llevó al poder puede revertirse.