En todas las redacciones del mundo, cuando en el mundo había medios impresos y nada más, excepto la radio o la TV, había una previsión editorial persistente: elaborar la semblanza de algún personaje cuya muerte se presintiera o su edad hacía cercana, y se preparaba un “dossier” tan grande o tan pequeño como la línea editorial lo requiriera.
Un poco la filtración de las instrucciones de Adela Micha cuando recientemente Silvia Pinal estuvo enferma.
–Esta se va a morir”; preparen todo, se oía decir a la señora Micha. Bueno. Así se hace en todas partes.
Si es posible se entrevista al personaje, si su condición lo permite, y si no, se guarda el paquete con la bien elaborada información para el momento exacto. A eso se le llama zopiloteo. Entrevistas o reportajes zopiloteros, porque como buitres los periodistas volamos cerca de los vivos para aprovechar la hora de su muerte.
Buitres, así nos gritaba Teresa Lara a quienes en el Hospital Inglés esperábamos tirados en la alfombra, la muerte de Agustín.
Y entonces se publican obituarios geniales, escritos con tiempo., sin las prisas y los agobios de la edición cotidiana. Ese ímprobo trabajo se lo endilga Antonio Tabucchi a su personaje en la genial novela, “Sostiene Pereyra”. Una forma, también de sobrevivir la censura de aquellos tiempos portugueses retratados por el desaparecido novelista italiano.
Una muerte es noticiosa cuando se trata de alguien famoso. Un ídolo popular; por ejemplo. Durante años la cifra mayor de tiraje alcanzado por un periódico en México, lo tuvo “Ultimas Noticias” de EXCELSIOR, con cerca de 350 mil ejemplares con la noticia del avionazo mortal de Pedro Infante.
También es noticia importante la partida de un héroe nacional. Sólo recordemos los funerales de Winston Churchill y su amplitud en los medios.
Pero para preparar esas cosas, excepto los accidentes, siempre hay tiempo. Y para publicarlo y ponerlo en circulación, también. Ese es el sentido de las ediciones extraordinarias. Extras, como se les llama.
Uno puede analizar la tendencia editorial de los medios y su profesionalismo, por la forma como despiden a un muerto con talla de personaje de la historia. En ese sentido, las ediciones de ayer, fueron todo un ejemplo.
Pero lo más notable no fue cómo lo publicaron, sino como NO lo publicó alguien. La portada de la revista PROCESO, diría el clásico, calló como momia. En lugar de ofrecer la ansiada noticia (para ella y su cuerpo editorial) de la desaparición de Luis Echeverría a quien tanto odio le tuvieron durante todos estos años, publicó una ñoña información (“Someter al PRI”) con una foto vieja de López Obrador y Peña Nieto. Eso lo pudo haber impreso hasta “La república”.
No hablo de la edición digital. Hablo de la revista impresa cuyo nacimiento se debió, precisamente, a una acción autoritaria de Luis Echeverría cuando sacó de la oficina al entonces director de EXECLSIOR, Julio Scherer y cuya memoria debió haber servido no para una portada, sino para una edición casi íntegra del semanario, dedicada al personaje al cual acusó, acosó, enjuició y condenó durante casi medio siglo.
Hubieran podido, siquiera (habría dicho el novelista francés Boris Vian) escupir sobre la tumba, pero no tuvieron los reflejos profesionales de los periodistas de cepa. O de los herederos, siquiera.
Pero sí fue posible insertar, como lo vienen haciendo desde hace semanas, una página exigiendo el fin de la distribución ilegal de la revista.
DERRIBO
Por todos los flancos el gobierno cerca al PRI. En España le llamarían labor de acoso y derribo. A Peña le mandan decir cállate y tápate, para obtener, sin su intervención, el Estado de México.
Al presidente del partido, lo humillan derribando con arietes las puertas de su casa, y después lo guardan “en el cuartito”, con un pretexto baladí, dizque de alerta migratoria cuando no migra; regresa de Europa.