Las deserciones y renuncias que han sucedido en el PRI en los últimos días, exhiben las verdaderas causas por las que ese instituto ha perdido vigencia, prestigio y rumbo. En política no pierden todos los que se van, ni ganan los que se quedan y finalmente todos terminan perdiendo algo.
También en política, la lectura de los tiempos y el uso que se le da a los tiempos mismos, son virtudes que muy pocos tienen y manejan, generalmente esos que lo saben y lo ejercen son los que hacen la verdadera política porque saben que nada se hace con la prisa de lo inmediato, sino con la sensatez de lo bien pensado y sabiendo a donde se quiere llegar, siempre con altura de miras, con visión que privilegia el encuentro de los intereses comunes por encima de los propios.
Desafortunadamente, esos alcances no los tienen ni los que se van ni los que se quedan en su cada vez más mermado club. Su horizonte ha estado siempre fijo en la próxima elección y el siguiente brinco personal. Sus carreras fueron hechas siempre a la sombra del poder en turno y salvo dos o tres honrosas excepciones, ninguno acredita en el territorio una base social de respaldo ni impulsan un proyecto de nación.
Todos ellos, los que se van y los que se quedan, perdieron el rumbo con la primera transición democrática. Obnubilados por recuperar y conservar el poder, se olvidaron de seguir y defender un proyecto de partido y de nación basado en el liberalismo social con democracia y desarrollo regional que abanderó el PRI de Luis Donaldo Colosio.
Ellos, los que se van y los que se quedan, ascendieron haciendo una política cortesana, construyendo y defendiendo sus pequeños cotos de poder, tolerados y consentidos por un presidente que resultó ser indolente y frívolo. Los que se van y los que se quedan, son los que mandaron al destierro de una embajada a la única presidente del partido que logró triunfos desde la oposición en Estados y municipios gobernados por el partido en el poder e hizo posible la recuperación del mismo.
Ellos fueron también los que operaron desde sus posiciones en el gobierno para que el PRI perdiera gubernaturas, tan solo para cortar la carrera de éxitos políticos de otro presidente que, desde la coordinación legislativa, les trabajó las reformas y mantuvo la conversación política con todas las fuerzas y partidos. Al igual que otros ex gobernadores y ex presidentes del CEN, ninguno de ellos se ha ido, todos conocedores de los tiempos de la política. Ella sigue en la cámara de Senadores, sin estridencias, disintiendo cuando debe y dejando claro su pensamiento y sus razones, con la cara en alto y su dignidad intacta, tanta como para aspirar a la máxima responsabilidad, que es conducir los destinos del país.
Los que se quedan con la dirigencia, está claro que tienen como horizonte alcanzar el mayor número de posiciones legislativas y algunas municipales, pobre y mezquina aspiración; los que se van no tienen más destino que abordar otro barco que les permita seguir en la carrera por posiciones. Dos ex gobernadores del Estado de Hidalgo dejan al PRI, uno se lleva la estructura, el otro solo el nombre.
Las dos mujeres, Claudia y Nuvia se llevan su prestigio de mujeres de lucha pero que las dejaron solas. Al salirse no pierden pero tampoco ganan. Los cientos de militantes que dijeron acompañarlos en el éxodo, deben sumarse a los miles, y tal vez todavía millones de priistas, inconformes con el manejo de la actual dirigencia, pero que siguen fieles a los colores y a los principios, sabiendo que hay una fecha de caducidad y que quedarán muchas cenizas para edificar sobre ellas una nueva era.
Estas reflexiones sobre los que se van nos llevan a observar a los que se bajan de sus aspiraciones para ser el candidato de la oposición en los comicios presidenciales de 2024. Hablaría bien de ellos si las razones que dan para no participar fueran honestas y reconocieran que en realidad no tienen bases para soportar tales aspiraciones. En cambio no se vale que lo hagan aduciendo que no están de acuerdo con el procedimiento por favorecer a los partidos y sus aspirantes.
Se entiende que los representantes de la sociedad civil hayan renunciado a la organización, ellos nunca se han llevado bien con los partidos, pero también es ingenuo de su parte ignorar, como si no lo supieran, que necesitan de los partidos y sus procedimientos para nominar a un candidato de acuerdo a nuestras leyes. Pero que lo hagan quienes han participado en política es hipocresía, egoísta posición que más favorece al oficialismo que a sus propios fines.
Finalmente, una advertencia para los que no se bajan, para los que se registran y pretenden ser candidatos de una alianza tripartidista. No se debe perder de vista que esta alianza es de papel y que no está trabajada y consensada con sus estructuras y esto habrá de ser una enorme desventaja operativa en el momento de la elección.
Van a enfrentar una elección de estado, con una estructura electoral trabajada desde el poder y con recursos públicos durante cinco años y más vale que vayan concientizando a la sociedad, esa que salió a defender al INE, para que defiendan la elección en cada casilla, porque las estructuras de los partidos han demostrado ya su ineficiencia y hasta su inexistencia.
¿Qué estructura del PRI los representará en Hidalgo, la que se fue o la que se queda? ¿Quién en Veracruz y Puebla o en Sonora y Sinaloa? ¿Quién en Chiapas y en los 22 estados en los que han perdido las elecciones en los últimos cinco años? Es advertencia para la que no importan los que se van o los que se quedan, sino los que estarán en la boleta.