El lunes pasado comenté aquí la decisión del Congreso de la Unión por la cual la ley contra el nepotismo entrará en vigor hasta 2030 y no en 2027, como lo establecía la iniciativa presidencial; también me referí al supuesto impedimento que al respecto impondrá MORENA a sus afiliados. Consideré todo ese bodrio como un fraude maquinado que sirvió para sentar en un cuerno de la luna a nuestra maravillosa emperatriz y asegurar larga vida a la pútrida nepocracia.
Tal reforma legislativa, que según dijeron sería “un baluarte constitucional para la democracia representativa y los derechos fundamentales”, terminó siendo, de principio a fin, una treta majadera, una mascarada más, hecha por la gerente del obradorato en beneficio de su recua de sinvergüenzas. No hay duda de que, del texto de la referida ley se advierte con toda nitidez que se dejó abierta una vereda por la cual el nepotismo seguirá en todo su esplendor por tiempo indefinido, en alcaldías, diputaciones, senadurías y gubernaturas; debiendo destacarse que dejó intacto el flujo mayor de parientes: el que impera en la administración pública federal y en las estatales.
En la minuta por la que se reforman y adicionan diversos artículos constitucionales hallamos que en ningún caso podrán participar para los cargos públicos que ella señala “las personas que tengan o hayan tenido en los últimos tres años anteriores al día de la elección un vínculo de matrimonio o concubinato o unión de hecho, o de parentesco por consanguinidad o civil” (en determinados grados) “con la persona que está ejerciendo la titularidad del cargo para el que se postula”.
Efectivamente, los vínculos a que se refiere la ley son entre funcionarios y aspirantes. Dicho en otros términos: la relación ha de ser entre la persona que está ejerciendo la titularidad del cargo y la que pretende ocuparlo en el siguiente período. De ello se deriva fatalmente que bastará con que el funcionario pida licencia y se retire del cargo un día antes de que inicie el proceso electoral, para que sea legalmente postulado, a tambor batiente, su amado népota. Y todos a una cantando: “Los nepotistas unidos jamás seremos vencidos”.
La reciente pantomima sirvió para venerar a “la estadista” a la “mujer maravillosa” y para distraer a la población de los graves problemas que la aquejan, mientras se relamen los bigotes quienes siguen acariciando al disque odiado nepotismo. Entre ellos, en lugar privilegiado, el hijo de su papá que, con dinero público y el padrón de MORENA, está en sórdida campaña por carrancearse la presidencia de México en el 2030.
Asumamos la realidad: el futuro es incierto, pero no hay calamidades sempiternas. México siempre vivirá lo construido o destruido por nosotros mismos. El oprobio es superable con talento, valor y auténtico patriotismo.