Impreso en el diario donde caben todas las críticas y ninguna alabanza a la obra presidencial, apareció –-a pocas horas de la revisión crítica de las tendencias de la opinión publicada—un texto de singular obsequiosidad hacia el Ejecutivo y en contra de sus malquerientes, escrito por el senador Héctor Vasconcelos.
El senador monta en su Rocinante y la emprende a desfacer entuertos y a hacerles a los críticos del Señor Presidente algunas preguntas, no sin antes ofrecer como introito de su texto, el recurrente silicio de cómo desde Madero, nunca se había visto tanta acrimonia editorial contra un hombre en el poder, etc, etc.
Vasconcelos es un hombre culto. Proviene de una estirpe de élite intelectual. En términos romanos, es un patricio. Educado, instruido, limpio de trato y forma, pero no por todas estas cualidades exento del feo hábito de la adulación, la cual lleva al extremo de esta frase, cuyo contenido –en defensa del patrón–, no implica nada en cuanto a las responsabilidades Ejecutivas contenidas en la Constitución:
…¿Qué tanto advierten los historiadores que tenemos la esposa del Presidente -se rehúsa a ser llamada primera dama- más intelectual y erudita de toda nuestra historia?”
A mi modo de ver a esa pregunta le sobre el verbo “tenemos la esposa”.
No, no la tenemos, la observamos, sabemos de sus afanes en su oficina gubernamental de la memoria histórica, a la cual acude pro bono, como muchas veces se ha informado, pero nada más. Y si se rehúsa a ser llamada o considerarse, “primera dama”, esa denominación es intrascendente.
Les pregunta Vasconcelos a los críticos:
–¿por qué enfatizar sólo lo que puede ser cuestionable y no señalar lo que ya ha transformado a México?
Por dos cosas. La primera, porque así es la crítica.
Enfatiza en lo cuestionable. Lo demás cae en el insípido terreno de lo habitual. El periodismo es el relato de lo accidental, la fractura de la normalidad. Es noticia un incendio, no una casa sin llamas.
Y lo segundo, porque no se puede señalar “lo que ya ha transformado a México”, porque la transformación nacional no ha ocurrido todavía. Hemos visto mutilaciones presupuestales y caprichos administrativos, rifas aeronáuticas y una nueva liturgia para hinchar la bolsa de los programas sociales, mantener clientelas agradecidas y garantizar votos futuros. Pero nada más.
El interés periodístico es como el cirujano, sólo interviene en la enfermedad.
En otras preguntas Vasconcelos plantea:
¿Por qué son pocos los articulistas y comentaristas que celebran que haya, por primera vez en nuestra historia y caso único en el mundo, un Presidente que se comunica y expone diariamente ante sus interlocutores frente a una audiencia nacional?
Yo no puedo hablar por nadie, pero a mi nunca me ha parecido un ejercicio informativo el asunto mañanero. Desde los tiempos de la jefatura de Gobierno del DF, advertí una forma barata (por su nulo costo) de ocupar los espacios de manera constante en beneficio de la propaganda. En aquel tiempo le quitaba la atención a las torpezas de Vicente Fox.
Hoy, mantiene sus fervorines con los cuales sostiene el hilo hipnótico hacia sus millones de seguidores. No es un ejercicio de información, es una catequesis intensa, llena de datos sin comprobación y afirmaciones falsas, mendaces en algunos casos; ágora y arena para discutir indirectamente con sus adversarios.
¿Por qué no hacer hincapié en que López Obrador es el primer Presidente al que se retirará el fuero y el único de nuestra historia que se someterá a un referéndum revocatorio?…
Quizá porque el fuero no se extingue; en todo caso se amplía el catálogo de faltas por las cuales puede ser enjuiciado. Nada más. Y en cuanto al referéndum tendrá la misma manipulación de la consulta para desbaratar Texcoco o buscar en enjuiciamiento a los ex presidentes.
Ya vimos cómo le fue a Luis María Aguilar.
“–Se dice que las conferencias mañaneras –dice HV–, están manipuladas. Aún si así fuere, ¿por qué no asisten a ellas las estrellas de la comentocracia?(…) Pero, ¿cómo van tan egregias personalidades a levantarse al alba para ir a interpelar a alguien que no ha pasado por Harvard, que ni siquiera habla inglés, que no lee religiosamente “The Economist”? Quizá valiera la pena porque el personaje en cuestión es el líder moral de millones y millones de mexicanos”.
Yo preferiría que fuera el presidente de todos los mexicanos. No el líder moral de nadie.