En los escasos tres años de la llegada al poder del presidente Andrés Manuel, hemos visto un peligroso viraje hacia el endurecimiento selectivo y segregacionista.
La propuesta amorosa y republicana de una utopía nacional basada en la bondad como único camino a la felicidad, (falsa como rifar un avión), fue acompañada inicialmente por una autosuficiencia moral cuya inevitable prolongación nos llevó a escuchar la proclama, no sólo la superioridad ética sino –en el colmo delirante–, la exclusividad ética.
Los adversarios están moralmente derrotados. ¿Quién decretó esa derrota? El vencedor.
Pero una cosa es acumular votos en una elección de raíz democrática y otra ganar además el reino de la verdad revelada y con ello el monopolio de la bondad, la virtud, la ciencia y la conciencia.
Eso significa, en términos de similitudes, repetir la idea de la Iglesia católica en las cruzadas. Todos los demás somos cátaros, albigenses en potencia, si no hacemos pública manifestación de la fe “verdadera”.
En los siglos idos, quien dudaba del dogma cristiano o practicaba la fe mosaica, era inmediatamente clasificado y marcado como hereje, el infiel, el réprobo, el poseído. Y para combatirlo se constituyó el Tribunal del Santo Oficio.
Hoy la Cuarta Transformación ha erigido su tribunal y su oficio de tinieblas
Si a este párrafo de la “historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en México (José Toribio Medina)”, sustituimos las palabras iglesia o Santa Fe Católica, por las reformas legislativas o los reiterados diagnósticos sobre la inseguridad o el balance de las relaciones internacionales, la hazaña del litio (sin litio), la ecología o cualquier otro tema cuya formulación choca contra algunos capaces de disentir, hallaremos otras herejías y otras inquisiciones.
“…visto que los que están fuera de la obediencia y devoción de la Santa Iglesia Católica Romana (Morena), obstinados en gran pertinacia en sus errores y herejías, siempre procuran pervertir y apartar de nuestra santa fe católica a los fieles y demás cristianos y con su malicia y pasión, trabajan con todo estudio de los atraer a su dañada creencia y opinión, comunicando sus falsas opiniones y herejías, y esparciendo diversos libros heréticos y condenados (en la prensa fifí), para sembrar sus reprobadas y opiniones…”
Traidores a la fe, eran estos herejes de la Nueva España. Traidores a la patria son hoy quienes disienten.
No quienes delinquen, matan, incendian o secuestran mujeres hasta la muerte; no, esos no son traidores a nada, ni a la vida. Son personas pobres requeridas de la protección paterna del Estado cuyo manto debe procurarles pensiones, estudios atención, dinero y sobre todo, abrazos, muchos abrazos, siempre y cuando abulten la urna.
Pero detrás de toda intransigencia se incuba el fanatismo, y detrás de todo fanático, sobre todo si lo es de sí mismo –con poder y dinero– anida un dictador. Toda dictadura es, en cierto momento, la imposición de una moral. El dogma soviético creó los gulags. El dogma antisemita, el Holocausto.
Y así podemos seguir con todos los ismos.
CONSULTISMO
En política la palabra consultismo, por muy evidente razón, obliga a rimar, con onanismo.
Hoy Mario Delgado emprende la farsa para consultar si el pueblo (su clientela), desea o no linchar a los diputados a quienes de antemano se califica como traidores a la patria.
Y por si el onanismo mariano no fuera suficiente, Claudia Sheinbaum nos ofrece otra linda forma de perder el tiempo: una consulta para saber cuál variedad se siembra en el agujero de la difunta gran palmera cuya muerte no se debió a su edad sino a su enfermedad, la cual pudo haberse atendido.
Quizás le pidieron opinión a López Gatell, pero la plaga no se atendió, ni en ese caso, ni con las demás palmeras infectadas de la ciudad.
Yo no participo en consultitis (viva la otra rima) porque nunca he tenido orquitis.