“Un buen rey no cede, concede”. Conceder le acerca al pueblo, ceder lo arrincona y se verá obligado a seguir cediendo.
Entre quienes llegaban a las gubernaturas a base de experiencia política, sabían que los primeros meses de mandato eran prueba de fuego, ceder o conceder les marcaría los años de mandato por venir. Hoy en nuestra entidad se vive una etapa de reclamo, de inconformidad con las decisiones tomadas desde el poder, parece que al vuelo, y con seguridad, sin conocimiento de la vida que llevan y padecen los de abajo, cuyos agravios hoy se suman y engrosan al del costo de las placas.
Los de abajo son mayoría, sus autos son de diez años hacia atrás, viejos unos y carcachas otros, mantenerlos funcionando es costoso, sólo los coleccionistas los usan una vez al año, el resto lo necesitan para trasladarse: en las zonas rurales para no recorrer kilómetros caminando, para llevar ganado y pastura; personas, alimentos y hasta agua indispensables para las familias. En las zonas suburbanas y urbanas también para moverse, sobre todo a los centros escolares, comerciales y laborales evitando las graves deficiencias del transporte público, cuyas concesiones están asignadas a particulares, a quienes en lugar de exigirles buen servicio o quitárselas si no cumplen, un sexenio si y el que sigue también, les siguen rescatando con dinero público. Para no variar el actual gobernador, ahí sí, ha concedido, subsidiar al sistema Qrobus, dice que para mejorar el servicio. Negocio que no deja hay que dejarlo, y si a los concesionarios no les rinde, lo que procede es quitarles ese pendiente.
La vida de los de abajo es de constante humillación. Si requiere neumáticos compra “gallitos”, si ropa, compra usada de “paca” o en tianguis y bazares caseros; si requiere dinero, recurre a prestamistas que le triplican la deuda y de no pagar le quitan hasta el tendedero; para obtener recursos sin empeñar el alma, abre su zaguán y pone a la venta desde el florero hasta el patín del diablo. En las campañas políticas reciben fruta y verdura echada a perder y fuera de ellas, rebanadas de rosca de reyes y una bolsita con dos naranjas y un trozo de caña. De lo poco ganado lo pierden en una multa, en una “mordida” muchas veces más cara que la multa, en el atraco que infringen los corralones y las grúas, otros servicios concesionados para robar con permiso; se gasta mucho e injustamente en el pago de agua potable que ni es potable, porque quien la toma enferma y para sustituirla hay que comprar “carísimos” los garrafones de agua, entre decenas de gastos derivados de la nula empatía de las normas oficiales para los gobernados, que también viven la humillación de vivir en calles de tierra, minadas con baches y coladeras filosas que afectan también los coches; caminando por banquetas, trampa de hoyos, postes, rampas o simplemente sin banqueta; olores de drenaje nauseabundos y plagas de cucarachas, moscos y hasta roedores ocasionados por montones de basura que los del servicio de limpia no se llevan, simplemente porque no es su ruta. Vaya, hasta en las áreas hospitalarias la gente sufre, tanto por tener a su familiar internado, como por esperar a la intemperie porque no hay espacios asignados para hacerlo dignamente.
Si las decisiones recaudatorias de dinero competen al gobernador, las de servicios son responsabilidad de los presidentes municipales que hasta hoy se han agazapado en el silencio colaborando así que la bola de nieve de los reclamos se agrande. Conceder o ceder marca la diferencia. Las consecuencias Al tiempo.