La ciudad es de quienes la habitan, igual que los pueblos, comunidades y rancherías lo son para quienes ahí viven, es el espacio que eligieron o les tocó en suerte para asentar su hogar, invertir su patrimonio y esperanzas en ella. El corazón y alma de la ciudad son sus habitantes y para ellos se compone y recompone, se ordena, distribuye, administra, todo para que vivan bien y su estancia sea agradable, el diseño incida en su buena salud y larga vida. Ignoro si hay alguna ciudad en nuestro país que cumpla con este objetivo, al menos la de Querétaro y zona conurbada, no.
Aprovechando la ola pandémica, son muchas más las personas que en la medida de lo posible optan por quedarse en casa y desde ahí trabajar, estudiar, comprar víveres, enceres domésticos, ropa y zapatos y que les sean entregados sin haber salido de ella. Tal parece que evadir transitar por la ciudad es un privilegio para quienes pueden hacerlo, cuando en realidad es rechazo a vivir el deterioro que ésta ha sufrido. Hoy, para salir a enfrentar la ciudad, sus errores y horrores, se requiere habilidad, concentración, dinero, tiempo, resignación anticipada por lo que llegara a pasar y suerte, mucha suerte. Se dice que los de a pie, lo son porque no transitan en vehículo propio y aún así, la sudan y reniegan del caos en que las obras la mantienen, que aunque necesarias, lo imperdonable es que en cada calle tasajeada hay una máquina parada y uno o dos trabajadores reposando, qué suerte la de ellos que siempre los vea uno así, chateando o con la mirada perdida en un hilo de agua pestilente; los de a pie reniegan hasta quedarse afónicos por una serie de causas. Otra es el pésimo servicio de transporte colectivo. Muchos usuarios esperan la famosa ruta, durante media y hasta una hora, sólo para que cuando al fin pase, vaya tan llena que ya no se detenga y la gente corre tras del camión, intenta colgarse de la puerta, de coraje le golpea los costados polvorientos y lanza maldiciones contra el chofer. Ante la derrota, algunos optan por el auto de alquiler, dejando ahí el gasto del día, porque algunos, sobre todo los no controlados, cuyos choferes ni conocen la ciudad, seguido “se pierden” cobrando lo que les da la gana. Lo de las banquetas llenas de trampas, autos sobre ellas, basura, semáforos desfasados para el cruce de la multitud que en algunos cruces se arroja sobre los autos para frenarlos, la falta de puentes peatonales, los robos a transeúntes, la poda indiscriminada de árboles que arroja el sol inclemente sobre los de a pie y todo lo que usted quiera agregar, eso es la ciudad en nuestros días, y en ella se incluyen las zonas urbanas de Corregidora y El Marqués en las que incluso se agravan los problemas.
Hércules es un núcleo poblacional conformado por generaciones de trabajadores de lo que fue la fábrica de hilados y tejidos El Hércules. Como señalé con anterioridad, por su hechura en una cañada, su acceso es a través de dos calles largas, tanto, que para hacerla transitable en vehículo se ha requerido que sea de doble sentido. Este, aparentemente simple hecho, es fundamental y hasta vital para sus habitantes, el desahogo les evita rodeo de varios kilómetros para llegar a su casa, tener acceso y salida rápida en caso de urgencia de enfermos o de ambulancias y bomberos. A unos metros de la que fue fábrica, hoy cervecería, está una de las clínicas del seguro social más antiguas de Querétaro, la número dos, sus derechohabientes son en su mayoría gente de a pie, ancianos, con andaderas, silla de ruedas o con oxígeno, mujeres embarazadas, niños afiebrados o jóvenes enyesados y con muletas, para todos, enfermos y familiares, es indispensable “la ruta” que les deja y recoge en la puerta en ambos sentidos, el mismo comercio local ha florecido gracias a este centenario esquema de tránsito, así que algo tan cotidiano para algunos como la cancelación de un sentido vehicular, para los habitantes del lugar es una fatalidad. Los gastos se multiplican, el comercio decae, la delincuencia aumenta y mucho, porque el patrullaje, de por sí ineficiente se reduce a casi nada, quienes acuden a la clínica del IMSS se agravan más al tener que caminar, a veces prácticamente arrastrados por sus familiares, por una empinada calle de más de quinientos metros para salir al paso de “la ruta”. Tan sencillo que es encontrar soluciones viales, pero no, ahora las desventajas para decenas de miles de personas son ventajas para unos, los que acuden a la cervecería ya no tendrán estorbos para llegar, rapidito y de buenas y para los malos constructores de la calle a quienes se les quiebran los adoquines con el paso de muchos autos. La ciudad no es maqueta en la que al antojo de autoridades se muevan muñequitos y cochecitos, es el hogar de gente que lo mínimo que pide es vivir más o menos bien. Las consecuencias, Al tiempo.