En una democracia madura y efectiva, Yasmín Esquivel no habría llegado a ser ministra de la Suprema Corte. El proceso de confirmación en el Congreso y el escrutinio de medios de comunicación y de organizaciones no gubernamentales habría detectado el posible plagio de su tesis de licenciatura y se habría generado una oportuna revisión del tema. Claro, en una democracia madura y efectiva.
Un ejercicio inmediato es la confirmación de Omar Mejía para ocupar el espacio de Subgobernador que dejó vacante Gerardo Esquivel en el Banco de México. La información disponible sobre Mejía es muy escueta y su trayectoria parece quedarse muy corta para un cargo de esa importancia. Un proceso de ratificación serio, debe evaluar si tiene las aptitudes necesarias y una tesis de licenciatura original.
No obstante, el Affaire Esquivel deja interesantes lecciones sobre cómo descarrilar una candidatura y cambiar la suerte de un político.
1.- Timing. Quizá no sepamos cómo se urdió la divulgación del posible plagio de tesis de la ministra Esquivel. Alguien pudo guardar el secreto a la espera del momento oportuno para revelarlo a Guillermo Sheridan, o, ante el proceso de elección en la Suprema Corte, él simplemente hurgó en su pasado y se topó con la historia. Cualquiera que sea el caso, el momento de la publicación de su reportaje, días antes de la votación, fue pensado con precisión por varias razones: (1) El vacío de información de las vacaciones aseguraba que la noticia fuera de primera plana. (2) Las instancias que podían aclarar la controversia, como la UNAM, estaban cerradas por vacaciones lo que permitió que la noticia se mantuviera intacta durante días. (3) La ministra tuvo muy poco tiempo para organizar su respuesta y contrarrestar la corriente de opinión en su contra.
2.- Contenido. El tema de plagio de una tesis impactaba debajo de la línea de flotación de la ministra que aspiraba a ser líder de un poder judicial percibido como corrupto y parcial. Además, la acusación de plagio era simple de entender, mediáticamente atractiva y sensible para cualquier persona que se haya recibido de una licenciatura. Cualquier familia, de cualquier tendencia política, podía preguntarse: “¿Es válido que alguien que aspira a ser Presidenta de la Suprema Corte lo logre habiéndose graduado con una tesis plagiada?” “A mi hijo/a le costó mucho trabajo graduarse con una tesis original y ha batallado para tener un buen trabajo y ¡¿esta persona que plagió su tesis y tendrá un trabajo con un sueldo de cientos de miles de pesos mensuales?!” Es fácil entender la indignación que el tema podía desatar.
3.- Credibilidad. Muy pocas personas quizá hayan leído la investigación de Sheridan pero, a pesar de los esfuerzos del presidente López Obrador por desacreditarlo, los medios de comunicación avalaron y reprodujeron sus argumentos. Adicionalmente, las fuentes de Sheridan eran públicas, cualquiera podía entrar al acervo de la UNAM y comparar las tesis de los alumnos Yasmín Esquivel y Edgar Ulises Báez y llegar a sus propias conclusiones. En contraste, las voces que usó la ministra para defenderse nunca tuvieron la misma credibilidad ni ofreció pruebas incontestables de su inocencia.
4.- Control de daños. La ministra fue tomada por sorpresa y dio tumbos para articular una respuesta efectiva. Lamentablemente, a la afrenta del plagio sumo la de la mentira. Planteó que un alumno había copiado su tesis para recibirse un año antes de ella, lo cual suena inverosímil, y afirmó que el alumno había admitido el plagio ante notario, lo cual resultó falso. Con cada comunicado, la ministra cavaba una tumba más profunda y aumentaba el desprestigio de sus aliados. La UNAM analizará la honestidad de su directora de tesis, la maestra Martha Rodríguez Ortiz, la fiscalía de la Ciudad de México tuvo que desconocer una comunicación que la Esquivel había usado para exonerarse y el presidente López Obrador se desmarcó de la discusión de la originalidad de la tesis para expresar que, de ser cierto el plagio, fue un error de juventud.
Los elementos presentes en el Affaire Esquivel pueden repetirse a lo largo de 2023 y 2024 para afectar las aspiraciones de candidatos a cualquier puesto de elección popular o cargo público que requiera la confirmación del Congreso. Es cosa de (1) escoger un tema que cuestione de manera contundente uno de los atributos clave que el candidato dice tener, (2) seleccionar el momento adecuado para revelar la información para que tenga más resonancia y limite la posibilidad de reacción del acusado -por ejemplo, antes de un debate, días antes de la elección, después de haber hecho un pronunciamiento importante-, (3) alinear a todos los enemigos del candidato para replicar la acusación; (4) buscar sumar más voces al debate para mantener vivo el cuestionamiento el mayor tiempo posible y (5) aprovechar los errores de la reacción del acusado para empantanar el tema.
Para evitar correr con esa suerte, es imprescindible que el candidato sea honesto consigo mismo y tenga claros qué aspectos de su vida y conducta pasadas pueden ser usados para atacarlo. Debe dar por un hecho que sus adversarios escarbarán en su pasado. Además, debe preparar sus mejores argumentos, testigos, e incluso contar con una estrategia de contraataque que le permita limitar el daño o, incluso, aprovechar una acusación para reforzar su posicionamiento.
Sin duda, el escrutinio de figuras públicas debe ser parte del fortalecimiento de la democracia mexicana para contar con mejores candidatos, dirigentes de partidos y funcionarios públicos. Ese trabajo de indagación y verificación deben hacerlo los legisladores que ratifican a un funcionario, los partidos políticos que postulan a un candidato y los medios de comunicación que examinan la integridad de las figuras públicas.
Nadie desea que México viva de escándalo en escándalo, pero el Affaire Esquivel debe enriquecer la vida democrática del país. Más allá de lamentar la designación de un funcionario inepto, la sociedad mexicana debe mejorar el mediocre proceso que hoy permite que personas incompetentes la gobiernen.