Felix Cortés Camarillo
Mi cita no es fiel pero, inevitablemente, el periódico electrónico Perico Polico tuvo ayer que recordar con acierto el cuento aquel de que, en el primer día de clases, un maestro exigente advirtió que iba a expulsar a todos los pendejos; provocó que desde el fondo del salón se oyera una voz “¿y a mí por qué, profesor?”
Viene a cuento, porque parece que se nos aproxima un cuatroenio en el que deberíamos revivir la sección de “lo que el presidente quiso decir”, nacida hace años de la incapacidad -entre otras- de expresión verbal de Vicente (¿y yo por qué?) Fox. Si Donald Trump llega a ocupar nuevamente la Casa Blanca en los Estados Unidos, los trompicones de su agresivo verbo que provoca su mente insana, van a necesitar de traducción eficiente.
Sin ir más lejos, en su primer día de campaña, el pelipintado lanzó una larga perorata sobre el problema de la frontera de Estados Unidos con México. Repitió su anécdota favorita del tema, cuya veracidad nunca ha sido desmentida por las autoridades de nuestro país, de cómo “dobló” al gobierno de México pidiéndole 28 mil soldados mexicanos para impedir por la fuerza el cruce incontrolado de migrantes.
El candidato republicano no dijo nombres, pero en aquel infame episodio los protagonistas -aparte de Trump Presidente- fueron el entonces Canciller Marcelo Ebrard, quien recibió en persona la petición y la amenaza subsecuente, y Andrés Manuel, quien telefónicamente autorizó ceder a la exigencia gringa: la triste verdad es que el gobierno mexicano mandó 28 mil soldados a la frontera para que Trump estuviése satisfecho y no impusiera -como amenazó y no podía imponer tan fácilmente- un arancel del 25% a toda exportación de México para allá.
Será el sereno, pero Trump no miente; México se agachó; por no decir se empinó.
Recordando el momento esta vez, en su discurso mayormente incoherente, Trump incluyó una frase despectiva sobre Joe Biden. Tampoco su nombre fue dicho. Sin embargo, Trump en su ensalada fronteriza con su hablar confuso, hizo referencia a un individuo cuyo IQ, esto es las iniciales en inglés de coeficiente intelectual -¿se acuerda del doctor I.Q?- era menor a los cincuenta puntos.
Los índices de IQ van entre 0 y 4, mala capacidad cognitiva, y más de 200 puntos, inteligencia profunda. Menos de cincuenta quiere decir capacidad cognitiva grave. Diríamos pendejo. Así quiso decirle el candidato a Biden.En la mengambrea trumpiana a la que nos vamos a tener que acostumbrar, pudo ser a otra persona ¿por qué no? Pero el discurso de Trump encontró pronto quien se pusiera el saco, de diferente manera.
La presidente electa Sheinbaum salió a defender a Ebrard y sus excepcionales dotes. Para comenzar, calificó de soez el lenguaje de Trump y agregó, acertadamente: “Marcelo será un gran secretario de Economía de nuestro país libre y soberano”
El presidente López dijo que Trump, a quien llama su amigo, es bravo pero visionario. Ebrard, diplomáticamente marcó el distingo entre lo que se dice en campaña y los otros dichos.No se dio por aludido,dizque.
Nadie les aclaró que México necesita revivir “lo que el candidato quiso decir”.
Podría ser un buen negocio hacer una agencia de traducción política.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Joe Biden encontró en la infección de COVID un buen pretexto para bajarse, un poco tarde, del caballo a la presidencia. En realidad, se nos olvida que las campañas electorales en los Estados Unidos se manejan por las donaciones que los que tienen dinero dan a la campaña de uno u otro candidato, un partido o el contrario; generalmente a ambos, siempre en el implícito compromiso de conceder privilegios a las empresas que dan dinero. Igual que en México, pero abiertamente y deducible de impuestos. Luego de las crisis evidentes de Biden, las pipetas de patrocinio se cerraron. Kamala Harris en siete horas logró reunir históricos millones de dólares. ¿Cómo era aquello de que con dinero….?