COLUMNA INVITADA
Quijoterías
Una buena noticia trajo mi escrito anterior, un amigo me regaló los tres tomos de las “Obras Escogidas de José Martí”, sin duda un gran regalo que prometo conservar.
Por cierto, revisando mis libros noté que me falta uno que guardaba desde hace años y que lleva el nombre de esta entrega, compuesto por el Sr. Arturo González Peralta, que por ser de interés para mí, solicito a quien pudiera encontrarlo en alguna librería de viejo, o nueva, me hagan favor de hacérmelo saber a través de mi correo: oficinacentral2017@hotmail.com, que como dijo el poeta-cantor, cualquier información la pagaré, con mi sincero agradecimiento en este mismo espacio.
Fue la búsqueda de este viejo libro, lo que me motivó a pergeñar dos o tres reflexiones acerca de la inmortal obra cervantina, “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, con la que el genio se dio a conocer por el mundo, como el Príncipe de los Ingenios Españoles, sin que desmereciera el resto de su obra. No obstante, creo que carece de sustento tratar de escamotearle a la cumbre más alta de la literatura el título de “El Rey de los Ingenios Españoles” que, a mi juicio, sería un título más apropiado, por lo siguiente:
Para cualquier lector mínimamente interesado en conocer dicha obra, queda claro que, en un primer momento, el caballero manchego, como hidalgo venido a menos y persuadido por los libros de caballería leídos, las circunstancias en el mundo y en la España de su época, la monarquía, la economía y la política chocaban groseramente con los ideales caballerescos de libertad, de amparo de los menesterosos y los débiles, del socorro a los huérfanos y desprotegidos, y la protección a las doncellas sin tocar ni ofender su castidad, asi fue como don Alonso Quijano se convierte en “El Caballero de la triste figura”, el cual, inconforme con su entorno, decide, fiado únicamente al valor de su fuerte brazo, irse a cambiar el mundo y a ajustarlo conforme a sus ideales.
En un segundo momento, ya armado caballero y acompañado por su escudero, decide, después de la aventura de los leones, episodio en el cual, el enfurecido caballero andante, arremetió e hizo correr en forma alegórica, no sólo a los leones, que son el simbolo de España aún en nuestros días, sino a la misma monarquia y a los poderes terrenales, por lo que, en consecuencia, se hace llamar “El caballero de los leones”.
En la tercera y última salida de Don Quijote, después de muchas, interesantes, extraordinarias y sabrosísimas historias magistralmente narradas, Cervantes expone, cómo el Quijote discurre que, ya suficientemente quijotizado su escudero y despues de sugerir la posibilidad de concretar la prometida ínsula que Sancho Panza gobernaría, bajo la genial propuesta de que el pueblo insuflado de grandes ideales puede demostrar su talento gobernando para todos, mucho mejor que los egoístas y avariciosos príncipes y monarcas de la época; es en este instante cuando Cervantes fija claramente su programa tendiente a cambiar la sociedad con la que se siente en conflicto, lo hace en términos literarios y políticos con los consejos de gobierno del Quijote a Sancho y con varios ejemplos prácticos de cómo se debe impartir la justicia y la administración en una ínsula como la imaginada y nunca concretada en la realidad, la mencionada ínsula Barataria, en la que Sancho ve cumplida en términos literarios la promesa con la que su señor, Don Alonso Quijano, le entusiasmó y convenció para seguirlo en los avatares que supone el estrecho sendero de la andantesca caballería; con lo cual, considera Don Quijote que ha cumplido con su misión en el mundo y en consecuencia se resuelve a morir como Don Alonso Quijano, el bueno, es decir, se resuelve a morir como un hombre en absoluta tranquilidad con su conciencia de hombre bueno, pues muere convencido de haber luchado en el terreno de la palabra y de la acción como sólo muy pocos pueden hacerlo, en pos de sus ideales, como fue el ideal que el genio cervantino, plasmó con absoluta destreza política y literaria, además, asombrosamente vigente: “la justicia distributiva y conmutativa”.
Podrán criticarse cuanto se quiera mis apresuradísimos comentarios, pero quien haya leído con cierta atención tan grandioso monumento literario, tendrá por seguro que Cervantes se adelantó a su época cuando se pronunció contra la impudicia, “la fraude, el engaño y la interese”, que en nuestros días, abundan más que los hongos después de la lluvia. Y qué decir de su lapidaria sentencia: “así como los ricos tienen quien los lisonjeé y acompañe, así también los pobres honrados y discretos tienen quien los siga, honre y ampare”; y qué, de aquel ardiente dardo que a más de 500 años sigue clavado y ardiendo en el corazón de los pretendidos derechos divinos de las testas coronadas, cuyo único mérito fue nacer en esa clase social, haciendo del “jus sanguini”, un derecho divino: “la sangre se adquiere, la virtud se aquista (…), la virtud vale lo que la sangre no vale” lo cual, en nuestros días, es obvio, pero lo interesante aquí es subrayar que, para Cervantes sólo es atribuible verdadero valor y virtud a aquellos soldados que luchaban con las armas en la mano para conseguir el bienestar para otros o bien, a los trabajadores virtuosos como pueden serlo por ejemplo, los artesanos manufactureros, cuya habilidad superlativa se transmitía por generaciones, para poder producir con sus manos, las muy codiciadas piezas manufactureras de relojería, en los albores de la producción capitalista y aún antes de la revolución industrial; quiénes también trabajaban y producían satisfactores, aún a costa de su vida entera para otros, sin reclamar nada o muy poco para sí.
Puede decirse que Cervantes no era marxista y es cierto, pero para su época con lo que él sabía y postulaba era suficiente y sin embargo Carlos Marx, otro genio inmortal, que vivio pobre y murió pobre como aquel, fue un gran cervantista, como se desprende de sus múltiples referencias al Quijote en su obra de obras, el dechado de ciencia y de crítica económica de suprema importancia científica hasta nuestros días, ”El Capital”, el cual nunca ha dejado de ser satanizado por los enemigos de Marx ni por los apologistas de la riqueza producida socialmente y apropiada por manos privadas; a la cual, el genio prometéico de Marx caracterizó, no obstante, como una sociedad en la que el papel de producir riqueza, con base en el trabajo asalariado, se desempeñaba por verdaderos artistas de la plusvalía, lo que, lejos de ser una ironía, es casi una verdad científica, pues no ha habido otra sociedad en la historia capaz de producir los grandes volúmenes de riqueza que se producen hoy en día, aunque dicha producción sea inversamente proporcional a la injusta distribución de lo producido.
No cabe duda que como dijo Martí, cuando de las grandes masas humanas se apodera la falta de decoro, siempre hay unos pocos en los que va el decoro de muchos, en esos pocos, va un pueblo entero, va la dignidad humana, y por ello insisto en que Cervantes es el rey de los ingenios españoles. Termino. He escrito y citado de memoria sobre Cervantes y sobre Marx, tal y como veo y siento las cosas en mi conciencia, pues como dije al principio ando buscando ese librillo viejo que perdí y aún no lo encuentro, agradeceré cualquier informe sobre el particular.