Francisco Morales
Una pieza de contenido político y de tamaño discreto, pero con un mensaje contundente, acaparó la atención de los asistentes a Zona Maco, que cerró sus puertas.
Se trata de Lavado de cara, del español Eugenio Merino, que generó conversaciones y numerosas fotografías para redes sociales.
La pieza, una instalación ubicada en el espacio de la galería madrileña Memoria, consiste de un lavavajillas abierto que muestra en su bandeja 15 platos, todos relucientes, con los rostros de los últimos presidentes de México impresos en su cara visible.
Al frente, se mira al actual Mandatario, Andrés Manuel López Obrador, flanqueado por sus dos antecesores directos, Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón Hinojosa, y con los retratos de Vicente Fox, Ernesto Zedillo, Carlos Salinas y sus homólogos anteriores en la fila.
“Básicamente, juega con la idea de la corrupción en el mundo”, explica Merino (Madrid, 1975), en entrevista, sobre la obra que ha sido trasladada a muchos contextos distintos.
“Esta pieza está hoy aquí, habla localmente de una situación de un país, pero estuvo en Estados Unidos hablando de otra situación y estará también en España hablando de una situación que también está relacionada con la corrupción”, abunda.
La idea para esta serie de obras, explica, surgió cuando tuvo noticia de la tradición estadounidense de fabricar un plato conmemorativo con el rostro de un presidente cuando termina su periodo en el poder.
Al poner estos utensilios en un lavaplatos industrial, Merino sugiere que en el mundo, de manera mecánica y sistematizada, la corrupción de cada mandatario recibe un “lavado de cara”.
“Es una pieza que también contiene mucho ‘humor’, entre comillas, porque también es una pieza muy seria, y creo que el mexicano medio lo ha entendido como una representación de un estado, o de una política, en su país, entonces yo creo que lo ha entendido perfectamente”, reflexiona sobre las reacciones que ha tenido su pieza en Zona Maco.
Merino está plenamente acostumbrado a que sus piezas generen reacciones hasta viscerales en el público, pues tocan fibras sensibles, heridas abiertas, asuntos inconclusos y rencores de corte social y político.
En el 2019, en la feria ARCO de Madrid, en colaboración con el artista Santiago Sierra (Madrid, 1966), puso a la venta una escultura monumental e hiperrealista del Rey Felipe VI, con la condición expresa de que el comprador debía quemarla antes de que transcurriera un año de la transacción, pero, al no encontrar quién lo hiciera, sus creadores la incendiaron ellos mismos.
Otra de sus obras más conocidas -y polémicas- consistió en crear una escultura de Francisco Franco y guardarla en un refrigerador de refrescos, acción que le valió una demanda de la fundación que dice velar por la memoria del dictador.
Para el artista, su crítica a la corrupción en clave mexicana ha generado atención particular en Zona Maco porque no corresponde con la mayoría de la oferta en eventos de su tipo.
“Este tipo de piezas no están pensadas para ser vendidas, están pensadas para ser entendidas y para transmitir una idea”.
Aun así, la pieza se vendió a pocas horas de abierta de la feria, el miércoles pasado.
Para Alejandro de Villota, director de Memoria, Lavado de cara ha resonado con el público porque hace un cuestionamiento democrático en un año crucial para México ante las próximas elecciones.