En estos días me he cuestionado, ¿Cuál es la obsesión del presidente Andrés Manuel López Obrador con el Instituto Nacional Electoral (INE)?
Ya que desde que el año pasado, cuando se llevaron a cabo las elecciones y posteriormente el INE aplicó multas y sanciones inéditas a personajes muy cercanos al primer mandatario, como fue bajar al senador Félix Salgado Macedonio de la candidatura al gobierno de Guerrero, pareciera que López Obrador le agarró coraje al arbitro electoral.
En los últimos embates que en esta ocasión ha ganado el presidente López Obrador con ayuda de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que le ordenó al INE continuar con la consulta de la revocación de mandato, AMLO pareciera no estar conforme y sus constantes ataques ahora suenan a una obsesión.
En primer lugar, podría deberse a que en realidad tiene las intenciones de organizar las próximas elecciones de 2024, tal como se hacía antes de la gran reforma político-electoral, como todo buen priista, tal vez se quedó las ganas de controlar el sistema democrático del país, sin embargo, y aunque el INE podría haber perdido algo de credibilidad por todos los sucesos que se han presentado, esa aspiración sería muy mal vista para alguien que se asume como todo un demócrata.
Otra posibilidad es que sí este considerando en realidad a Lorenzo Córdova, consejero presidente del INE, como un personaje que podría impulsar la oposición para las elecciones de renovación del Ejecutivo, ante la falta de perfiles con mayor credibilidad, liderazgo y simpatía entre una oposición cada vez más desgastada y confrontada.
O finalmente, una tercera sería que, aunque es evidente que su gran favorita para la candidatura de Morena para el 2024, quien podría ser su posible sucesora, es decir, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, también podría tener un plan B, una posible reelección y para ello debe controlar el INE y el Congreso de la Unión, así como la gran mayoría de las gubernaturas.
Y ahora por el momento lo único que le falta es acabar con el INE y dos de sus consejeros Lorenzo Córdova y Ciro Murayama.