Posiblemente uno de los más grandes ridículos recientes en política exterior ha sido la insistencia presidencial en exigirles a los vaticanenses y los españoles disculpas por las conquistas y rematar el sainete con el penacho de Moctezuma.
Conquistas, territorial, política y económica –a través de la espada—y cultural, la otra, por medio del lenguaje, el evangelio, la cristianización y –por consecuencia– hasta el culto guadalupano.
Los clamores han caído en el vacío, lo cual no le impide a México sumarse a los fastos de la lengua española, promovidos por los cervantistas.
Si bien el Presidente López Obrador ha denunciado la subvaloración de las culturas autóctonas y la falsedad de equiparar conquista y despojo con civilización y oriundez con barbarie como una constante histórica del reaccionarismo político, su gobierno, se une al Instituto Cervantes para auxiliarlo en una de las cruzadas más frecuentes de la hispanidad: la idolatría de la lengua.
Un idioma es un distintivo, una clave para entender el mundo.
No los hay de primera o de segunda. En todo caso hay pueblos cultos –en la ciencia, las humanidades y la tecnología– y naciones atrasadas.
Por eso –lo dijo JEP— el inglés es hoy el latín de nuestro tiempo.
Es la lengua del imperio, como lo fue en la mitad del mundo el lenguaje castellano.
Por desgracia la “lengua de Cervantes” no nos hace a todos escritores. Ni siquiera lectores de la obra del manco. Pero dejemos eso de lado.
Lo interesante es leer este empalagoso comunicado de la Secretaría de Relaciones Exteriores:
“El día de hoy (4.12.20) se llevó a cabo, de manera virtual, la firma de un acuerdo de colaboración entre la Dirección Ejecutiva de Diplomacia Cultural de la Secretaría de Relaciones Exteriores y el Instituto Cervantes de España para la promoción internacional del idioma español y su cultura.
“…La suscripción de este acuerdo, cuyo objetivo es promover la importancia de la lengua española y de las culturas creadas a partir de ella (sic)en diversos países del mundo, fue presidida por el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubon; la ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España, Arancha González Laya; la Secretaria de Estado de Cooperación Internacional, Ángeles Moreno Bau, el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero; y el director ejecutivo de Diplomacia Cultural de la Cancillería…”
Y añade:
“…De esta forma, podremos acercarnos a las comunidades hispanas, particularmente en Estados Unidos, que han sido en épocas recientes víctimas de expresiones de odio y ataques supremacistas…”
Entre las cosas más retorcidas provenientes del acomodo perpetuo del canciller Ebrard, hallamos eso de “acercarnos a las comunidades hispanas” a través de la lengua porque han sido “víctimas de expresiones de odio y ataques supremacistas”, del gobierno de Trump, al cual México –con su ayuda–, ha tratado y consagrado como Mr. Amigo.
Los españoles, especialmente los reumáticos del ocio imperial y la nostalgia, han sobrevalorado el idioma. Y si Marcelo Ebrard lo quiere oponer como barrera contra el racismo, está equivocado. No sirve para eso.
Pero más errado es, por una parte, resentir extemporáneamente la conquista y el avasallamiento de los pueblos originarios, y por la otra celebrar un idioma impuesto hace cinco siglos con la persuasión de arcabuces y culebrinas.
¿Por fin, somos o no somos hijos orgullosos de la “Hispania fecunda?”.
“…El Gobierno de México reafirma su compromiso de consolidar la cercanía entre México y España, así como de renovar los estrechos lazos culturales para hacer frente a los grandes retos regionales y proyectar valores compartidos a nivel global…”
Ya se le olvidó a Marcelo, seguramente, cuando desde la jefatura de gobierno del DF promovía la enseñanza oficial del náhuatl como “lengua de instrucción”.
En enero del 2008 esto se daba a conocer:
“(LJ).-El náhuatl es un idioma vivo y en plena evolución. De ello pueden dar testimonio los dos millones de hablantes con los que cuenta en por lo menos diez estados del país. Sin embargo, la gran mayoría de ellos no saben cómo escribir en su propia lengua y viven excluidos de la educación formal.
“Para atender a esta franja de la población y al mismo tiempo revitalizar el idioma originario del valle de Anáhuac, el Gobierno de Distrito Federal (GDF) pondrá en marcha un programa mediante el cual llevará la educación básica a las regiones más marginadas de la capital, con el náhuatl como lengua de instrucción”.
¿MISIÓN CUMPLIDA?
No han puesto una sola vacuna.